Los distintos Perones de cada momento histórico. A 50 años de la muerte de Juan Perón, el 1° de julio de 1974, escribe el mayor especialista argentino en historiografía peronista, Darío Pulfer, director del Centro de Documentación e Investigación acerca del Peronismo de la Universidad Nacional de San Martín.
1) El primer peronismo parece olvidado, sobre todo entre la militancia. ¿Falta de formación, de estudio, de rigor, o hay algo más?
Para dar una respuesta seria a la pregunta tendríamos que desarrollar estudios más profundos. A nivel intuitivo diría que, sin poner la responsabilidad en las nuevas generaciones, lo que ha sucedido son tres o cuatro fenómenos simultáneos:
*Se ha cortado una cadena de transmisión intergeneracional, por las evidentes fracturas de la historia argentina. Me refiero a las marcas del pasado dictatorial, sea en la pérdida humana de referentes, sea en los quiebres, silencios y vacíos de la memoria. También podemos anotar aquí a los procesos de desvío neoliberal o vaciamiento político-ideológico por los que pasó el peronismo en una determinada etapa, en los que la preocupación por la formación resultó inexistente. Ese proceso que se vive de otro modo en situaciones de normalidad institucional afecta, desde ya, a los legados de saberes y experiencias.
*Vivimos un tiempo de anemia de pensamiento, de baja en la imaginación política democrática, de sobredimensionamiento de la política-espectáculo o de la imagen, en el que se subestima el poder de las ideas y por tanto no se considera importante generar espacios y tiempos para la lectura, la reflexión compartida, el análisis, la construcción de sentido de futuro compartido, etc..
*Vivimos un tiempo ligado al régimen de historicidad presentista (Hartog) en el que el pasado parece difuminarse. No se considera su valor para fundar una práctica, un espacio de experiencia y organizar un horizonte de expectativa.
*Por momentos se ha confundido politización con formación política, lo que es bien distinto.
Todo esto no le resta de responsabilidad a quienes dirigen los diferentes espacios (sea sindicatos, movimientos sociales, agrupaciones políticas) en cuanto a la formación de los nuevos cuadros o militantes. Junto con crear los espacios resulta fundamental contar con orientaciones, contenidos claro, formadores, materiales, espacios de trabajo.
2) Sin buscar copias anacrónicas, ¿no sería un buen punto de partida analizar al Perón de la industria en desarrollo, de los sindicatos, de los trabajadores y de los derechos sociales?
Las efemérides obligan a volver sobre las figuras que se busca recuperar. En ese sentido, son oportunidades para volver a leer, interpretar, identificar elementos válidos para reorganizar una práctica. Sin embargo, más que centrarnos en la propia figura de Perón y su pensamiento, considero que resulta más conveniente recuperar los elementos centrales de la vida política y económica de su época, que el país fue abandonando en sus políticas o no practicó en su totalidad. Me refiero a la planificación estratégica de un modelo país a través de órganos técnicos de nivel estatal nacional; la industrialización como eje autonómico con pautas de inversión regulares en este ámbito; la lucha por la justicia mediante la redistribución de ingresos; la participación política y social de las mujeres; la primacía del trabajo como organizador social y el fortalecimiento de las estructuras sindicales como espacios de representación y participación así como la institucionalización de los movimientos sociales (algo que en su época de pleno empleo no existía). Parece imprescindible para esas tareas la renovación de un pensamiento propio, que interpele la nueva configuración social y en especial reanude un diálogo con las clases medias heterogéneas; que combine con lo regional y lo universal; que tome nota de las novedades de la agenda social; pero reconociendo que hoy el sujeto colectivo es distinto y no goza de la misma cohesión que en el pasado. La pobreza, la desigualdad, la fragmentación atraviesan al conjunto de las expresiones de la sociedad argentina que es compleja y multiforme.
3) ¿Hay hoy una identidad peronista definible y nítida?
La pregunta por una identidad no es la mejor manera de entrar a un fenómeno dinámico, histórico, abierto, cambiante como el peronismo, que ya tiene una trayectoria de 80 años. No es que afirmemos que ese movimiento no tenga algunos rasgos que constituyen su núcleo central, como podrían ser ciertos apoyos o la relación con ciertas premisas básicas. Sin embargo, la imagen de un espejo trizado, de un archipiélago de experiencias dispersas, de la existencia de peronistas más que de un espacio que podríamos llamar peronismo, parece ser lo representativo de este momento. Quizá, por debajo de ello, haya elementos históricos de esa identidad que convocan a quienes se reclaman de ese espacio político. Aunque existen ciertos riesgos de que esos elementos no estén jugando ese papel (y parece haber signos de ello). Me refiero básicamente a la pertenencia a una identidad histórica que se transmite por lazos familiares, zonales, institucionales…También al compromiso de esa fuerza con ciertos valores como la justicia social y la protección de ciertos derechos. Por último, a la percepción que tienen (o tenían) los más pobres de que el único canal de dignificación con el que cuentan o contaban es o era el peronismo.
4)¿Cuántos Perones hay básicamente en la historiografía sobre el peronismo?
En cuanto a las reconstrucciones globales con respecto a su trayectoria contamos con una serie de obras. No es que falte producción. Son materiales de distinto tipo, que responden a distintos momentos: desde las hagiográficas de Pavón Pereyra; las empáticas de Chávez o Galasso; las ponderadas de Page o Sidicaro; las reflexivas de Horacio González o las críticas-reconstructivas de Piñeiro Iñiguez. Dejo de lado aquí las que podríamos considerar síntesis prolijas de ese recorrido: Rosa, Vázquez Rial, Seoane-Marziota o Bellota. Existen, también, libelos, algunos de reciente factura. Se lo presenta en distintas facetas: básicamente aparece como líder popular, estadista, realizador, orador. En el tiempo aparecieron otras dimensiones, como escritor (Chávez), humorista (Baschetti-Chávez). Trabajos recientes, lo recuperan en su condición de exiliado (Lichtmajer-Pulfer) o como periodista (Diaz).
5)¿Qué interroga cada época sobre Perón y el peronismo?
Esas interrogaciones se relacionan con los condicionantes políticos, sociales y económicos de cada etapa. De manera simultánea a su surgimiento propios y ajenos buscaban comprender la emergencia de ese tumultuoso movimiento. Desde los propios buscaron descifrar ese enigma poniéndolo en continuidad con los movimientos populares previos. Básicamente asociándolo al yrigoyenismo. Fue la operación “forjista”: su expresión más acabada fue el texto de Atilio García Mellid: Montoneras y caudillos en la historia argentina de 1946. Entre los ajenos, podemos señalar que la cuestión “revisionista” con respecto al primer peronismo no nace después del 55, como habitualmente se dice. Bajo el segundo gobierno Germani escribe Estructura social de la Argentina, en la que ya anticipa los procesos de migración interna, los cuantifica, los vincula al crecimiento industrial y urbano, contando con información oficial por sus viejos vínculos con el Instituto de estadísticas. Otro tanto ocurre con Romero, quien en Indicaciones sobre la situación de las masas en la Argentina, señalaba que dentro de la Argentina “aluvial”, se había producido un fenómeno que estaba en desarrollo siendo tarea del socialismo democrático entenderlo y encauzarlo. En un segundo momento, diremos del 55 al 62, la pregunta se desplaza hacia las condiciones de subsistencia o pervivencia de la adhesión de las masas al peronismo, en un contexto de proscripción. Para quienes interpretaron al peronismo en el entorno de la “familia fascista”, la persistencia del fenómeno (resistencia, recuperación de los sindicatos, fidelidad a las directivas políticas en las elecciones, movimientos huelguísticos del ’59, etc) resultaba contradictorio con el caso tomado como referencia. Caído Mussolini había terminado el fascismo…Caído Perón el peronismo tomaba nuevas formas y se manifestaba de otro modo. Por esa razón las caracterizaciones se desplazaron a otras categorizaciones, como autoritarismo de masas o, poco después, a populismo (con cierto tono despectivo). Ello supuso, una primera revisión de las caracterizaciones del primer peronismo, también. Con nuevos materiales, comenzó a plantearse líneas más comprensivas con respecto a su surgimiento: las alianzas de clases (T. Di Tella); el rol de los factores de poder (Ciria), la incidencia real de las migraciones internas en el ámbito político… Entre los afines, las lecturas profundizaban los elementos progresivos: frente nacional industrialista; estado distribucionista; rasgos antiimperialistas; avance de la revolución democrático burguesa (Cooke), movimiento nacional-popular (Jauretche). En la izquierda de origen trotskista domina la categoría bonapartista, con contenidos diferenciados: negativos (Peña) o progresivos (S.Frondizi, Ramos), según la perspectiva. En el marco de este último grupo comienza a hacer sus primeras lecturas de la experiencia peronista, Ernesto Laclau. Del 65 al 73, la interrogación se dirige al cuestionamiento de las matrices de interpretación denominadas ortodoxas (Germani, básicamente) realizadas por los trabajos de Portantiero y Murmis, pero no solo de ellos. Por esa misma época estaban mirando el pasado Durruty y Torre (siguiendo el accionar de sindicatos y dirigentes), los orígenes de la industrialización (Sautu), las dimensiones políicas y corporativas (Ciria), los apoyos electorales (Cantón), las dimensiones educativas (P.D.Weinberg). El proyecto de marginalidad de Nun, incluyó preguntas sobre esa experiencia, también. Todo ello en el marco de los espacios ligados al Instituto Di Tella. En el ámbito universitario, proliferaron las “Cátedras nacionales” que desplegaron combinaciones entre las viejas caracterizaciones del revisionismo socialista y nacionalista popular con las categorías de las ciencias sociales. Con el tiempo aparecieron remozadas versiones de historia económica como las desarrolladas por Eduardo Jorge o Mónica Peralta Ramos o los ensayos de Horacio González y José P. Feinmann en Envido sobre distintas etapas del peronismo. Argumedo y Olson comenzaban a escribir sobre matrices de pensamiento en América Latina. En los años 80 la pregunta se centró en las condiciones “democráticas” del peronismo. Sea para ponerlas en duda, leído como un subproducto del autoritarismo militar (Rouquié) o como un populismo hegemonista poco afecto a rutinas institucionales (Portantiero); sea para reafirmarlas por su contenido histórico (Buchrucker, filiándolo al forjismo radical democrático) o su base popular (García Delgado), por el privilegio de la vía electoral o los intentos de refundación del último Perón (Landi). Fueron los “días de la comuna”, en el que debatían los grupos de Punto de Vista y Unidos (por agrupar y simplificar). En el marco de la derrota electoral, junto con la renovación peronista aparecieron procesos autocríticos: Notas sobre la democracia en los Estudios sobre el peronismo y López Rega, el lado oscuro de Perón (Feinmann). También polémicas sobre el suceso de Ezeiza a partir del libro de Verbitsky y las relaciones Perón – Montoneros (Wanfield-Ivancich). El libro de Sigal-Verón, sobre los fundamentos discursivos del peronismo, generó polémica y discusiones tanto en el ámbito académico (Halperin Donghi), como en revistas políticos culturales del momento. Junto con esto hubo una revisión del proceso de industrialización (ISI) en las distintas etapas que atravesó, en la producción de la historia económica desde miradas más clásicas como las de Dorfman hasta las de Basualdo, Khavise, Azpiazu que incorporaban la configuración del nuevo poder económico. Aunque hacía tiempo había sido señalado, por esta época se ubicó al peronismo en los procesos latinoamericanos, comparándolo con otros movimientos políticos (Chumbita, Petrone-Mackinon). Los estudios sobre vieja y nueva guardia sindical en los orígenes del peronismo eran sistematizados y publicados por Torre. En los 90 el desplazamiento fue hacia la “lenta agonía del peronismo” (Halperin Donghi), el “fin” de la sociedad peronista, la “plaza vacía” (Swampa-Martucelli), al calor de las reformas económicas hechas bajo ese mismo nombre. Se consolidaron narraciones sobre el peronismo en series más largas de la historia argentina (Los años peronistas, compilado por Torre y Violencia, proscripción y autoritarismo, dirigido por James, en la Nueva Historia Argentina) o en la Breve Historia de la Argentina de Luis Alberto Romero. Luna, continuaba la saga iniciada en El 45, con tres tomos que llegaban al ‘55, afirmando lapidariamente: “Señor Perón, he terminado con usted”. En similar camino dearrollaba su obra Otras interrogaciones corren en el grupo animado por Horacio González que busca recuperar el valor del ensayismo como modo interpretativo: La nación subrepticia, Restos pampeanos, etc. Los años dos mil rehabilitaron discursos neorevisionistas. Volvió Jauretche en muestras y reediciones. Galasso amplificó notablemente sus producciones. Horacio González desplegó un importante número de obras referidas a cuestiones que trabajaban al “mito peronista” por dentro. Surgió la red de estudios del peronismo en el ámbito académico, concitando el interés de investigadores jóvenes. Se desplegaron los congresos bianuales. Se consolidó una página y los ejes de convocatoria. Se fueron consolidando las bases de estudios de más largo aliento.
6) ¿Hay alguna interrogación en esta época en particular?
En el marco del movimiento colectivo de la red de estudios del que hablaba nacieron otras interrogaciones sobre el primer peronismo: papel de la sociedad civil (Acha), mediaciones de la segunda línea (Rein-Panella); se abrió el segundo peronismo como objeto de estudio más particularizado (Melon Pirro, Ehrlich); se investigó en profundidad sobre organizaciones armadas buscando antecedentes y redes (Otero, González Canosa, Custer); se puso en discusión las categorizaciones al uso para dar cuenta de los fenómenos juveniles de fines de los ’60 (Friedemann-Campos) y de las agrupaciones y conflictos intraperonistas de los ’70 (Ladeuix, Denaday); se ensayaron estudios sobre diferentes trayectorias (Rein); se buceó en otras dimensiones del ámbito cultural como el cine, el teatro, la danza (Leonardi, Carus); se comenzaron a realizar trabajos específicos sobre revistas político-culturales (Panella-Korn); se pusieron en discusión las distintas tradiciones en la conformación del mundo obrero (Contreras, Nieto); se desarrollaron estudios sobre escala para analizar al peronismo en los espacios provinciales y locales (Quiroga, Marcilese, Lichtmajer); se han hecho trabajos globales y particulares sobre la dimensión económica (Rougier, Belini, Neffa); estudios sobre emociones y política (Sagol); participación de las mujeres en política (Barry, Caruso), entre otras cuestiones. Se desplegaron diccionarios para cada época… En el ámbito de la política, aún con la derrota que ha sufrido el peronismo en manos de una improvisada fórmula política que radicaliza los planteos del liberalismo conservador, no se visualizan reacciones más que las derivadas de las manifestaciones multitudinarias (CGT, estudiantado) contra las políticas ajustistas. El aturdimiento parece reinar. Las reacciones que aparecen son las del “realismo negociador” de algunos espacios institucionales o el oportunismo de ciertas figuras que en nombre de un pragmatismo a-ideológico ingresan al gobierno. Las preguntas por un hilo que permita reinventar al peronismo para el siglo XXI no aparecen…solo algunos balbuceos.