El viaje de Milei. La advertencia de Cavallo sobre el dólar y su coincidencia con la conducción del Fondo Monetario. La jueza que anda tras el oro de Caputo. Y las palabras de Marx que parecen escritas para hoy.
Si hubiera una batalla cultural verdadera, habría que darla con la percepción de las realidades sociales concretas y el armado de las instancias de diálogo que habiliten la reposición en jerarquía de lo principal, desplazando su interesado reemplazo desde el poder por lo falaz y secundario. Sería interesante y productivo, además, ensayar un análisis de la puesta en abismo (mise en abîme) del discurso oficial, para dilucidar el modo y la intensidad en que cada intervención (sea en el orden político, económico, social o cultural) contiene, como si de matrioskas o muñecas rusas se tratara, la repetición en sí misma de sí misma, y así sucesivamente. Y sin perder de vista, por añadidura, que la sobreabundancia de lo igual y repetitivo, aunque pueda variar la escala, acentúa la persistencia de las raíces etimológicas de la palabra abîme que se remontan hasta el griego clásico, cuando significaba “sin fondo (del mar)”.
Resultaría imprescindible, desde esa perspectiva entonces, operar al revés de como procede el gobierno conservador actual, de modo que una vez que las instancias de diálogo fructifiquen en un programa alternativo se logre articular una fuerza política multipartidaria y multisectorial que lo derrote en las urnas y se haga cargo de revertir las penurias de las grandes mayorías en una Argentina nuevamente frustrada. Y no ha de ser tarea fácil porque requerirá, como primer paso, levantar el pesado velo ideológico/publicitario que viene desprestigiando a los políticos en particular y a la política en general, por extensión a la democracia, y a cualquier tipo de creatividad que ofrezca resistencia a la sistemática puesta en abismo del régimen.
Como es sabido, hay algunos textos tan citados que parecen escritos a propósito, desde la actualidad, casi como una amable redundancia. Va la síntesis de uno de ellos: “A mayor abundamiento, el incremento de la deuda pública interesaba directamente a la fracción de la burguesía que gobernaba y legislaba a través de las Cámaras. El déficit del Estado era precisamente el verdadero objeto de sus especulaciones y la fuente principal de su enriquecimiento. Cada año, un nuevo déficit. Cada cuatro o cinco años, un nuevo empréstito. Y cada nuevo empréstito brindaba a la aristocracia financiera una nueva ocasión de estafar a un Estado mantenido artificialmente al borde de la bancarrota, y éste no tenía más remedio que contratar con los banqueros en las condiciones más desfavorables…”
Con estas palabras arrancan una serie de artículos publicados en la Nueva Gaceta Renana: Órgano de la Democracia (Neue Rheinische Zeitung: Organ der Demodratie) en 1850, y recopilados y vueltos a publicar en 1895 por Friedrich Engels, quien fuera socio filosófico, intelectual y político de Carlos Marx. El opúsculo de ambos vio la luz bajo el título Las luchas de clases en Francia, de 1848 a 1850, y desde el principio hablaba de la obra pública emblemática del momento: “Al igual que los gastos públicos en general y los empréstitos del Estado, la clase dominante explotaba la construcción de ferrocarriles. Las Cámaras echaban las cargas principales sobre las espaldas del Estado y aseguraban los frutos de oro a la aristocracia financiera especuladora…”. Y también el autor de los artículos, el hórrido Karl Marx, como si profetizara la conducta de tantos anarcocapitalistas insensibles a cualquier asomo de incompatibilidad (y entretenidos además en nombrar a su parentela para que presuntamente los ayude a liquidar al Estado), advirtió a sus lectores de entonces (y de ahora): “Se recordará el escándalo que se produjo en la Cámara de los Diputados cuando se descubrió accidentalmente que todos los miembros de la mayoría, incluyendo una parte de los ministros, se hallaban interesados como accionistas en las mismas obras de construcción de ferrocarriles que luego, como legisladores, hacían ejecutar a costa del Estado.”
Pero de vez en cuando hacía falta un retoque al modelo, alguna medida para sortear las turbulencias sin molestias. Por eso agregó Marx: “En cambio, las más pequeñas reformas financieras se estrellaban contra la influencia de los banqueros y el Gobierno. Por ejemplo, la reforma postal. Rothschild protestó. ¿Tenía derecho el Estado a disminuir fuentes de ingresos con las que tenía que pagar los intereses de su deuda, cada vez mayor?” Dicho en libertario: ¿tiene derecho el Estado a repartir medicación gratis para los jubilados, por ejemplo, o subsidiar en alguna medida las tarifas, distrayendo fondos necesarios para mantener la fiesta de los mercados financieros, aunque gran parte de la industria languidezca y aumente el desempleo?
En medio del champagne
Comenzaba enero de 2025, gran parte de los funcionarios argentinos habían recibido el año nuevo en algún lugar de ensueño y todavía tenían tiempo para honrar algunas copas de espumante complementarias, cuando supieron que el ex ministro Domingo Felipe Cavallo –para muchos de ellos un numen de la Economía– había querido decir algo, y lo había dicho. Aseguró que el peso anda un 20% apreciado, que por eso hay más importaciones y se exporta menos, y que “el deterioro de la cuenta corriente de la balanza de pagos, hará más difícil la adquisición por parte del Tesoro de los dólares para pagar intereses, aun teniendo los pesos necesarios para comprarlos en el MULC gracias al superávit fiscal primario”. O sea que Cavallo habló como aquel Rothschild citado por Marx, estableciendo claramente las prioridades –el pago de los intereses– pero denunciando que habrá mayores dificultades para que el Estado compre los dólares necesarios. Y algo más: aunque Milei se puso nervioso porque contradijo el axioma de que todos los problemas derivan de cuestiones fiscales –a la par que disimula su flagrante intervención en el mercado de cambios–, Cavallo advirtió que los datos de la balanza de pagos son desalentadores, como durante los últimos tres años de la convertibilidad, cuando la apreciación real del peso llevó a “una deflación muy costosa porque transformó a la recesión que se había iniciado a fines de 1998 en una verdadera depresión económica”, fenómeno que comenzó a erosionar el crédito internacional del país y a alentar la salida de capitales.
Enojado Milei, dijo que el ex ministro había omitido en su intervención pública que ahora no hay déficit fiscal, como en rigor tampoco lo hubo durante los 90, aunque entonces el déficit financiero creciera por los intereses a raíz del endeudamiento a todo vapor precisamente para mantener un modelo de apreciación, como ahora. Todo sea por la estabilidad macro, por supuesto, y merced a un dibujo que numerosos economistas recientemente libertarios consideran tolerable, y que consiste en registrar “por debajo de la línea” un pasivo del Tesoro que no impacte en el déficit financiero y que a fines de 2025 podría llegar a tres puntos del PBI en LEFI (Letras Fiscales de Liquidez) y LECAPS (Letras de Capitalización). Así que de acuerdo con la opinión de los especialistas consultados, el truco es sencillo: esos títulos “por debajo de la línea” contablemente no generan gasto por intereses, dado que siempre que venzan y se renueven lo harán capitalizándolos “automáticamente”, artilugio contable por el cual aumentará la deuda pero no el registro por separado de los intereses ni su impacto en el déficit financiero, maquillando debidamente las cuentas públicas.
La situación exhibe una gran fluidez. En momentos en que se negocia un nuevo acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, su titular elogia al gobierno de Milei pero coincide con Cavallo respecto de la necesidad de una devaluación del 20% (que no implicaría, según los técnicos del organismo, más que medio punto de inflación mensual), al tiempo que tampoco ve con buenos ojos que cada dólar que se incorpora se utilice para mantener lubricada la bicicleta financiera de Caputo. Por su parte el gobierno desoye la opinión de Cavallo y da un paso más en sentido contrario: el Banco Central de la República Argentina acaba de anunciar la reducción de la tasa de variación del dólar oficial (crawling peg) a partir de febrero, que irá del 2 al 1 por ciento mensual. Además las autoridades suponen que el retoque a la baja de la famosa “tablita” facilitará la consolidación del curso de la inflación descendente, aunque cada vez resulte más claro que el modelo requiere dólares que habrán de proveer acreedores internacionales (dólares algo más accesibles a partir de la baja del riesgo país a 500 puntos básicos), o el propio FMI, con un nuevo endeudamiento que requeriría que se aprobara en el Congreso.
¿Dónde está el oro?
Pero todo llega: en ese marco, del cual aquí se intentó un mero escorzo, la jueza a cargo en el Tribunal del Distrito Sur de Nueva York de la causa por la estatización de YPF, Loretta Preska, ordenó a la Argentina entregar la documentación requerida por el fondo buitre Burford, para determinar la ubicación y la cantidad del oro que Caputo fletó entre gallos y medianoche al exterior –es mejor tenerlo afuera, argumentó entonces, porque al menos “te pagan algo”–, y otros activos. Dicho de otra manera, la jueza no sólo ordenó que Argentina diga dónde está el oro del país y qué cantidad salió de las reservas del BCRA, sino también que informe las cuentas soberanas locales y en los Estados Unidos, incluso las pertenecientes a diplomáticos, embajadas y consulados, etc. Y quien nombra a YPF y la jueza Preska menciona de alguna manera al bufete inglés Burford, un fondo buitre paradigmático que da cuenta de cómo la globalización neoliberal hace que los ricos se vuelvan cada vez más ricos y los pobres más pobres. Ese fondo buitre, especialista en “comprar juicios”, adquirió el que tiene lugar por la expropiación de YPF, invirtiendo 400 millones de dólares en la demanda y luego, de acuerdo con la evolución de la causa y la necesidad de financiamiento para gestionarla, vendiendo gradualmente alrededor del 60 por ciento de sus derechos. El litigio, o la serie de litigios, apunta incluso a embargar las acciones de YPF que posee el Estado argentino, lo cual da idea del alcance de la maniobra especulativa y de sus posibilidades de éxito, porque los otros fondos buitres que decidieron compartir el periplo con Burford no son carmelitas descalzas.Finalmente, puestos los últimos párrafos en abismo, corresponde citar otro pasaje del opúsculo escrito por el hórrido Marx: “Mientras la aristocracia financiera hacía las leyes, regentaba la administración del Estado, disponía de todos los poderes públicos organizados y dominaba a la opinión pública mediante la situación de hecho y mediante la prensa, se repetía en todas las esferas, desde la corte hasta el café borgne, la misma prostitución, el mismo fraude descarado, el mismo afán por enriquecerse, no mediante la producción, sino mediante el escamoteo de la riqueza ajena ya creada. Y señaladamente en las cumbres de la sociedad burguesa se propagó el desenfreno por la satisfacción de los apetitos más malsanos y desordenados, que a cada paso chocaban con las mismas leyes de la burguesía. […] La aristocracia financiera, lo mismo en sus métodos de adquisición, que en sus placeres, no es más que el renacimiento del lumpemproletariado en las cumbres de la sociedad burguesa.”
Un muy buen artículo. Felicitaciones!