Ya llega la coronación de Donald

En cosa de días, Trump pone la mano sobre la biblia en una ceremonia que promete ser un circo VIP. La gran pregunta de su política exterior, el contraste con Carter, las teorías sobre cómo domesticarlo.

El veinte de enero, o sea ya mismo, Donald Trump jura de nuevo como presidente. Va a ser una fiesta total, la del otro lunes, con un presupuesto de 170 millones de dólares y un VIP de verdaderos VIP en el edificio del Capitolio, antes y después de poner la mano en la biblia. 

En ese mismo Capitolio acaban de velar a Jimmy Carter, muerto en olor de santidad a los cien años. La de Carter es una parábola extraña, un hombre muy decente que no quería ensuciarse. Por eso no le fue bien y en 1980 le ganó un mentiroso compulsivo como Ronald Reagan. Después de apenas cuatro años, Carter se dedicó a ser estadista, ayudó a mediar en guerras, consiguió mucho dinero para buenas causas, escribió muchos libros, predicó -era un creyente ferviente- y se ganó un Nobel.

El saliente Joe Biden le dedicó las máximas pompas posibles y lo pintó más que nada como un anti-Trump: donde uno era generosidad, el otro es puro egoísmo, donde uno pensaba en el bien, el otro piensa en su beneficio a cualquier costo. Es un último petardo de decencia demócrata antes del cambio de guardia, y un contraste con los perdones presidenciales de este fin de año, tan generosos con la propia familia.

Sentadito junto a todos los presidentes vivientes -Bush hijo, Clinton y Obama- Trump se fumó la comparación en la cara.

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Mientras tanto, los porotólogos no paran de analizar la que se viene, sobre todo en temas de política exterior. Biden dijo, al estilo imperial que tienen los presidentes yankees, que dejaba un mundo mejor al que había recibido, lo que despertó risitas hasta entre sus partidarios. El panorama que le espera a Trump está lleno de complicaciones como Corea del Sur mandando tropas al muere en Ucrania, los rusos tirando todo lo que tienen rumbo al sur, las crisis políticas graves en Alemania y Francia, el novísimo escenario en Siria, la renuncia de Justin Trudeau en Canadá, la interminable guerra en Gaza, y China, siempre China.

Hasta ahora, el inminente presidente habló sólo de Gaza y de Ucrania, y sólo a su manera. Sacó pecho, hizo ese movimientito desagradable que hace con la pera, y afirmó que estos dos conflictos se acaban por el solo hecho de que él será presidente. Esta semana agregó que si Hamas no devuelve los rehenes, las consecuencias van a ser terribles, nunca vistas. Según los pocos periodistas que pudieron entrar a Gaza la amenaza disparó un pico de humor negro entre los palestinos, con bromas tipo “¿qué, en vez de cinco camiones con comida va a llegar uno? ¿O van a volver a bombardear lo que ya demolieron los israelíes?”

Los porotólogos agregaron que lo que espera el ególatra Trump es que pase lo que le pasó a Reagan el mismo día en que asumió en 1981: que liberen los rehenes. El actor-vaquero recibió sus diplomáticos de vuelta de Irán. Trump se conforma con que le devuelvan los prisioneros a su socio Benjamín Netanyahu. 

Pero si la agenda está cargada, Trump la cargó mas inventando conflictos bizarros. Primero se cansó de cargarlo a Trudeau diciendo que es el gobernador del “Estado 51” de los EEUU. Después dijo que hay que controlar o apoderarse –“tener” fue el verbo que usó- Groenlandia por un tema de seguridad nacional y para dejar afuera a los chinos. Luego amenazó con invadir Panamá para “recuperar” el Canal. Y esta semana se preguntó por qué el Golfo de México no se llama Golfo de Estados Unidos. La presidente mexicana, Claudia Sheinbaum, le contestó con sorna que a partir de ahora se hable de los Estados Unidos de la América Mexicana…

Lo de Trump ¿es imperialismo? Aquí hay dos cosas a tener muy en cuenta. Una es que todos los presidentes norteamericanos sin excepción son halcones en cuanto miran afuera de sus fronteras. Ni Kennedy ni Obama ni nadie dejan de pensar en lo que consideran su interés nacional ni ponen un toque de decencia y humanidad en la manera de “defenderlo”. La diferencia con un Reagan o un Bush es que los republicanos no tienen ningún empacho en cargarse unos cuantos extranjeros para ganar una elección.

La segunda cuestión es la personalidad del Donald, que no parece gustar de guerras pero sí de conflictos, de expansión, de ser un verdadero presidente imperial. Donde el tipo vea una grieta por la cual puede anexar Canadá y Groenlandia, lo va a hacer. Si se puede apretar y corromper por el Canal, sin llegar a la guerra, bárbaro. México puede llegar a tener que aceptar, como en 1910, una intervención norteamericana con la excusa de los narcos… Lo que nos faltaba: los carteles identificados con la lucha nacional contra los gringos.

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El poroteo final y muy interesante fue un análisis que anduvo circulando en Washington y aledaños, que buscaba entender el perfecto silencio de China. La conclusión es que más de un líder mundial ya entendió lo que hay que entender de Trump: que se lo puede domesticar con una mezcla de adulación y negocios. Dicho burdamente, si no querés que los americanos te bombardeen, construí en tu capital un Trump Hotel. Por algo esta jura presidencial parece que va a ser un caso único de besamanos internacional. Una coronación.

Un comentario sobre «Ya llega la coronación de Donald»

  1. Muy interesante el artículo y muy claramente expresa la situación política que está pasando los EEUU. El ascenso de Trump al poder es por la ignorancia de muchos ciudadanos quienes votaron por él y que se dejaron embaucar por los discursos irracionales de Trump y por la ayuda del megalómano que le brinda “Fox TV” a sus televidentes. Uno no se puede imaginar lo que se viene después del 20 de enero.
    Gracias nuevamente por este artículo .

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