Reconstruir desde el llano sin excepciones para nadie es una de las sugerencias del ex triunviro de la CGT Juan Carlos Schmid. El balance de la protesta del 24 de enero. Qué riesgo entraña Milei. La imagen sindical. Cómo debe vivir un gremialista.
Dice Juan Carlos Schmid que “si queremos, si tenemos voluntad, todos nos tenemos que sentar en el llano, a ver dónde está la salida”. Y remarca: “Todos, absolutamente todos tenemos que actuar partiendo desde el llano”. Ex triunviro de la Confederación General del Trabajo, este rosarino de 71 años es secretario de un gremio pequeño pero antiguo y con una ubicación social que cruza la logística, las exportaciones y la navegación: Dragado y Balizamiento.
En su pequeña oficina de Barracas/San Telmo Schmid exhibe como en exposición un cartucho abollado de gas lacrimógeno. “Lo levanté yo en la Plaza, en el 2001, y lo tengo ahí porque es parte de mi vida.” Su vida incluye la cesantía en el puerto de Rosario por la dictadura y una constante participación gremial y política.
–El 24 de enero la CGT llamó a un paro y a una movilización en todo el país. Los eneros argentinos no son tranquilos, pero no recuerdo otro hecho igual.
–Es que no hubo otra protesta de esa amplitud y esa magnitud en enero.
–¿Y qué analizaron en la CGT después del 24?
—-La masividad fue realmente muy importante. Es la protesta que tuvo mayor alcance en 40 años de democracia. En la era de Saúl Ubaldini como secretario de la CGT el propio Saúl se ponía delante de un pizarrón y nos iba cantando los números. “San Juan, 40 por ciento de acatamiento, Santiago del Estero, 45…” Y de golpe se daba vuelta y decía: “Nivel de adhesión total, 85 por ciento”. Era una de nuestras picardías.
–¿No hay picardía ahora en la CGT?
–No, nada. El alcance federal ha sido algo muy particular. Y eso expresa un profundo descontento. Se suele decir que la sociedad no le da un cheque en blanco a nadie. Pero resulta que en los últimos meses este dato histórico se había perdido en los diferentes análisis. No estaba. Quizás por la animosidad contra el kirchnerismo se perdió de vista el hecho de que el cuestionamiento y la desesperanza son sensaciones comunes que afectan a toda la representación política. Entonces a éstos, más temprano que tarde les iba a tocar. ¿Por qué no?
–¿”Éstos” son los funcionarios del Gobierno nacional?
–Exacto.
–¿Y cómo sigue?
–Dónde va a terminar este proceso político, no lo sabemos, porque también acelera la desconfianza en la política. Muestra su deterioro. Es la historia de cómo la política no puede resolver la vida cotidiana de la gente y el Estado no puede mediar. Pero seamos modestos: supongo que no es la primera vez que suceden estos fenómenos en la historia universal, ¿no?
–¿Incluyendo la falta de certeza para trazar un pronóstico?
–Sí. Uno lee a los analistas, mira las proyecciones económicas, escucha las declaraciones de los actores y no se lleva ninguna certeza de lo que puede ocurrir de ahora en adelante. Hace apenas unos días parecía que el país se encaminaba hacia un triunfo rotundo del Gobierno en el Congreso. La política le iba a otorgar la famosa caja de herramientas que necesitaba Milei. Y resulta que los gobernadores terminaron enfrentados al Ejecutivo, el Ejecutivo se peleó con los gobernadores y contra sus propias alianzas previas. Y a Unión por la Patria no le alcanzó sola la fuerza para que la ley ómnibus no saliera pero se mantuvo firme. Y ayudó mucho la reacción tan temprana del sindicalismo argentino. Si hay algo que la política rechaza es el vacío. Trabajamos mucho. Y quiero contar que siempre hubo en la conducción de la CGT alguien que sí tenía un pronóstico.
–¿Acertó?
–Acertó. Es Héctor Daer. Siempre insistía en que la ley no iba a salir. Que era imposible que la votaran. Y tuvo razón. Evidentemente a eso ayudó el desatino del propio gobierno. Hubo mucha desmesura de parte del protagonista central que es Milei. Decirles a sus aliados cercanos, con un retuiteo, que solo él pudo haberlos hecho trabajar en enero, no es un buen aliciente para los que lo quieren acompañar.
–¿Cómo juega el éxito de protesta del 24 de enero con la dichosa mala imagen del gremialismo?
–Lo que ocurre es que en el caso del sindicalismo se agrega una desconfianza construida también desde el punto de vista del poder. No adhiero al “no nos quieren” o “tenemos la peor imagen”. Nunca vamos a tener buena imagen.
–¿Por qué no?
–Porque confrontamos contra el capital. Y no lo digo en términos ideológicos, sino porque queremos buenos salarios, buenos convenios colectivos y buenas condiciones de trabajo. En un sentido, esos reclamos cuestionan una parte de la rentabilidad del empresario en relación con el valor de nuestro trabajo. La intervención sindical actúa fuera del mercado tal como lo quieren los liberales. Cuando leés nuestra historia, desde la creación del sindicalismo, ves que nunca tuvimos buena prensa. Tomá las crónicas del Centenario, las de 1910, en los grandes diarios de la época. ¿Qué éramos los trabajadores y sus gremios? Ácratas, portadores de ideas foráneas y todo lo que se te ocurra. Y después fue peor, porque en la Argentina la irrupción del peronismo agregó un elemento nuevo: el movimiento obrero quiere incursionar en la política y discutir el modelo de país. Ya ves que somos un problema. Con esto no quiero eludir la respuesta. También hemos generado muy malos ejemplos. Pero el Mahatma Gandhi decía que el océano no se ensucia con dos gotas.
–Es un universo mayor.
–Mucho mayor. Me acuerdo de una entrevista al Perro Santillán, el dirigente de Jujuy, con Bernardo Neustadt y Mariano Grondona. Le hablaban y le hablaban de la supuesta mala imagen de los gremialistas. Y él contestó: “Sí, pero hay miles de sindicatos. ¿Ustedes acaso lo conocen a Juan Pueblo, en la Quebrada de Humahuaca? Hay muchos dirigentes sindicales así, que acá en la Capital Federal son desconocidos”. El aparato mediático no informa sobre cómo el sindicato consigue medicamentos para sus afiliados, ni los cursos de capacitación que da para estar a la orden del día y no quedar atrás de los ingresos de los representados. Si no llega a fin de mes, el afiliado siempre tiene un palenque donde rascarse. Ahora, ¿existen ambiciones desmedidas, errores y malas prácticas? Por supuesto. Somos hijos de esta sociedad y, como escribía Eduardo Galeano, no nacimos de un repollo. Paremos con la obsesión de mostrarse. De los ‘90 para acá, el menemato puso de moda esa cuestión. Era más importante tener que ser. Parece que para un montón de tipos sigue siendo así. Pero voy a ser bien claro: cuando estás en la política te tenés que dejar de hinchar las pelotas. Vos elegís. Hacete cargo de las limitaciones que te da la propia función. Sos un servidor público. Estás para servir al bien común. No podés caer en prácticas que no se condicen con lo que querés representar. Por más que estés en un lugar donde se está tramitando mucho dinero, no podés andar en un Rolls Royce. Y al mismo tiempo no exageremos. Si como dirigente sindical tengo que vivir debajo de un puente no me va a quedar resto para ayudar a otro. Estamos bajo un reflector, y la protesta del 24 nos puso más todavía en ese lugar.
–¿Está mal?
–No, al contrario. Nos pone en el escenario político. Vamos viendo cómo va ganando más valor agregado el sindicalismo, y no quiero dejar de mencionar a las dos CTA y a los movimientos sociales. Cómo nos articulamos. Cómo hacemos para que, llegado el momento de redondear la alternativa política, no seamos convidados de piedra. No puede haber una sola lapicera. Hay que unir desde el llano. Hay que tener en cuenta que todos estamos en el llano. Hace falta una gran cuota de humildad en la reconstrucción. Hay que abandonar la arrogancia, que es todavía peor que la soberbia porque implica un sentimiento de superioridad sobre los otros. Cuando seguimos ese camino nos va mejor.
–¿Qué era lo más preocupante de la ley ómnibus?
–A mí en particular me preocupa mucho la insistencia en recortar las libertades sindicales. La penalización de la protesta, que es el ABC del sindicalismo. La prohibición o la restricción de las asambleas, las huelgas, de la protesta en la calle. Y penalizarnos como si fuéramos delincuentes. Otra vez estaban haciendo una nueva Ley de Residencia.
–Desde 1902, cuando promulgaron esa ley para expulsar a extranjeros sin causa judicial, pasaron 122 años.
–Sí. Y Milei volvía a esos principios porque estaba y está tratando de forjar una nueva realidad constitucional. Como siempre, dicen que vienen a refundar. Pero lo que quieren es refundir a los de siempre, a los trabajadores. El “vamos por todo” es tan autoritario, o tan poco político, como el “todo o nada”. En política hay que llegar a acuerdos. No somos una sociedad de porquería. Tenemos Premios Nobel, ganamos campeonatos mundiales, hay grandes escritores y pensadores, somos creativos… Nos deslumbran los brillos de Europa, pero no pensamos qué traumas vivió Europa en el siglo XX, por poner solo un ejemplo.
–Milei contestaría que a él lo votó el 56 por ciento.
–El fenómeno Milei es en parte el desencanto con tanta mala política de cuarta que ha habido en la Argentina, y principalmente con más de diez años de malaria. Los dos últimos años de Cristina fueron muy malos. Los cuatro de Macri, peores. Los cuatro de Alberto estuvieron cruzados por dos hechos inéditos, sobre todo por la pandemia, y además no hubo ni capacidad ni audacia. Diez años de deterioro económico no se banca nadie.