La Argentina tras la implosión japonesa. En medio de la incertidumbre, lo único sólido que no se desvanece es la capacidad de los libertarios de trasmutar un viento de popa para que sople como uno de proa. Y si llega a soplar de proa despliegan las velas hacia la profundizar la recesión antiinflacionaria. En ese caso no bajarán los precios: no habrá precios pues no habrá bienes.
La primera semana de agosto arrancó a los tiros en los mercados financieros globales. Una notable caída de la bolsa japonés y un informe del desempleo norteamericano fueron la mala junta del hambre con las ganas de comer que pusieron a parir -por muy corto lapso- a los agiotistas. El país oficial dice que la capacidad defensiva de los instrumentos de política económica de los que dispone, primordial y básicamente el control de cambios conocido popularmente con el torturante sustantivo “cepo”, procura que el incendio global –en caso de persistir- apenas nos chamusque.
Hablando de hogueras, es de sospechar que la tetralogía operística de Richard Wagner es la opción libertaria de música de fondo para cuando arden las brasas. ¿Qué les dará ganas de hacer cada vez que escuchan la imponente “Cabalgata de las valquirias”? Parece que ir a visitar a la cárcel a genocidas condenados es uno de los impulsos que suscita la saga de los nibelungos.
Volviendo a la financiera y muy criolla hoguera de las vanidades, la pérdida de reservas y la malaria económica reinante ponen en seria duda la fe del país oficial. La primera porque los dólares son la pólvora en esta conflagración. La segunda se realimenta de la primera para –objetivamente- horadar el poder político del gobierno. Es la consecuencia necesaria de la ominosa perspectiva de dejar a la mayoría de los argentinos a los saltos por un elusivo bizcocho, que busca en su fervor recesivo la política antiinflacionaria del país oficial.
Un racconto de lo sucedido estos días en los mercados globales del dinero, sugiere que al real problema que enfrenta la Argentina, de otra vez ir desentonando el Himno a la Alegría mientras se marcha a buen ritmo a otra crisis de balanza de pagos, no le es indiferente una nueva mancha del tigre.
En medio de la incertidumbre, lo único sólido que no se desvanece es la capacidad de los libertarios de trasmutar un viento de popa para que sople como uno de proa. Y si llega a soplar de proa despliegan las velas hacia la profundizar la recesión antiinflacionaria. En ese caso no bajarán los precios: no habrá precios pues no habrá bienes. Mejor perderlos que encontrarlos.
Made in Japan
De acuerdo a los datos del Banco Mundial la bolsa japonesa es la tercera con mayor capitalización del mundo. La primera es la de Estados Unidos y la segunda de China. En la bolsa de Tokío el viernes 2 de agosto se comenzó a armar la podrida. Unos días antes el Banco de Japón (BdJ) había subido las tasas de interés al nivel más alto desde 2008. Lo venía haciendo desde marzo, cuando pegó el volantazo desde su política de tasas de interés negativas luego de décadas de deflación intermitente.
Hay que tener en cuenta que en la división internacional del trabajo financiero, por así decirlo, conformada décadas atrás, a Tokio le tocó ser sede de los bancos que financian las multinacionales, a Londres el centro del cambio global de divisas –posición actualmente afectada por el Brexit- y a Nueva York la bolsa del mundo.
A principios de julio, el yen se encontraba en su nivel más bajo frente al dólar en más de 34 años, por efecto combinado de la política de la Reserva Federal de subir la tasa de interés norteamericana y la del BdJ de apenas empinarla por encima de cero. Los especuladores pedían préstamos en yenes baratos para financiar inversiones de alto rendimiento en otros mercados, incluido el argentino, que se hacen en dólares, divisa que es la moneda mundial. Esta operatoria es que la se denomina con la voz inglesa de carry trade.
Cuando el BdJ subió la tasa, se acabó el juego y vendían sus inversiones en todo el mundo (también las hechas en la bolsa de Tokio) para pagar los préstamos y embolsar la diferencia que habían hecho. El argumento del BdJ para continuar con el alza de la tasa de interés se tejió con los temores que la tasa de inflación se eleve luego de décadas de deflación (no es broma). La inflación japonesa anda en el 2% anual o menos.
El índice que calibra el comportamiento de la bolsa de Tokio se llama Topix. Cuatro semanas atrás el Topix alcanzó su máximo histórico, impulsado por un muy selecto grupo de acciones de corporaciones japonesas que están desde hace tiempo en la mira de los inversores internacionales. No hay que perder de vista que al índice Topix lo forman las 1669 corporaciones japonesas que cotizan en la Primera Sección del Tokyo Stock Exchange, que son las más importantes. En consecuencia el Topix es el índice más representativo de la economía japonesa.
El Topix a pesar de su importancia, es menos conocido que el Nikkei 225, conformado por 225 de las mayores y más liquidas corporaciones de la bolsa de Tokio. Pondera las empresas por su precio y no por su tamaño, lo cual lo vuelve interesante para la timba pero no muy aconsejable para el análisis macroeconómico.
El miércoles 31 de julio el BdJ anunció que subía el tipo de interés de referencia al 0,25 % anual y que bajaría a la mitad sus compras mensuales de bonos, lo que también tendría un efecto alcista en la tasa. En ese mismo momento los rumores en Wall Street decían –y dicen-que la Reserva Federal se dispone a ir en dirección opuesta y bajar la tasa. El mismo miércoles el yen se revaluó alrededor del 1,7%, unos 150,15 yenes por dólar.
La revaluación del yen siguió a ritmo vertiginoso y el lunes el Topix se desplomó en torno al 12%. Para que se tenga una real noción de este bajón que anuló las ganancias del año y no se veía desde el otro “lunes negro” de 1987, vale contrastarlo con el gran terremoto y maremoto de Japón del viernes 11 de marzo de 2011. Una explosión causada por el temblor había volado el techo de la mayor planta nuclear del mundo, en Fukushima, una de las que abastece de electricidad a Tokio, ciudad que estuvo a punto de ser evacuada.
El primer día que se abrió la bolsa con Tokio, aun temblando por las réplicas del cuarto terremoto más potente que hubo en los últimos cinco siglos, el Topix bajó 6%. Algo que cuadra pese a su dramatismo, si se considera que las acciones líderes de la bolsa de Tokio en los últimos 15 años, se desplomaron más de un 5% en un solo día en diez ocasiones y se produjeron saltos del 5% o más en ocho ocasiones. En otras palabras, 12 o 5 no afectan el rendimiento de largo plazo, al no tardar más de un semana o dos en corregirse. ¿Será igual ahora? No hay indicios en contrario.
Born in the USA
En los Estados Unidos un informe de desempleo un poco-muy poco- más alto de lo esperado, una perspectiva de estancamiento del consumo, cierta sobrevaluación de las llamadas tecnológicas y un avance del índice de riesgo, articula la narrativa para explicar porque el lunes la bolsa de New York –aunque en mucho menor medida que la japonés- fue para atrás. El índice Nasdaq cayó -3.43%, el S&P bajó -3.00% y el Dow -2.60%.
Las acciones tecnológicas sufrieron un golpe aún más duro, ya que los Siete Magníficos ((Alphabet, Amazon, Apple, Meta, Microsoft, Nvidia y Tesla) perdieron 650 mil millones de dólares en valor. Los Siete Magníficos en particular –y el sector tecnológico en general- impulsaron la mayoría de las ganancias de Wall Street este año. Había flotando entre los inversores cierta defraudación en las muy altas expectativas que generó el sector “tecnológicas”. No sólo cayó en la volteada ese sector. Acusaron el golpe los bancos, empresas industriales, de pequeña capitalización y cíclicas de consumo. El mercado bursátil de New York en total perdió 1 billón de dólares el lunes. Algo así como dos economía argentinas completas.
El VIX, una medida de volatilidad esperada conocida como el indicador del miedo de Wall Street, el lunes subió brevemente a su nivel más alto desde los primeros días de la pandemia. En rigor de verdad, el VIX mide la volatilidad implícita durante los próximos 30 días del S&P 500, que es el índice más representativo de la economía norteamericana. Por estos agitados días su valor anda en 22 o 23. El lunes en un momento alcanzó los 65,08 puntos, número que implica desastre total y que duplica al de la pandemia. En medio de los vaivenes de las acciones, los rendimientos de los bonos del Tesoro estadounidense y las monedas mundiales experimentaron fuertes oscilaciones.
Boletos, pases y “bonos”
Posiblemente al poner el foco en el mercado de bonos de la Tesorería norteamericana se encuentre una explicación un poco más consistente de la que surge de movimientos muy apocados de tasa de interés, el tipo de cambio y la nimia variación del desempleo, que provocan parafrasear que nunca tan poco, hizo tanto daño, para tantos.
Lo primero a considerar –y que condiciona al resto de las observaciones- es que los movimientos contradictorios entre el BdJ y la Reserva Federal lo son para los inversores. Así como entre bueyes no hay cornadas, entre estas dos instituciones hay complemento.
El lunes por la mañana, la cotización de los bonos del gobierno estadounidense sugería que estaba descontando una recesión y un recorte fuerte de la tasa de interés por parte de la Reserva Federal. Los bonos son de rendimiento fijo. Cuando sube la tasa bajan su valor y si la perspectiva es que baje la tasa, suben su valor.
Tienen una propiedad que se conoce como “reversión de la curva”. Cuando los costos de endeudamiento público a dos años superan los costos de endeudamiento público a diez años se habla de un escenario signado por la “reversión de la curva”, enunciando que se viene una recesión. Con el rumor de que en los Estados Unidos el crecimiento se estaba desacelerando rápidamente y desencadenaron convulsiones en los bonos. Al finalizar la rueda bursátil del lunes, los bonos del Tesoro volvieron a los valores del inicio.
El sitio Axios el mismo lunes 5 de agosto publicó un análisis en que señala que “Se acusa al Departamento del Tesoro de intentar estimular la economía antes de las elecciones, cambiando la forma en que financia el gasto gubernamental”. La nota explica que “El Tesoro realiza subastas periódicas en el mercado de bonos para vender deuda, financiar el déficit presupuestario anual y renovar los bonos existentes que están por vencer. Durante el último año, la deuda a corto plazo (o letras del Tesoro) ha representado aproximadamente el 20% de toda la deuda”.
El dedo acusatorio apunta –según Axios- a que “la deuda pública a corto plazo (dos años) está representando una proporción cada vez mayor de toda la deuda pendiente, mientras que la proporción de la deuda a largo plazo, como los bonos a 10 o 30 años, se mantiene estable. A su vez, los críticos dicen que la menor oferta está impidiendo que suban las tasas de interés a largo plazo. Esas tasas influyen en los costos de endeudamiento en toda la economía”.
Según Axios de esta forma “el Tesoro intenta pedir dinero prestado al menor costo para los contribuyentes y de la forma más aburrida y menos llamativa posible” en tanto “los legisladores republicanos y al menos un economista de renombre dicen que su estrategia últimamente ha estado en desacuerdo con el objetivo de la Fed de desacelerar la economía”.
Las tasas más bajas significan una actividad económica más fuerte, lo opuesto de lo que la Fed ha estado tratando de lograr al fijar las tasas de interés a un día en un nivel alto. Si se intuye que la Reserva Federal ha estado rezagada y ha esperado demasiado tiempo para recortar las tasas, entonces el Tesoro ha estado ayudando a la causa económica en lugar de perjudicarla.
Axios, en la nota de marras, informa que dos ex asesores del Tesoro -los destacados economistas Nouriel Roubini y Stephen Miran- señalan en un paper de una firma inversora que los funcionarios están «usurpando funciones esenciales de la Reserva Federal», al manipular las condiciones financieras y de la economía.
Esa observación es retrucada por la secretaria del Tesoro, Janet Yellen, quien dijo que el análisis de Roubini «sugiere una estrategia que pretende aliviar las condiciones financieras, y puedo asegurarles al 100% que no existe tal estrategia. Nunca, jamás, hemos discutido nada parecido».
El auge de los fondos del mercado monetario implica una mayor demanda de deuda a corto plazo, y en concreto de letras del Tesoro. El Tesoro también necesita volver a llenar las arcas, vaciadas por las prolongadas negociaciones sobre el techo de la deuda del año pasado.
La curva de rendimiento está revertida, lo que significa que la deuda a corto plazo rinde más que los bonos a largo plazo. Por lo tanto, en este momento es más caro emitir letras a corto plazo, pero “si dejamos de lado las teorías sobre intenciones maliciosas por parte de los funcionarios del Tesoro, aún queda la interesante pregunta de si su emisión está afectando a la economía (…) Miran y Roubini dicen que la estrategia de emisión ha reducido el rendimiento del bono del Tesoro a 10 años en un cuarto de punto porcentual durante el último año”.
Según los dos economistas, el efecto económico de las tasas más bajas es similar al de un recorte de tasas de interés de 1 punto por parte de la Fed. «Es una forma encubierta de flexibilización cuantitativa», dice Roubini. «Se está logrando el mismo resultado de reducir las tasas de interés a largo plazo como lo hacía la Reserva Federal: manipulando no la demanda de bonos a largo plazo, sino la oferta de los mismos».
Con esta “reversión de la curva” –pero por el lado de la oferta- a los privados les resulta más barato endeudarse a corto plazo e impulsar –a todo ritmo- el crecimiento. Es una apuesta a que los norteamericanos vayan a votar en las presidenciales de noviembre disfrutando de una prosperidad ascendente. Los japoneses hicieron su parte.
De martes a viernes y Trump
El martes 6 de julio el índice Topix rebotó un 9% y aunque sigue debajo de su pico reciente pinta que va camino a normalizarse. El martes el Nikkei 225 subió más del 10 % y así quedó 18 % por debajo de su máximo del 11 de julio. De hecho, el martes los inversores globales comenzaron a retornar a los activos de riesgo y las criptomonedas, que habían quedado estropeados. El crudo Brent, la referencia internacional del petróleo, que había caído también se recuperó.
El repunte siguió con altibajos. Los operadores y analistas aguardan los datos sobre el índice de precios al consumidor y de ventas minoristas de la semana entrante, para tener una mejor perspectiva de la economía norteamericana.
Pero las opiniones que se viene una recesión se han ido disipando. Los que mandan en las corporaciones mencionaron “recesión” o “desaceleración” 766 veces en las los informes a la bolsa el trimestre pasado, y alrededor de 2.553 veces en el tercer trimestre de 2022, según la consultora AlphaSense. Este trimestre solo hubo 282 menciones. El martes, David Solomon, director ejecutivo de Goldman Sachs, dijo que “Probablemente no veremos una recesión” en la economía de los Estados Unidos.
El jueves el Nasdaq subió +2.87%, el S&P +2.30% y el Dow +1.76%, o sea que los tres índices principales se dispararon el jueves, lo que le dio al S&P 500 su mejor día desde 2022 después de que los datos del gobierno mostraran que las solicitudes de subsidio por desempleo no solo estaban cayendo, sino que también eran más bajas de lo esperado.
Para Donald Trump, el comportamiento del mercado es un dato de la salud económica. El lunes culpó a los demócratas de la caída. El jueves no los absolvió. ¿El mercado de valores realmente influye en las elecciones?, se preguntan en el New York Times y de acuerdo a los datos que publican el desempeño del S&P 500 durante los tres meses anteriores al día de las elecciones (este año, eso significaría desde el martes 6 de agosto) a menudo se ha correlacionado con qué partido gana. El Times comprueba que desde 1928 en 20 de los últimos 24 años de elecciones presidenciales, siempre que el índice de referencia fue positivo, el partido en el poder ha mantenido la Casa Blanca. En los años en que el S&P cayó durante el mismo período, el contrincante tiende a ser victorioso. Una excepción: 2020, cuando el S&P 500 ganó un 2,3 % en los últimos tres meses, pero Trump perdió.
A todo esto, Trump volvió a señalar –el jueves- en una conferencia de Mar-a-Lago que quiere la manija de la Fed y el mismo Times dice que “Tal punto de vista podría poner en peligro la estructura de poder que ha gobernado a la institución durante décadas y la ha convertido en una estrella del norte para los inversores”. El argumento de Trump es que la Fed se mueve por “intuiciones” y que los responsables de las políticas de la Fed “se equivocan mucho” y él dijo creer “que tengo un mejor instinto que, en muchos casos, las personas que estarían en la Reserva Federal, o el presidente”, alegando para respaldar su observación que “gané mucho dinero”.
A los inversores les resbalaron los comentarios de Trump. El S&P 500 siguió subiendo mientras Trump hablaba, cerrando con el récord señalado del 2,3%, y los futuros estadounidenses subieron la mañana del viernes.
Eso sí, una subasta del Departamento del Tesoro de bonos del Tesoro se encontró con una demanda débil por segundo día consecutivo y las tasas hipotecarias a 30 años cayeron a su nivel más bajo en 15 meses, a medida que aumenta la especulación de que la Fed pronto reducirá las tasas de interés.
Solo resta que el análisis económico convencional recuerde que el premio Nobel Paul Samuelson comentó sarcástico que el mercado de valores ha pronosticado nueve de las últimas cinco recesiones, de manera que no es una señal confiable de una recesión inminente. Que deslinde que la Reserva Federal reacciona ante la inflación y el crecimiento, no ante el nivel o la volatilidad de los precios de las acciones. Reacciona ante el mercado de valores sólo cuando la volatilidad amenaza la estabilidad financiera.
Pero tal parece, que en este desmesurado episodio nunca se trató de eso. Japón cumple, el Tesoro y los bonos norteamericanos dignifican, mientras los norteamericanos irían a las urnas más prósperos y el gobierno argentino prende una vela para que gane Trump y les abra la billetera salvadora.