Un Gobierno perdido en el mundo

Las políticas industriales no están pasadas de moda. Y la retranca de la globalización veintitrés años después de su aceleración, sugiere que el librecambio alentado por el gobierno argentino está descolgado de la realidad.

El afamado historiador Adam Tooze toma nota de que la actual coyuntura de la economía mundial tiene como uno de sus rasgos característicos el auge de la política industrial. Esto significa aranceles aduaneros, subsidios y préstamos blandos para iniciar actividades productivas que los gobiernos consideran estratégicamente importantes. La movida es, de momento, un largo adiós a la globalización dado que supone proteger actividades que sin el concurso de las barreras aduaneras no harían pie para ser rentables. 

Cita en apoyo a esta observación un paper con el que enseñan en Harvard los economistas Réka Juhász, Nathan Lane y Dani Rodrik titulado “La nueva economía de la política industrial”. Los autores señalan que “la preminencia de la política industrial ha aumentado considerablemente en los últimos años, a medida que los gobiernos se han involucrado cada vez más en asuntos como la transición verde, la solidez de las cadenas de producción, el desafío de los buenos empleos y la competencia geopolítica con China”.

El trío describe: “Los economistas académicos a menudo han actuado como espectadores (y muchas veces como detractores) mientras se desarrollaban políticas como las leyes CHIPS e IRA en Estados Unidos. La buena noticia es que hay mucho que aprender de la variedad de políticas industriales en todo el mundo. En los últimos años se ha desarrollado una considerable literatura que proporciona evidencia rigurosa sobre cómo funciona realmente la política industrial y cómo moldea la actividad económica. Esta literatura representa una mejora significativa con respecto a la generación anterior de trabajos empíricos, que eran en gran medida correlacionales y estaban empañados por problemas de interpretación. La reciente cosecha de artículos ofrece en general una visión más positiva de la política industrial. Más importante aún, proporciona una comprensión mucho más matizada y contextual de la política industrial. Permite a los economistas participar en los debates sobre la política industrial de una manera más productiva, arrojando luz en lugar de calor”.


Y también Tooze ilustra con el gráfico de un trabajo donde se establece la frecuencia con que se menciona el concepto “política industrial” en los grandes medios globales especializados en economía y negocios. 

La globalización llegó a la etapa de la política industrial. El gobierno argentino, que vive en su propio mundo, se muestra completamente refractario a esa política industrial. Niega la realidad, y eso permite vislumbrar, si se mantiene, una perspectiva muy opaca, muy oscura. 

El tercer milenio despuntó con los Estados Unidos sintiéndose aún triunfantes de la Guerra Fría. Nadie le daba mucho crédito a enfoques como los de Immanuel Wallerstein cuando advertía años antes que “la destrucción del Muro de Berlín y la subsecuente disolución de la URSS han sido celebradas como la caída de los comunismos y el derrumbe del marxismo-leninismo como fuerza ideológica en el mundo moderno”. Y agregaba: “Sin duda eso es correcto. Pero además han sido celebradas como el triunfo definitivo del liberalismo como ideología. Esto es una percepción totalmente equivocada de la realidad. Por el contrario, esos acontecimientos marcaron aun más el derrumbe del liberalismo y nuestra entrada definitiva en el mundo de ‘después del liberalismo’”. 

Ese diagnóstico lo llevó a Wallerstein a sopesar que “la cuestión muy seria que se abre ante nosotros al entrar en la primera mitad del siglo XXI (cuando la economía capitalista mundial estará en crisis total y aguda) es si realmente surgirán nuevos movimientos transformadores, con estrategias y programas de acción también nuevos. Es muy posible, pero está lejos de ser seguro. La razón es que nadie ha propuesto estrategias y programas de acción nuevos para remplazar las ya difuntas estrategias wilsoniano-leninistas para el Tercer Mundo, que en sí no eran otra cosa que extensiones de la estrategia del siglo XIX consisten en tomar el poder del Estado, una estrategia empleada tanto por los movimientos socialistas como por los nacionalistas”.

El mundo se felicitaba entonces de ser un sitio que sólo precisaba reglas de juego para expandir el negocio multinacional aprovechando los salarios baratos de la periferia, con China como el plato central del banquete. El menú completo estaba compuesto de un ir y venir de mercancías que se habían dejado de fabricar en los países desarrollados para diseminarse por la periferia. Quedaba desempleada mano de obra muy calificada. Debía migrar desde la periferia porque las inversiones de enclave tienden a desintegrar el país si el plan no tiene como objetivo un mercado interno sólido.

Fue la época en que de buenas a primeras las naciones menos favorecidas pasaron a ser mercados emergentes.

Kathleen C Schwartzman analizó las secciones de noticias empresariales de LEXIS-NEXIS online. Debe consignarse que estas estimaciones son sólo indicativas porque se basan en la población de revistas y servicios de noticias incluidos, justamente, en la base de datos LEXIS-NEXIS de aquella época. Y apareció una palabra repetida: “transparencia”.

Cabe coincidir con Schwartzman cuando puntualiza que “si bien los contadores se habían referido regularmente a la transparencia de los precios, la palabra adquirió un uso mucho más amplio después de 1990. Se volvió común utilizarla en referencia a los presupuestos nacionales de los países en desarrollo. Una nueva retórica sustituyó a otra anterior: así como los ‘países en desarrollo’ se convirtieron en ‘mercados emergentes’, palabras como ‘centralización’, ‘planificación’ y ‘autarquía’ fueron reemplazadas por ‘desregulación’, ‘liberalización’ y ‘transparencia’”. 

Según la autora, “los nuevos vocabularios surgen de una explicación basada en la coerción del sistema mundial, y el correspondiente vocabulario fue el resultado de la nueva etapa. El encuadre era relacional: del centro a la semiperiferia y la periferia. No se trataba simplemente de que la transparencia fuera superior, sino que está dirigida a los mercados emergentes”. Es decir: debían ser transparentes para Wall Street y afines. Que viene a ser, aunque sin el mismo léxico, el dogma que impera hoy en la Casa Rosada.

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