Incluso sin la ley ómnibus, el daño ya es casi irreparable en este contexto político. Milei cumple las ideas de Macri sobre el ajuste y las de Bullrich sobre orden y represión.
Según dice algún proverbio, dime qué hacen y te diré quiénes son. Y qué representan. Y cómo pueden terminar. El esquema lineal y sin tapujos de la política económica es muy simple y bastante conocido en la historia pero más profundo y duro: bloquear las transferencias a las provincias, salvo la coparticipación, obturar el fondo de incentivo docente, etcétera.
Nada quedará en pie: sinceramiento de los precios de los servicios públicos, corte de los subsidios al transporte. En el AMBA, parcial por ahora. Después, total.
En energía, o sea gas y electricidad, solamente el 30 por ciento quedará con una tarifa social. Para el resto, cero compensación, tanto si son usuarios particulares, pymes o empresas gandes. Suba del impuesto a los combustibles. Ya la Premium no se paga menos de 1000, pero en marzo se irá a 1200 pesos. Y mientras tanto, otro golpe a los haberes de los jubilados y pensionados. ¿Que a los de la mínima les darán un bono? Igual no llegarán a compensar el costo de vida de diciembre, enero y febrero. Al resto, reducción del 30 por ciento Así, de un saque. Todo muy rápido como la frase con la que Mauricio Macri indica sus deseos sobre la forma de hacer las cosas. Por último, un incremento ya en práctica es el Impuesto País, que significa, con coparticipación o sin ella, un ingreso de más de 10.000 millones de dólares. Una devaluación encubierta que se suma a la dispuesta el 12 de diciembre. Incluso sin la ley ómnibus, el daño ya es casi irreparable en este contexto político.
Se cumple la idea de Macri sobre lo mismo pero más rápido, y la de Patricia Bulrich de orden y represión.
No se puede hacer una proyección seria en este panorama incierto. Sí se puede establecer que cualquiera sea el desenlace, la Argentina ya sufre un golpe fuerte, desde todo punto de vista. Si la oposición nacional no encuentra su camino y la gestión lleva adelante lo que comenzó, terminaremos con menor inflación pero con aumento abrupto de la pobreza y la indigencia. Se pulverizará el mercado interno, es decir la suma de salarios e ingresos que constituyen la demanda de todos los bienes y servicios. Se liquidarán miles de pymes. Y lo más grave: otra vuelta de rosca para primarizar el aparato productivo.
En este laberinto político actúan los comentaristas, politólogos y sociólogos que intentan interpretar o explicar con un vocabulario lleno de eufemismos la derecha, la izquierda y el populismo. Y los medios dramatizan y exhiben la desgracia como si fuera una serie de Netflix. Sin autocrítica unos. Con un lenguaje descriptivo, los otros. Muchos con una sonrisa inocultable. Entretanto la clase media y la clase trabajadora son golpeadas salvajemente con el grave pronóstico de que mucho piensan que todo es necesario. Algunos, porque el ajuste mismo sería salvador. Otros, para que no vuelva el peronismo.
Muchos siguieron el debate en la Cámara de Diputados por las leyes enviadas por el Poder Ejecutivo. Sin ley ómnibus, de todos modos, sigue en pie un proyecto liberal sin precedentes.
Por supuesto que no cejarán en la idea del blanqueo, que es mirado hasta con simpatía por propios y extraños. Las privatizaciones, con restricciones. Y así otros temas que aumentarán la tensión política y debilitarán la nación.
Muchos conceptos están impregnados en la sociedad. Por ejemplo, bajar la inflación a cualquier costo. Bajar el gasto público. Exportar. Orden, seguridad, casta política, corrupción. Todos estos conceptos dominan el lenguaje de una parte de la sociedad y son un paradigma. Deberían ser desentrañados y explicados uno por uno.
Quita de subsidios, licuación de jubilaciones y ahorros, parálisis de la obra pública, apertura de la economía, achicamiento de salarios y disminución del mercado interno son los pilares de la política económica del Gobierno.
Vayamos a otro escenario: todo se descontrola, manifestaciones, protestas, violencia callejera, sindicalismo extremo… ¿Quién aprovechará esta coyuntura de caos económico y social? ¿Quiénes serán los dirigentes que surgirán de esta crisis? Porque la represión también tiene sus límites. ¿Los gobernadores asumirán la siniestra realidad que les espera? ¿Emitirán cuasimonedas?
El peor de los diagnósticos seria la resignación. Por eso la militancia debe trabajar sin pausa para evitar esa actitud, que sería el camino al cadalso. No hay por qué resignarse a que la crisis se resuelve destruyendo, a que la recuperación real de los salarios es imposible o a que la sustitución de importaciones es una metodología ya perimida. No hay motivos para resignarse a un futuro sin Estado presente, que además de la salud, la educación, la defensa, la seguridad, la vivienda y la protección de los caídos tenga la compleja tarea de resolver el desarrollo de la industria del conocimiento. Según los organismos internacionales, dejará sin trabajo al 30 por ciento de los actuales.
Bullrich sueña con el modelo de Bukele.
De todo esto hay que hablar en los medios, en las redes sociales y el los grupos de amigos. Es el único modo de construir una dirigencia lúcida para liquidar rápidamente la derrota que están sufriendo el país y el pueblo.