Sin reservas solo importan las puertas de salida (y cuidado con el oro)

La estabilidad del tipo de cambio liquidando reservas y otros activos depararía, según los estrategas del gobierno, los niveles inflacionarios socialmente asimilables de cara a las próximas elecciones. Pero los beneficiarios de una bicicleta financiera que arrojó ganancias exorbitantes no ven un futuro claro y promisorio, en la medida en que no aparezca nuevo, caudaloso e inmediato endeudamiento. Por eso precipitaron la crisis, y no hay manera de disimularla, aunque abunden los despliegues de represión callejera y se intente reemplazar con provocación sistemática el debate político

En la última jornada de marzo la cotización internacional del oro alcanzó los 3.130 dólares por onza, y registró 50 máximos históricos en los doce meses precedentes. En ese periodo el precio creció casi un 20 por ciento, agudizándose la tendencia ante la aprobación de nuevos aranceles por parte de los EEUU (previstos para el miércoles 2 de abril), las tensiones geopolíticas, la incertidumbre sobre la marcha de los negocios globales y las grandes compras de los bancos centrales.

Corresponde señalar que además el 3 de abril se planteó que entraran en vigencia los aranceles a los automóviles y, de acuerdo con lo dicho por Trump el domingo 30 de marzo, él impondría, y dejaría colgando sobre la economía planetaria como una espada de Damocles, del 25 al 50 por ciento de aranceles secundarios a los compradores de petróleo ruso en caso de sentir (él) que Moscú bloquea sus esfuerzos para finalizar la guerra en Ucrania.

Así las cosas queda claro que donde haya lingotes de oro que cotizan en alza, propiedad de un deudor crónico que atraviesa serias dificultades, y tal vez sean potencialmente embargables, sobrevolarán los fondos buitres con más euforia que la de costumbre. Y en tal sentido merece una lectura atenta el argumento del ministro Caputo cuando a mediados de 2024 sacó lingotes del Banco Central (entre gallos y medianoche) con destino a Londres y pasando por la Banca de Basilea para respaldar una operación crediticia. Dijo Caputo: “Vos tenés oro en el Banco Central que es como si tuvieras un inmueble adentro, o sea no lo podés usar para nada. En cambio si vos tenés ese oro afuera le podés sacar un retorno y la realidad es que el país necesita maximizar los retornos de sus activos.”

También sostuvo que “tenerlo encerrado en el Central sin hacer nada para el país es negativo, es mucho mejor tenerlo custodiado afuera donde te pagan algo”. O sea que abordó el tema con cierta liviandad y al margen de muchísimas apreciaciones que hacen a la cultura occidental, desde los griegos hasta ahora, y siguen vigentes, como la conocida y famosa sentencia de Sófocles en Antígona: “Pues nada de cuanto impera en el mundo es tan funesto como el oro, que derriba y arruina a las ciudades y a los hombres, y envilece los corazones virtuosos lanzándolos a los caminos del mal y del vicio. El oro enseña al hombre la astucia y la perfidia, y le hace volver, con impiedad, la espalda a los dioses.”

Habrá que retomar el asunto, sobre todo porque desparramar lingotes de oro por ahí en un mundo con semejantes características  y fundamentos culturales resultaría mínimamente temerario. Pero alcanza por ahora con mantener presente que aquellos lingotes viajaron mientras la situación local, periódicamente repetida hasta el cansancio con los mismos personajes a la cabeza, de nuevo exhibía el auge de una bicicleta financiera (un carry trade ampliando las vulnerabilidades externas y generando enormes costos sociales), y también los primeros crujidos propios de su agotamiento: la corrida cambiaria que tomaba impulso, el nivel de reservas en franco deterioro, y las demoras e insuficiencias del FMI, el Banco Mundial, el BID y otras instituciones por el estilo para ensayar un salvataje, cuando no cierta contención. En ese marco cualquier desplazamiento de cualquier alto funcionario sería notable, como efectivamente fue el viaje del vicepresidente del Banco Central (también a fines de marzo de 2025) al Banco de Pagos Internacionales en Basilea, y su regreso haciendo una parada en Londres. Las noticias al respecto de inmediato remitieron intelectualmente a la ruta (sin información oficial) de los lingotes de oro y a las palabras de Caputo evocadas más arriba. Y a la luz de los hechos en curso parecieron una humorada gruesa, un exabrupto adicional demandante de la evocación, a falta de un griego ilustre, al menos de la primera estrofa de la famosísima letrilla satírica Poderoso caballero es don Dinero, debida al genio del noble, político, escritor y poeta del Siglo de Oro español, don Francisco de Quevedo: “Madre, yo al oro me humillo, / él es mi amante y mi amado, / pues de puro enamorado / anda continuo amarillo. / Que pues doblón o sencillo, / hace todo cuanto quiero, / poderoso caballero / es don Dinero.

El viaje siguiendo el posible recorrido de los lingotes de oro que realizó el vicepresidente del BCRA coexistió con la difusión casi deportiva por parte del ministro Caputo de supuestos acuerdos con el FMI referidos al monto y desembolsos parciales de nuevo endeudamiento (total o parcialmente desmentidos por funcionarios del organismo, incluso sin demasiada cordialidad), maniobra que ya realizara Caputo durante la presidencia de Mauricio Macri, cuando también estuvo a cargo de llevar los números. Ahora hubo una suerte de descreimiento general, fuertemente estimulado por quienes critican que a causa de mantener el jolgorio especulativo con un gran atraso del tipo de cambio, las reservas ya se ubican por debajo de los 26.000 millones de dólares, según los entendidos un número cabalístico. Y hablando de cábalas y cuadrúpedos sin montura, hasta Domingo Federico Cavallo publicó en su blog Lo que natura non da el FMI non presta, un sentido artículo donde aseguró que “el financiamiento del FMI y de los demás organismos internacionales es muy importante para aventar el riesgo de default de la deuda externa, algo imprescindible para que disminuya la tasa de interés que Argentina debe pagar para acceder al mercado de capitales en monedas convertibles, es decir, para que el riesgo país que hoy está entre 700 y 800 puntos básicos, pueda descender al rango 200-300 que consiguen la mayor parte de nuestros vecinos”.

Respecto de lo que viene haciendo el gobierno libertario, para Cavallo “pensar en el uso de las reservas externas conseguidas a través de los organismos financieros internacionales para intervenir en el mercado cambiario e inducir o mantener una apreciación exagerada del peso (también llamado vulgarmente «atraso cambiario») es contraproducente y puede significar el fracaso del proceso de desinflación”. Además el ex ministro de Economía y ex Canciller aseguró que “la simple continuidad del manejo cambiario y el uso de reservas que pertenecen a los depositantes de dólares en el sistema bancario para intervenir tanto en el mercado cambiario oficial como en los mercados pseudo libres (CCL y MEP) no conduce a consolidar el clima de desinflación”. Y en consonancia con noticias procedentes del FMI y con la intención de marcar la cancha de Caputo planteó: “Una definición clara de las reglas a la que se sujetarán las políticas monetaria y cambiaria debe ser parte integral del programa que se acuerde con el FMI. El gobierno está en condición de hacerlo con éxito.”

Las manifestaciones de Caputo para que algún especulador sin la expertise necesaria en estas lides no busque, como sus colegas, las puertas de salida, resultaron infructuosas. La devaluación se da por descontada, pero quedarían otras discusiones pendientes, informadas y mutuamente desmentidas desde el Ministerio de Economía argentino y las oficinas del FMI. Son algunos de los puntos pendientes el monto del nuevo endeudamiento, las cuotas de su desembolso, cuánto sería de libre disponibilidad (y brindaría un tiempo suplementario al carry trade en curso al menos hasta las elecciones) y cuánto para honrar vencimientos, entre varios otros. A Caputo no le salen las cosas como quisiera, y trastabilla, mientras las novedades propias de su cartera lo convierten en el heraldo de un porvenir oscuro. Son novedades (inflación, cierre de empresas, consiguiente aumento de la desocupación, caída del consumo, etcétera) que ya no pueden ser disimuladas y movilizan de manera creciente a la opinión pública, de golpe enfrentada con un tema dominante: el dinero.

Como una niebla persistente, como un velo indeseado que minimiza lo que bien podría ser motivo de orgullo, la cuestión dineraria hasta quitó entidad al viaje de Milei y Caputo con destino a Miami, la noche del pasado miércoles. Milei recibió en Mar-a-Lago, la residencia de Trump, uno de esos premios a los cuales la población argentina ya está acostumbrada, pero lo cierto es que fue con la expectativa de ver y convencer al POTUS 47 para que intervenga y agilice el acuerdo con el FMI. O sea que la celebración en Miami por la entrega de un premio replicó la experiencia de la Argentina gobernada por la ultraderecha libertaria, donde después de fútbol, de lo que más se habla es de dinero. Y por tal motivo no parece redundante proponer una vuelta a los clásicos, que aportan siempre una enseñanza y un saber perenne. Volver a los clásicos, volver al más grande comediante, Aristófanes, y su obra Pluto (Dinero, Riqueza) donde muestra que el tal dios “Dinero” es tanto un personaje como el dinero concreto, que había quedado ciego por imposición de Zeus, quien deseaba impedir que distinguiera a los malos de los buenos y se pusiera al servicio de estos últimos. Entonces aparecen dos personajes entrañables, Crémilo y Carión, quienes convencen a Dinero de que no sólo puede recuperar la vista y servir a los buenos, sino también de que es más poderoso que Zeus. ¿Por qué? Una primera respuesta la da Crémilo. Dice: “De las putas corintias se cuenta que, cuando las busca un cliente pobre, no le hacen ni caso; en cambio, si es rico, al instante se ponen hasta de culo.” Carión, por su parte, agrega: “De los muchachos se cuenta también que hacen eso mismo, no por cariño a sus amantes, sino por dinero.”

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