Un plan para Trump

La poderosa Heritage Foundation tiene un plan de 952 páginas para refundar los Estados Unidos y liquidar toda oposición interna al próximo presidente republicano. Los detalles. Los castigos previstos.

Hay que empezar por entender algo que para la Heritage Foundation, la Fundación Herencia, es fundamental: la única libertad posible viene de Dios, no de los hombres o las leyes. El que no lo entienda, el que no lo crea, es simplemente un “marxista cultural”. No es una idea nueva: en los ochenta, don Cosme Beccar Varela, supremo de Tradición, Familia y Propiedad, explicaba que en este ancho mundo no hay demócratas, ni socialistas, ni liberales. Sólo hay cristianos y comunistas…

Pero a diferencia de nuestra minúscula TFP, la Heritage es poderosa y parte del riñón de la derecha republicana en Estados Unidos. En un país donde pululan los comités electorales, think tanks y editoriales conservadoras, esta fundación tiene un rango de institución central que hace y deshace plataformas. Ni el Cato Institute, el Vaticano del libertarianismo económico y social, le llega al hombro.

La Heritage siguió de cerca el final del gobierno de Donald Trump en 2020, sus esfuerzos por instalar la idea de que hubo fraude y el banal asalto al Capitolio para impedir la oficialización del voto que derivó en una mezcla de violencia y selfies. Los de la fundación son gente seria, habituada al poder, con todo el acceso posible y con amplios fondos para financiar cualquier proyecto. La conclusión a la que llegaron es que Trump falló por moderado, por respetar las reglas del juego. Tendría que haber pateado el tablero desde el primer día.

Con lo que en ese mismo 2020, comenzaron a preparar un plan. Kevin Roberts, presidente de la Heritage, armó un grupo que llamó Proyecto 2025 con una consigna central, crear una guía de acciones inmediatas para que el próximo presidente republicano pudiera desarmar el “Estado profundo”, alinear a los militares, despedir a los marxistas culturales enquistados en la administración pública y sacarse de encima toda oposición interna. El plan fue publicado en 2023 como un libro de 952 páginas y una enorme guía de conservadores ya vetados para ocupar puestos clave.

El libro circuló entre los candidatos republicanos, claro, pero estaba escrito para el que todos sabían que ganaría las internas. Y se nota, porque parece una guía para que Trump aprenda de sus errores y sepa cómo liquidar a los que, según él, lo traicionaron y le pusieron límites en su primer gobierno.

El plan es de una simplicidad preocupante. Primero que nada, el primerísimo día de gobierno, hay que echar a decenas de miles de empleados públicos y reemplazarlos por conservadores leales y ya aprobados, los que se anotaron en la guía. Al mismo tiempo, y por decreto, se recorta hasta el hueso el presupuesto del Ministerio de Justicia, que tantos sinsabores le dio a Trump, se disuelve el FBI y se liquida el Departamento de Seguridad Doméstica, el famoso Homeland.

También se eliminan los ministerios de Educación y de Comercio, y se destruye todo el andamiaje legal que protege el medio ambiente y limita la explotación de parques nacionales y tierras públicas. En este caso, no se disuelven los entes públicos, pero se reemplaza a sus técnicos y científicos con conservadores negacionistas, cosa de imponer un nuevo paradigma. A quien levante la cabeza, a quien haga una manifestación, le va a caer un sayo bravo, el de insurrecto: el plan incluye la idea de invocar la Ley de Insurrección de 1807, que permite declarar sediciosos a los que protesten y caerles con el ejército. Esto, hay que saberlo, no ocurrió nunca en más de dos siglos.

Como todavía hay Estados en la Unión donde el aborto sigue siendo legal, el plan incluye que el Ministerio de Salud exija un informe semanal de cuántos abortos se realizaron y en qué término del embarazo, con nombre completo y dirección de la paciente. Salud también tendrá el mandado de no aprobar ni permitir drogas abortivas.

Y un blanco favorito, los inmigrantes. Como primero hay que encontrarlos, la idea es saltarse la constitución y agregar al próximo censo la pregunta, jamás hecha, de si uno es o no es ciudadano. En ese caso, el formulario del censo dejaría de ser anónimo y deberá ser enviado a Migraciones. Desde enero, Trump viene prometiendo “la mayor deportación de ilegales en la historia”.

Hasta hay un capítulo breve pero aplastante sobre minorías: el nuevo gobierno republicano derogará toda legislación de protección por género y orientación sexual, raza o credo.

El director del Proyecto, Paul Dans, fue funcionario de Trump y en septiembre explicó cómo se lograría eso: “La idea es preparar sistemáticamente un ejército de conservadores que marche al gobierno, que sea disciplinado y entrenado, y que esté listo a darle batalla al estado profundo”.

¿Esto tiene base legal? Es dudoso, porque el gobierno de Estados Unidos no le da tantos poderes al Presidente como el argentino y tantos otros. El DNU de Javier Milei hubiera sido cuestionado en sede judicial por su propio Procurador General, cuya función no es ser el abogado del presidente, como creía Trump, sino vigilar que los actos de gobierno sean legales. Tampoco es común que un presidente se involucre en nombramientos de segundas líneas o líneas aún más bajas, porque por tradición el Ejecutivo nombra unos pocos, pocos cientos de funcionarios y trabaja con el servicio civil estable, que le obedece… mientras reciba órdenes legales.

Pero Trump dejó una Corte Suprema alineadita y conservadora, que se cargó el acceso al aborto bajo un gobierno demócrata. Y el Plan tiene una teoría para presentarle a esa corte, la de la Autoridad Unitaria del Poder Ejecutivo, que afirma que el presidente tiene la suprema autoridad sobre la rama ejecutiva, sin límite alguno, y debe ser obedecido en todo, sin vueltas ni moralismos. Es fácilmente concebible que la actual corte acepte este argumento.

El Plan no es retórico, sino un diagrama para revolucionar hacia la derecha al gobierno de Estados Unidos. Tiene cuatro secciones, que los autores llaman “pilares”. El primero es el libro en sí, que refleja el consenso entre cien -sí, cien- grupos o think tanks de derecha sobre cómo deberían funcionar los ministerios y agencias del país. El segundo pilar es la base de datos de personal a nombrar, el “ejército” entrenado y listo para el desguace. El tercer pilar es un curso online para entrenar a los candidatos, y el cuarto es un manual de acción inmediata, a aplicar “apenas Trump levante la mano de la Biblia”.

Según parece, la idea del curso de entrenamiento online fue del mismo Trump, que propuso crear una Academia Americana de gobierno que eduque funcionarios para no sean “ni progres ni jihadistas”. Para financiarla, el ex presidente propuso en septiembre un impuesto a las universidades, “que transforman a los estudiantes en comunistas y terroristas”.

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