Pérez Rasetti: “Hoy a la universidad pública no le entran balas”

Tras el veto del Presidente y la marcha para que los legisladores sostengan su doble sanción de la Ley de Financiamiento, uno de los mayores expertos en educación superior explica el fenómeno social y político de la universidad. La historia del radicalismo y el peronismo en el siglo XX. El imaginario social. La transversalidad política. El movimiento estudiantil. Los docentes como sujeto. Y el gobierno que parece actuar como un grupo de suicidas.

Si Su Excelencia ignora en profundidad el fenómeno social universitario, podría leer esta nota. Si Su Excelencia no lo ignora pero decidió enemistarse con buena parte de la Argentina, también puede leerla. Esta semana la columna habitual sobre el Presidente Javier Milei le pertenece a un experto. Se trata de Carlos Pérez Rasetti, fundador de la Universidad Nacional de la Patagonia Austral con sede central en Río Gallegos, Santa Cruz, director de una especialización en Docencia Universitaria y también asesor en la Universidad Nacional de José C. Paz. Aclara Pérez Rasetti que “el campo de estudios sobre la universidad empezó con la vuelta de la democracia”. “Antes escribían sobre el tema los que fundaban o los que organizaban universidades, como Joaquín V. González”, explica.

–El riojano que fundó la Universidad Nacional de La Plata. 

–Sí. Y Risieri Frondizi en la Universidad de Buenos Aires. En democracia trabajaron mucho en el tema Norberto Fernández Lamarra y Augusto Pérez Lindo, que había estado en Bélgica, y Pedro Croch, que venía del exilio. Pablo Buchbinder también investiga. Y Mónica Marquina. En noviembre habrá en La Plata un congreso sobre la universidad como objeto de investigación, con muchísimas ponencias. 

–Con la experiencia que tenés en el tema, ¿cuál es tu mirada sobre la segunda marcha universitaria?

–La masividad es clave. Igual que la vez pasada. Más allá de los números, me pareció que esta vez hubo todavía más gente que el 23 de abril en el interior del país. En Córdoba fue muy fuerte y el gobierno debería anotarlo.

–En Córdoba Milei ganó por el 75 por ciento. 

–Claro. Y podemos suponer que una parte de los que marcharon por la universidad pública lo votó en segunda vuelta. La transversalidad, que es otra clave, no empezó ahora. 

–¿Hay una transversalidad social y una política?

–Analizo primero la social. Sectores más populares en cuanto tales no estaban en la marcha. Sí nuevos alumnos universitarios, de algunas provincias, y sobre todo del conurbano bonaerense. Estuvieron en tanto alumnos. No estoy desmereciendo las marchas, por supuesto. Lo consigno, simplemente. Sí estuvieron los jubilados que se movilizan los miércoles.

–¿Y la transversalidad política?

–La transversalidad política sí estuvo clara. 

–¿En qué se basa?

–En que muchos dirigentes sienten a la universidad y a la educación pública como un bien que les pertenece. Eso se ha visto claramente. Y a lo largo de la historia también. Milei lo puso en evidencia. 

–¿No era así? Los estudiantes universitarios, por ejemplo, ¿habían dejado de ser un sujeto político?

–En los últimos 20 años los estudiantes universitarios no estaban movilizados. El kirchnerismo hizo mucho, creando universidades, apoyando a la ciencia, instaurando el Progresar, y de hecho le quitó motivos a la movilización estudiantil. La militancia era más bien política. No había, como en los ‘60 en todo el mundo, movilizaciones estudiantiles extrauniversitarias. En los ‘90 estaban los conflictos de la educación superior, con Carlos Menem y con Fernando de la Rúa. Había militancia agitándose por cuestiones universitarias.

–¿Y ahora?

–Parece que Milei despertó al monstruo, ¿no? Y por suerte se despertó.

–¿Cuál es la lógica del Gobierno, en tu análisis?

–Por ahora siento que el movimiento por la universidad pública va a la guerra contra suicidas. 

–¿Los suicidas serían los funcionarios de Gobierno?

–Sí. Lo digo porque no tienen una lógica normal. Uno piensa que alguien no hará algo que traiga costos. Pero el Gobierno razona, creo, que su actitud lo deja mejor colocado en relación con su propia gente. El viejo cliché de que las marchas son políticas va en contra del propio Gobierno. No se dan cuenta de que la universidad será defendida incluso con sus defectos. Hoy a la universidad no le entran balas. Es como el Conicet después de la pandemia.

–Un prestigio enorme.

–Sí. 

–¿Por qué el valor de la universidad pública está tan acendrado en la sociedad?

–En el imaginario de los dos movimientos políticos más importantes del siglo XX, el radicalismo y el peronismo, el tema universitario siempre fue un espacio que esos sectores reivindicaron como propio. Y donde realizaran sus políticas.

–La Reforma Universitaria fue en 1918, cuando gobernaba Hipólito Yrigoyen.

–Y la primera sede universitaria del conurbano fue la Universidad Obrera de Avellaneda. Lo que hoy es la UTN. Con Juan Domingo Perón. El peronismo metió a la universidad en la Constitución del ’49.

–Con Perón llegó la gratuidad.

–Claro, porque en 1918 la Reforma no la aprobó. A los sectores que democratizaban la universidad no les resultaba necesaria la gratuidad. En el peronismo, hijos de obreros llegaron a la universidad. Se duplicaron los estudiantes universitarios en ese momento. 

–O sea que hay un valor social histórico.

–Quizás la universidad está muy asociada a la movilidad social ascendente. Podemos citar la idea de mi hijo el doctor, que tomó Florencio Sánchez. Es una idea que llega a la literatura. La universidad como espacio de ascenso social.

–¿Cómo es tu historia?

–Mi abuelo era ingeniero. Hijo de inmigrantes. A principios del siglo XX. El imaginario sobre la universidad es antiguo, aun cuando todavía no era masiva. Después del primer peronismo la universidad argentina llegó a ser la que mayor proporción de universitarios tenía en relación con la población total en América latina, al nivel o incluso más arriba de algunas proporciones europeas. Más allá de que siempre tuvimos el desgranamiento.

–Ahí tocás un punto que el Gobierno utiliza.

–Y lo usa mal. La experiencia universitaria la hacen también los que estuvieron en la universidad algún tiempo, y eso entra en la cultura social. Aquí y en Alemania, donde la universidad también es gratuita. La estadística, argentina y mundial, dice que ganan más, en promedio, los que cursaron aun sin terminar su carrera que los que no fueron a la universidad. El que hizo tres años de ingeniería sabe álgebra, física, matemática… En este punto el sistema universitario le debe a la sociedad las certificaciones. Tiene que certificar incluso los tramos cursados de quienes no terminaron una carrera. Pero bueno, volviendo al enfoque social, todo esto hace que tanta gente sienta como propia a la universidad pública. Agrego que muchos de nuestros alumnos en las universidades nuevas son gente grande que quizás no fue a la universidad porque no tenía una cerca y luego empezó a tenerla y aprovecharla.

–O sea que el tema de los alumnos inflados que quiere instalar el Gobierno…

–…revela que el Gobierno no sabe qué hacer políticamente con el asunto. Hasta el secretario de Educación, Carlos Torrendell, entró por esa variante. 

–Pero nadie puede decir que Torrendell sea ajeno. Viene de la Licenciatura en Ciencias de la Educación de la Universidad Católica Argentina. 

–Y además no se pronuncia en contra del subsidio estatal a la educación primaria y secundaria privada. ¿Cómo es la historia, entonces? Por otra parte, hace más de diez años que el Ministerio de Educación tiene personalizados los datos alumno por alumno. Nadie puede mentir. Y hay materias más baratas y otras más caras que otras. Está todo tipificado. O Torrendell lo sabe, y es culpable, o no lo sabe, y también es culpable por el cargo que ocupa. 

–Volvamos a los estudiantes. ¿Las marchas fueron marchas del movimiento estudiantil?

–En parte sí. Pero lo excedieron. La gran movilización estudiantil excede a los movimientos estudiantiles. Fue de movimientos y fue de estudiantes en general. 

–También de docentes. Antes no eran un sujeto político o social.

–Es un fenómeno de los últimos años. Los docentes más en los últimos años. Es un sector de difícil cohesión que durante el kirchnerismo se sintió parte y desarrolló una identidad. Se hicieron muchas cosas. Se mejoraron los salarios y hubo recomposición. Se hizo mucha obra. Se financiaron las mejoras de las carreras. Los docentes se sentían parte. Eso se convirtió en resistencia con el macrismo. Como había radicales en Juntos por el Cambio, resultó que Mauricio Macri no valoraba a la universidad pública, pero al mismo tiempo que bajó la inversión no hubo una campaña oficial en contra como la de ahora. Y hasta se dio la paradoja de que en los cien años de la Reforma Universitaria, en 2018, habló un ministro que, como Eduardo Finocchiaro, presidió el festejo a pesar de haber escrito que la Reforma había sido un mito. Después, ya durante el Gobierno de Alberto Fernández, las universidades reaccionaron muy bien ante la pandemia. Estuvieron a la altura de las circunstancias, dando rápida respuesta al aislamiento. Tomaron velozmente lo que había de educación a distancia y lo extendieron. Hay una movida importante, incluso a nivel internacional, para estudiar el tema académico del papel de los docentes universitarios. En la Argentina el 70 por ciento tiene dedicación simple. Al revés de lo que pasa, por ejemplo, en Brasil y Chile. La tendencia internacional está llevando a la baja de las exclusivas, porque la masividad hizo que haya docentes que sólo dan clase, cosa rara, por ejemplo, en las universidades brasileñas. Es un gran tema, como verás, pero hoy hay que centrarse en lo importante.

–En las marchas.

–En las marchas y en ese sentimiento tan profundo de arraigo social de la universidad pública.

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