El resultado es conocido pero sus detalles no. Por eso vale la pena detenerse en la sesión en que el Senado nacional expulsó a uno de sus miembros, Edgardo Kueider, al tiempo que la jueza federal Sandra Arroyo Salgado presentaba un exhorto internacional a Paraguay para tomar declaración indagatoria a él y a su secretaria, quienes serían detenidos una vez que ingresen al país. Entre otros delitos, el ex senador sería imputado por enriquecimiento ilícito, abuso de autoridad, incumplimiento de deberes de funcionario público, cohecho y lavado de activos. Aquí la crónica.
En la Sesión Pública Especial del 12 de diciembre el Honorable Senado de la Nación tuvo cuatro asuntos entrados, de los cuales dos eran mociones de tratamiento sobre tablas para abordar la expulsión y suspensión del senador Edgardo Kueider (S.-2.370/24 y S.-2.385/24), y uno la suspensión del senador Oscar Isidro Parrilli (S.-2.386/24). Fue el senador José Mayans, presidente del Bloque Frente Nacional y Popular, quien abrió el debate y dijo que “nuestro bloque –teniendo en cuenta la información que hemos recibido del Paraguay en cuanto a la detención del senador Kueider, que ha sido capturado in fraganti delito–, según consta en el acta, ha pedido tratar el tema de la exclusión por inhabilidad moral del senador Kueider, ya que, reitero, se encuentra detenido en el Paraguay”.
Agregó Mayans respecto del cautivo, preventivamente alojado con su joven secretaria en un departamento confortable en la capital del país vecino, que la justicia paraguaya fijó un plazo de seis meses para “determinar las acusaciones que tiene en dicho territorio, a saber, por contrabando y lavado de dinero”, al tiempo que “ya se armaron causas acá en la Argentina, que se están desarrollando en este momento”. En tal sentido destacó el hecho de que una jueza había pedido el desafuero y el allanamiento de las propiedades del senador Kueider “porque hay otros informes que hablan de sociedades que son todas fantasmas, truchas, y se encuentran en una causa relativa al enriquecimiento ilícito”. O sea que para su bloque, según Mayans, habiendo un pedido de exclusión por inhabilidad moral y otro de suspensión, de ser posible correspondía unificar el debate y después realizar las votaciones para determinar la decisión del cuerpo al respecto.
Seguidamente surgieron algunas cuestiones reglamentarias en apariencia menores sobre la necesidad (o no) de habilitar los expedientes referidos al senador Kueider, debatirlos en conjunto y someter las ponencias a votación. Y como la cuestión iba para largo, a fin de impedir que el cuerpo eventualmente incurriera en dispersiones temáticas, Mayans hizo una moción de orden. Dijo: “¿De qué vamos a debatir? De estos dos temas. Bueno, entonces tenemos que habilitar primero el tratamiento de estos temas para que no vengan acá con otro asunto que no tenga nada que ver con lo que estamos debatiendo. Entonces, hago moción para que se vote si vamos a habilitar el tratamiento de ambos temas en una unificación de debate.” A esa altura la sesión parecía un torneo de obviedades y chicanas dilatorias, hasta que tomó la palabra la senadora Di Tullio, evocó una disposición reglamentaria y sin proponérselo, dado que el senador Kueider aún presidía la Comisión de Asuntos Constitucionales, trazó la primera pincelada de comicidad. Dijo: “Solo quiero aclarar que estos dos expedientes no tienen dictamen. Por lo tanto hay que habilitar el tratamiento por dos tercios. No tienen dictamen, precisamente, porque el presidente de la comisión está preso en Paraguay. Entonces, lo que hay que hacer es habilitar los dos temas, primero, con los dos tercios de los presentes de esta Cámara, en esta sesión, para poder debatir sobre estos dos asuntos. Eso es lo único que hay que hacer. Y, después, debatimos. La moción de orden del senador Mayans hay que someterla, presidenta.”
Pero la presidenta del cuerpo Victoria Villarruel todavía estaba en otra cosa y pese a la moción de orden cedió la palabra al senador formoseño Francisco Paoltroni, llegado a su banca por La Libertad Avanza pero pronto expulsado por mantener con sus compañeros “diferencias irreconciliables” que lo condujeron a constituir su propio monobloque. El senador formoseño adoptó un irreparable gesto de ingenuidad oceánica y dijo: “Pido para iniciar el debate, señora presidente, que se traten los dos expedientes a la vez, de la suspensión de los dos senadores y en una sola votación.” O sea que mantuvo que fueran dos los expedientes a tratar, pero apeló a una pirueta discursiva que velaba su intención de matar tres pájaros de un solo tiro. En efecto, al poner disimuladamente entre paréntesis el expediente referido a la expulsión lisa y llana del senador cautivo en un departamento asunceño de alta gama (al postergar eventualmente su abordaje para mejor oportunidad), proponía allanar el camino a fin de tratar dos expedientes (uno referido a Kueider y otro a Parrilli) entre los cuales, salvo la sanción disciplinaria consistente en la suspensión, resulta imposible encontrar alguna semejanza. Pero prescindiendo del microscópico detalle de la infragancia en el caso Kueider, por ejemplo, y tratando a presión de equipararlo con los procesamientos que enfrenta Parrilli en la causa del Memorándum con Irán, de ser conjuntamente tratados y debatidos ambos expedientes de suspensión, Kueider y Parrilli quedarían por igual a tiro de onda de la expulsión porque en ambos, más allá de sus carátulas, se invoca el artículo 66 de la Constitución Nacional que establece que cada Cámara “podrá con dos tercios de votos, corregir a cualquiera de sus miembros por desorden de conducta en el ejercicio de sus funciones, o removerlo por inhabilidad física o moral sobreviniente a su incorporación, y hasta excluirlo de su seno”.
O sea que Paoltroni especuló que en caso de rodar la cabeza del tránsfuga de la oposición que se había convertido en pieza clave del gobierno para lograr la aprobación de la Ley Bases, por ejemplo, y continuaba su carrera en alza, lo hiciera en compañía de la cabeza de una pieza clave del cristinismo en la Cámara Alta. Y especuló que el tratamiento simultáneo y la discusión de ambos expedientes (no los referidos a la expulsión y suspensión de Kueider, sino los dos atinentes a la suspensión de Kueider y de Parrilli) forzaría un replanteo de la estrategia de la oposición: si las medidas disciplinarias no excedían la suspensión, el hecho impediría que el despido de Kueider, llegado a la banca por la boleta del Frente de Todos en 2019, derivara en su reemplazo por (nada menos que) la suplente camporista Stefanía Cora. Dicho de otra manera, el senador Paoltroni propuso al cuerpo que lo acompañara en la realización del viejo truco del eclecticismo, maniobra que en la política vernácula actual suele manifestarse como antikirchnerismo en particular y antiperonismo en general. Y apenas concluyó Paoltroni hubo reacciones airadas y la senadora Di Tullio debió aclarar de nuevo que reglamentariamente correspondía primero votar la moción de Mayans, para luego continuar con lo que el cuerpo decidiera. Y Mayans, de acuerdo con la versión taquigráfica de la sesión y a sabiendas de que sus palabras compondrían un auténtico no sense y motivarían la envidia de algún comediógrafo desocupado (que en la Argentina libertaria abundan) dijo: “¿Por qué no le corren el tarrito al senador, para que mee afuera?”
Así que a la presidente Villarruel, mientras proseguían las gestiones de la jueza federal Sandra Arroyo Salgado para detener a Kueider y a su secretaria una vez que ingresaran al país e interrogarlos, no le quedó otra que habilitar la votación para el tratamiento de los dos expedientes juntos, pero referidos a Kueider, el primero de ellos por su expulsión y el segundo por la suspensión. Fueron leídos, hubo reacciones entre los presentes, el senador Paoltroni insistió con su postura pero la doctora Villarruel le recordó que había una votación pendiente en ese momento, y ante la insistencia de Paoltroni de nuevo intervino Mayans y dijo: “¿Por qué no le da el reglamento para que lo lea, presidenta?”
Votado positivamente el tratamiento, una vez en el debate la senadora Fernández Sagasti señaló que el presidente Milei había dicho que “el senador Kueider es un problema de los kirchneristas y que esto lo tienen que resolver los kirchneristas, y que si es corrupto, que lo expulsen ya como una rata”. Dijo además que Milei se había pronunciado, y por lo tanto ella venía “como peronista, afiliada desde los 18 años, hija de un militante peronista y nieta de un militante peronista de la provincia de Mendoza, a pedir la exclusión del senador Kueider”. Y tras advertir que coincidía con aquellos que planteaban que era necesario aplicarle una severa sanción disciplinaria, agregó: “El mismo presidente Milei está diciendo que es un problema de los kirchneristas. Bueno, acá venimos los kirchneristas, los peronistas, a pedir la exclusión del senador Kueider. Repito, salvo que se hayan convertido en la peor de las castas: decir algo y hacer otra cosa. O, lo que es peor aún, el miedo a que se sepa cómo se consiguieron los votos para la Ley Bases. O el miedo a que, si no lo protegen y encubren, como están queriendo hacer ahora, cante más que Valeria Lynch.”
La senadora Fernández Sagasti disparó contra varios aspectos de la gestión libertaria con munición gruesa, destacando el escándalo referido a sacar la ley de financiamiento de partidos políticos. Dijo: “Eso sí que es una debacle institucional, porque el narcotráfico, por ejemplo –tanto que dicen que lo vienen a combatir–, va a poner muchos legisladores. Ni hablar de los grupos concentrados económicos, etcétera. Pero en cuanto al crimen organizado, si no hay trazabilidad en el financiamiento de los partidos políticos, créanme que va a haber muchos acá, en las bancas, que no representarán a sus provincias.” Y luego abordó el tema que tuvo a Kueider en el centro de la escena: “Todos sabemos lo que pasó con la Ley de Bases –dijo la senadora Fernández Sagasti–. Un día la comisión no tenía los números para el dictamen, pero apareció el hoy jefe de Gabinete y hubo una firma que les dio el dictamen. Fue la del senador Kueider. El senador Kueider había hecho por escrito 40 observaciones a la Ley de Bases. A pesar de eso, firmó el dictamen. Nosotros sabíamos que se compraban senadores como se compran artefactos en la góndola de un supermercado, lo vimos. Vimos embajadas, vimos rotondas, vimos promesas de obras. Pero en el caso del senador Kueider, hubo hasta un decreto presidencial que tengo acá, sacado el mismo día en que empezaba el debate de la Ley Bases en este Senado. Este decreto crea la Comisión Técnica Mixta de Salto Grande, indicando asimismo a quién le corresponderá la presidencia de la delegación. Esto era lo que pedía el senador Kueider para votar la Ley de Bases. Suponíamos que era solamente esto. Hoy queremos saber qué más. Queremos saber si estos billetes verdes que intentó contrabandear tienen que ver con el pago de la Ley Bases. Eso queremos saber. Y este decreto fue publicado al otro día, cuando se votó la Ley Bases. Esa es la caradurez y la impunidad con la que los autoproclamados refundadores de la República quieren venir a darnos muestras de moral y valores.”
El debate fue largo, duró alrededor de cinco horas, y el resultado final de la votación a favor de la expulsión no dejó la menor duda: 61 votos positivos, una abstención y 5 votos negativos. Informado de la novedad el presidente Milei, de viaje hacia Roma donde sería distinguido con un premio “Milton Friedman”, recibiría de la primer ministro Giorgia Meloni la ciudadanía italiana, se reuniría con algunos empresarios y participaría del festival juvenil Fratelli d’Italia Atreju, celebrado en el Circo Máximo de Roma, sobreactuó una reacción intempestiva para cuestionar primero a quienes habían hecho lo que había recomendado, para poner luego bajo la lupa el manejo de la vicepresidenta Victoria Villarruel, y un largo etcétera. Tanto desde Paraguay como desde Roma llegaron argumentos similares, apuntando a declarar nula la sesión en base a cuestiones formales: si el presidente ya estaba en vuelo y Villarruel debía reemplazarlo al frente del Poder Ejecutivo y no presidir la sesión en el Senado, ¿eso invalidaba lo actuado? Pero además, ¿hubo notificación fehaciente de que Milei se iba? La discusión parecía no tener fin, con tendencia a volverse magallánica, con matices graciosos como la intervención del área que dirige el vocero Manuel Adorni difundiendo un mensaje para la secretaría de Villarruel en el cual le comunicaban el viaje presidencial y un documento del Sistema de Gestión Documental Electrónica (GDE) al respecto. Pero más allá de las cuestiones formales el hecho político consumado, que implicó la expulsión de un senador muy próximo al gobierno, no resultó asimilable por más que se lo atribuyera a cuestiones burocráticas, ni disimulable al amparo de las crecientes tensiones entre la Casa Rosada y Victoria Villarruel.
Italia recibió muy bien a Milei. Acompañado por Karina, su hermana y secretaria general de la Presidencia, pudo poner entre paréntesis los sinsabores de la gestión del día a día, y disfrutar de un protagonismo sin orillas. La expulsión de Kueider fue un trago amargo que cruzó el océano, ciertamente, como las crecientes desinteligencias con la vicepresidenta Villarruel. Sin embargo, la participación en el festival juvenil Fratelli d’Italia Atreju, que se celebra anualmente en el Circo Máximo de Roma, debió ser uno de los momentos más gratos porque allí, ante un público debidamente de derecha, brindó un discurso y pudo repetir, como parte de su letanía habitual, el “decálogo” que presentara a comienzos de diciembre en la reunión de la Conferencia de Acción Política Conservadora (CPAC) en Buenos Aires. Aunque el escándalo del ex senador Edgardo Kueider seguramente lo alteraba, se le figuraba como una mezcla de molestia y de amenaza, lo cual tal vez motivó que al presentar su “decálogo” no se le ocurriera mejor idea que apelar a una metáfora futbolera acorde con el país anfitrión, y asegurara que “es como una suerte de catenaccio, pero en política”.Para la audiencia italiana seguramente no fue motivo de extrañeza un Milei defensivo (tal vez sensibilizado por las noticias sobre Kueider), que promovía su receta para hacer política exitosa asimilándola simbólicamente al célebre catenaccio (cerrojo), la táctica que prologara el ingreso del fútbol en una etapa menos heroica y más especulativa, por no decir otoñal. Entonces insistió Milei en la necesidad de dar la batalla cultural porque “tener una buena idea es solo el comienzo, para que sea efectiva, debe ser correctamente comunicada”. Y hay que decirlo: la cosmovisión del Presidente argentino al respecto llama la atención porque así como “la izquierda es la prueba de que las ideas más terribles pueden triunfar si tienen un buen marketing”, las que ya cristalizaron en su decálogo cumplen con un mandato de Lenin, quien “si bien era un zurdo reventado, a veces decía cosas interesantes y merece ser escuchado: Sin teoría revolucionaria, no puede haber un movimiento revolucionario”.