Paradójicamente, Corea del Sur es señalada como modelo por quienes en la Argentina desprecian la industrialización y no tienen en cuenta las tremendas secuelas de desindustrializar el país.
En 1976, bajo el paraguas de una brutal represión, una política de corte neoliberal da inicio a un acelerado desarme de nuestro tejido industrial.
El efecto de la desindustrialización como tendencia predominante durante los casi cincuenta años que transcurrieron desde el inicio de la última dictadura se traduce, entre otros indicadores, en el crecimiento exponencial de la población bajo la línea de pobreza e indigencia. Para el primer caso, pasamos entre un 5/10 por ciento en la primera mitad de la década de los 70 del siglo pasado, a superar el 40 por ciento en la actualidad.
Es común que se omita ese dato en los análisis. Pero si bien la desindustrialización no es la única causa de esta involución, cualquier reflexión que se proponga explicar el empobrecimiento de amplios sectores de la población no puede omitir como telón de fondo el daño sufrido por nuestro tejido industrial. Las secuelas son conocidas: desocupación, reprimarización de la economía, precariedad laboral, informalidad, bajos salarios y desinversión.
Se suele escuchar, machaconamente, cuáles son los modelos a seguir. Pero, paradójicamente, los mencionan quienes rechazan en la Argentina el objetivo de la industrialización que si han seguido los mismos. Por ejemplo, Corea del Sur. Allí puede verificarse un esfuerzo constante a lo largo de los años por impulsar el proceso de industrialización como un motor clave de la transformación de su economía, exactamente a la inversa de lo sucedido en nuestro país (Ver Gráfico I).
Gráfico I: Industrialización, valor agregado (porcentaje del PBI) Argentina – República de Corea
Fuente: Base de datos DataBank, Banco Mundial.
La casuística es amplísima en cuanto a estas experiencias, pudiendo diferir en cuanto alineamiento internacional o esquemas internos. Pero coinciden a la hora de seguir, con su propio estilo, procesos de industrialización para dotar de bases sólidas a sus respectivos proyectos, como es el caso de Vietnam (Gráfico II).
Gráfico II
Fuente: Base de datos DataBank, Banco Mundial.
En los proyectos subordinados –en sus diversos ropajes- está claro que apuntan a la desindustrialización o a su presencia en clave de enclave. No es una casualidad o un “daño colateral”. Es uno de los ejes de avance de estas estrategias, pues desindustrializar es socavar y debilitar materialmente el bienestar de un pueblo y su capacidad para ejercer su independencia política.
Nota para ambos gráficos: El gráfico emplea industrialización como sinónimo de industrias manufactureras (pertenecientes a las divisiones 15 a 37 de la CIIU). El valor agregado es la producción neta de un sector después de sumar todos los productos y restar los insumos intermedios. Se calcula sin hacer deducciones por depreciación de bienes manufacturados o por agotamiento y degradación de recursos naturales. El origen del valor agregado se determina a partir de la CIIU, Revisión 3.