Harris hace micro reuniones y habla en serio. Los republicanos difunden conspiraciones con huracanes. Trump hace cash con su merchandising.
Dos huracanes entraron por Florida en cosa de dos semanas, rompiendo todo a su paso. ¿La razón? Una conspiración de la izquierda para atacar con armas meteorológicas a un estado sólidamente republicano. ¿No le cierra? ¿Y por qué entonces el primer huracán siguió de largo hasta Carolina del Norte, otro estado republicano? Y ni hablar de esos funcionarios de FEMA, el ente que atiende este tipo de desastres, que se juegan la vida rescatando víctimas. Como cualquiera puede darse cuenta, son funcionarios del famoso “Estado permanente” que vienen por la propiedad de honestos republicanos.
De nada sirvió que los científicos norteamericanos se alinearan para explicar que no hay armas meteorológicas, que nadie tiene la tecnología para producir un huracán o desviarlo, a Carolina o donde sea. Y que varios comisarios locales, floridianos y republicanos ellos, elogiaran a los funcionarios federales que vinieron a ayudar. Los huracanes detonaron a los conspiranoicos y le hicieron ganar bien a los troll que cobran de los lobbies pro petróleo, siempre dispuestos a embarrar la cancha ambientalista. Hasta hubo una versión espléndida de por qué hay huracanes: no es el calentamiento global, no es que el Caribe nunca fue tan cálido, es que en Carolina los chinos andan buscando litio y por eso pasan estas cosas.
La falta de lógica del argumento -la idea de que los chinos inunden sus supuestas minas de litio para joder a los americanos- ya no le llama la atención a nadie. Donald Trump y varios trumpistas retuitearon algunos de estos bolazos pueriles, aunque algunos de sus propios senadores y diputados salieron a desmentirlos. Sobre todo la mentira de los funcionarios de FEMA como saqueadores, no sea cosa de que algún valiente los agarre a balazos…
La campaña demócrata está concentrada en hablar claro y concreto, con planes y números, y en mostrar a la candidata Kamala Harris como la anti figura de la zurda peligrosa que pinta Trump. Los números, de a poco y todavía en la zona del error estadístico, empiezan a beneficiarla y, signo más firme, la recaudación para la campaña vuela. Hay gente que está poniendo guita grossa porque la ve venir como la próxima mandataria.
Trump parece estar desorientado. Descartó tener otro debate con Harris, lo que equivale a admitir que le fue muy mal en el primero, y está extremando el tono. Quien siga la política norteamericana sabe del poder de las guerras culturales, que permiten olvidarse de los hechos y discutir pavadas ideologizadas. Trump se está inclinando cada vez más por eso, que le encanta y le funciona, pero que significa reforzar su relación con las bases y renunciar a conquistar moderados.
Las bases, que aman este tipo de tontera extrema, son casi la mitad del país.
Pero el republicano no sólo hace política sino que hace negocios con sus partidarios. Cada campaña política en el Norte genera una inmensa cantidad de merchandising, el famoso “swag”. Esto va de los carteles que cada uno pone en su jardín o ventana, a gorras, remeras, banderitas y vaya a saber qué más. Muchas de estas cosas son repartidas por los comités locales, que quieren embanderar sus pagos para el candidato nacional y para los locales, pero mucho de esto se vende y bien. No todas son gorritas rojas de MAGA, Make America Great Again, y Trump no se la iba a perder.
Así fue que el empresario/candidato lanzó una serie de páginas web vendiendo su propio swag de lujo, carísimo. Quien vaya a la página gettrumpsneakers.com se va a encontrar con las Zapatillas Oficiales Doradas de Trump, en edición limitada de mil pares, a 499 dólares cada una. Todavía ni están en venta, pero se pueden comprar por adelantado. Quien no quiera gastar tanto puede optar por unas de basket con una foto impresa del candidato levantando el puño, el Modelo de Lucha, o por unas botitas camufladas a sólo 299 dólares. A apenas 199 hay un modelo blanco con estrellitas doradas y el número 45 -Trump fue el presidente número 45- o negro con una T en oro bastante grandota.
El trumpista más próspero puede al fin tener un reloj Tourbillon customizado: en vez del logo, dice simplemente TRUMP. El borde del dial tiene diamantes, el tablero es de oro y el precio es de cien mil dólares, porque apenas habrá 147 y numerados. El aviso muestra una foto del entonces presidente, muy serio, firmando papeles importantes y usando un reloj igualito. Nuevamente, sólo se pueden comprar por adelantado, porque hasta que no estén prevendidos el candidato no se los encarga al fabricante.
Este tipo de cosas lo dejan a uno medio desconcertado. ¿Es una manera de reunir fondos de campaña? En las páginas web no dice nada de que sea una donación. ¿Es el candidato haciendo cash para sus muchos gastos en abogados? ¿O en el fondo de su almita silvestre siente que no va a ganar y quiere llevarse algo de este lío?
En menos de un mes, el 5 de noviembre, se define.