“Imagina que no hay países, no es tan difícil de hacer”, cantaba Lennon. Nada más lejos del modo en que Milei concibe un mundo sin fronteras regido por los líderes del anarcocapitalismo internacional.
La sentencia cayó con una contundente certidumbre después del discurso en Davos: “No lo aplaudieron al finalizar”, “No sabe a quién le está hablando” o “En Davos perdió al círculo rojo”.
¿Sabe Milei a quién le está hablando?
Acá vamos a hipotetizar que sí.
¿Quién habla?
Empecemos por poner foco en su relación con su cuerpo y en los problemas de autoestima que tiene con su imagen. Las fotos editadas de su rostro y el soporte sobre el cual se para con el fin de ganar altura, son evidencias. Alguna disfunción en el hipotálamo hace que pueda estar vestido con chaleco antibalas y campera de cuero con una temperatura ambiente de 38 grados sin inmutarse. Refiere que preferiría no tener que molestarse en comer comida si pudiera alimentarse con pastillas. Comenta públicamente en televisión que eyacula cada seis meses y frecuentemente se muestra irascible y violento, especialmente con mujeres.
Desde estas características Milei yergue su posición enunciativa.
La completa con una parafernalia “filosófica” de mercado (financiero) y referencias a la escuela austríaca en economía a partir de lo cual se posiciona como experto.
En dos entrevistas televisivas en vivo, dijo que “el Estado es un pedófilo en el jardín de infantes, con los niños encadenados y bañados en vaselina”. Expertos en la deep-web (web profunda) y en su segmento llamado dark-web (web oscura) explican que no se trata de una analogía producto de su imaginación, sino de una acción concreta que existe en esa territorialidad en la que se realizan prácticas clandestinas y acciones ilegales.
Falta el condimento de su relación con su hermana, sus “diálogos” con su perro muerto, sus perros clonados y su mesianismo.
¿A quién le habla?
Propondremos acá tres actores sociales principales como enunciatarios del discurso de Milei: el mundo financiero global, los nativos digitales y el patriarcado latente.
Los parámetros de análisis de la politicidad pre-internet no pueden asir ni interpretar este fenómeno.
Milei no les habla a los poderosos del capitalismo productivo, sino a los líderes del anarco-capitalismo financiero transnacional como Elon Musk o Larry Fink. Describe un mundo sin fronteras pero no en el sentido que le dio Lennon en “Imagine”, sino más bien todo lo contrario.
Les habla a entidades financieras transnacionales que proyectan por ejemplo ubicar a Nayib Bukele como “Presidente de Centroamérica”.
Desconoce, no en el sentido de no-conocer sino en el de negar, las naciones. También sus instituciones, regulaciones, identidades culturales. Al punto de poder proclamarse ex-hincha de Boca y actual anti-Boca.
Lo que este proyecto global demanda de la política que Milei encarna es justamente el arrasamiento de todo orden normativo, jurídico, político, cultural y económico soberano de las naciones.
La territorialidad digital, con su ubicuidad, su multitemporalidad, sus redefiniciones del tiempo y el espacio, contribuye a la disolución de las fronteras nacionales. Excede los objetivos de esta reflexión problematizar el concepto complejo de frontera, pero entendiéndola como marco de una subjetividad colectiva que desarrolla sus fraternidades y sus adversidades en relación con otra, podemos ver emerger lo plural de su constitución. En cambio esta territorialidad digital está hegemonizada por las fronteras de lo individual. A ese individuo sin pertenencia colectiva de ningún tipo, le habla Milei.
Complementariamente, a ese individuo muy mayoritariamente joven, masculino y patriarcal, la propuesta libertaria lo invita, a través de varias de sus vocerías, a una eroticidad extremadamente primitiva que el avance de la subjetividad propia del reconocimiento de los derechos de mujeres y diversidades había creído superada por completo. Ramiro Marra explicó también en televisión que él les sugería a los jóvenes que para recibir educación sexual, tal como lo hizo él, vean pornografía. Aclaró que no hace falta que existan la educación sexual integral ni el ministerio de la Mujeres. En sintonía, la diputada Lilia Lemoine reivindica la violencia machista en fotos públicas maquillada como si hubiera sido golpeada y obligada a practicarle sexo oral a un joystick. El corolario de esta línea ideológica podría ser la foto de Javier Milei besando a Fátima Florez sobre el escenario, o la mancha en la sábana que la artista publicó en sus redes sociales.
Hay un meme que fue viral y que sintetiza a estos tres actores sociales: el mundo financiero de penthouse, lo nativo digital y el patriarcado. Su autor es Elon Musk.
¿Contra quién habla?
Podríamos hacer una larguísima enumeración de los sectores a los que Milei ignora y/o ataca. A la política, al sindicalismo, a los jubilados, a los discapacitados, al feminismo, a los científicos, a los derechos humanos, etcétera. Pero elegiremos uno que sirve para comprender cuál es la estrategia: la cultura.
El recorte a la cultura, más que una decisión económica es sin dudas una decisión política.
Es en la cultura en donde Milei encuentra su obstáculo mayor. Ella es su más poderosa adversaria. La ha convertido en su enemiga.
La cultura en sentido amplio como algo que nos constituye, nos define, nos identifica. La cultura como empatía de lo común. La cultura como génesis del cuidado.
Lo sensible, tradicionalmente entendido como débil, como atribución de lo femenino, lejos de constituirse en vulnerabilidad, pareciera habilitar en este tiempo atroz, fortalecido en su politicidad, un fundamento: el de la esperanza.