No se puede hablar de autogolpe como si en Bolivia se hubiera producido un Fujimorazo. Los cuatro actos del intento del general Zuñiga. El nuevo puente entre Luis Arce y Evo Morales. El futuro del MAS. Y un epílogo: los bolivianos quieren vivir en democracia.
La cosa fue de mal en peor. El primer acto se desarrolló cuando el general Juan José Zuñiga, por entonces comandante general del Ejército Boliviano, dijo en una entrevista que si el caso ameritaba iba a detener a Evo Morales porque constitucionalmente no debería ser candidato a la presidencia.
El segundo acto se produce el 26 de junio cuando, toda vez que la Fuerzas Armadas no pueden intervenir en política, Zuñiga fue destituido a tiempo de que el militar descubría que realmente el pez muere por la boca. El uniformado lo tomó como una traición de su condiscípulo Luis Arce (fueron juntos al colegio La Salle). Para el excomandante su declaración contra Evo Morales era más bien un acto de fidelidad hacia el actual presidente.
La tarde del 26, después de casi cinco años del golpe de Jeanine Añez, los carros de asalto volvieron a las calles de La Paz y los rebeldes (un centenar de efectivos del regimiento Rangers de Challapata) tomaron la plaza Murillo, es decir la plaza de gobierno, y se instalaron frente al viejo Palacio Quemado, el que otrora fue de Gobierno.
Sin embargo, los alzados no hablaban claramente de cuáles eran sus intenciones. Pasaron tensos minutos y Zúñiga manifestó que no buscaba el relevo del presidente sino solamente el cambio del gabinete. Es decir quería que salgan del gobierno los miembros del equipo político que horas antes había determinada que lo echaran del puesto de comandante.
Por ello es difícil hablar de golpe, por lo menos de uno clásico, que busca cambiar de presidente y colocar a un militar en el cargo.
Todo fue tan artesanal que no se tomaron medios de comunicación ni hubo más movilizaciones castrenses en el país.
La población, por su parte, se volcó a los supermercados y a las estaciones de expendio de combustibles. Un pueblo como el boliviano, que ha vivido tantas interrupciones a su democracia está siempre alerta a estos episodios.
La bola rodaba montaña abajo.
A pocos pasos de ahí en la Casa Grande del Pueblo Luis Arce y sus seguidores preparaban la resistencia.
En el tercer acto el ministro de Gobierno, Eduardo del Castillo, llega hasta el vehículo militar en el que se encuentra el excomandante general del Ejército y le grita: “Zúñiga, aún estás a tiempo, desmoviliza”. Minutos después el general y otros miembros del alto mando ingresan al viejo Palacio y ahí los esperan Luis Arce Catacora y varios ministros.
El presidente ordena a Zúñiga abandonar de inmediato plaza Murillo. Minutos antes le había preguntado si lo iba a obedecer y la respuesta había sido No. Esa misma palabra fue pronunciada por el comandante de la Fuerza Naval, pero cuando fue inquirido el comandante de la Fuerza Aérea, Marcelo Zegarra, este dijo Sí. El sisma se había producido. A partir de ahí todo sería desastroso para los alzados. Ni una sola unidad de uniformados se sumó al levantamiento.
El excomandante abandona el recinto y se sube a un vehículo militar y parte. La Plaza aún contiene a decenas de soldados que de rato en rato lanzan gases lacrimógenos a los muchos civiles que se han congregado cercando la plaza.
Mientras, oficiales de policía reciben la orden de concentrarse en el cuartel de la UTOP a pocos pasos de la plaza Murillo. Todos ellos debían ir armados para, de ser necesario, enfrentarse con los alzados.
Los medios de comunicación y las redes sociales, que a momentos colapsan, difunden mensajes por las redes y comunicados de apoyo a la democracia.
Antes de partir Juan José Zúñiga declara que buscaba que salgan de prisión todos aquellos que calificó como presos políticos. Explícitamente habló de Jeanine Añez, de Luis Fernando Camacho y de los militares detenidos por el golpe y por las masacres cometidas después de la interrupción de la democracia el 2019.
Mientras, las redes sociales se llenaban de apoyos a la democracia. Hasta la expresidenta Añez se pronunció contra la asonada: “Repudio total a movilización de Militares (sic) en plaza Murillo pretendiendo destruir el orden constitucional, el MAS con Arce y Evo deben irse a través del voto ciudadano el año 2005. Los bolivianos defenderemos la democracia”.
Similar tenor asumirían los textos de Carlos Mesa, Luis Fernando Camacho, Samuel Doria Medina, Vicente Cuellar, Manfred Reyes Villa, etc. Es decir, todos los cabecillas de la oposición. Claro que el primero en pronunciarse fue Evo Morales quien llamó a defender la democracia y decretó la huelga general indefinida. De un plumazo ante un enemigo mayor desaparecieron por un momento, las diferencias entre los líderes masistas.
De hecho , 24 horas después del alzamiento Luis Arce declaró que le habría advertido al “compañero Evo, porque finalmente eso somos” de lo que ocurría porque “estaba segudo que después de mí, irían por él.”
Esto explicaría por qué el expresidente Morales no se refirió al suceso como autogolpe y simplemente dijo que habría que investigar. Sí lo hicieron sus alfiles más radicales como el ex ministro de gobierno Carlos Romero, a quien el actual titular de esa cartera, Eduardo del Castillo, acusó de no haberse puesto al frente contra el golpe del 19 como él sí lo haría el 24.
Se especula que en los próximos días podrían darse mayores acercamientos entre los líderes de las dos fracciones del Movimiento al Socialismo.
Cuarto acto: los viceministros de seguridad ciudadana y de Régimen Interior, Roberto Ríos y el general de policía retirado Johnnie Aguilera, junto con otros civiles, sacan a empellones a los militares que están todavía en la plaza. Los soldados abordan camiones que los llevan hasta sus cuarteles.
Epílogo
El general Zúñiga, con uniforme de gala, espera en las oficinas del Estado Mayor para ser detenido. Declara que Luis Arce fue quien le dio a entender que debía sacar las tanquetas.
La oposición que veía cómo peligrosamente había subido la popularidad de Luis Arce comienza a hablar de autogolpe.
En las horas posteriores al levantamiento fueron detenidos varios militares y civiles implicados en la asonada. Les espera un juicio en el que pueden ser condenados a 20 años de prisión.
La tesis de autogolpe es difícil de sostener puesto que no se cierra el parlamento, como ocurrió con Alberto Fujimori en Perú, ni se apresa a la oposición. Además claramente Luis Arce se enfrenta con un muy dolido Juan José Zuñiga que tenía puente de plata para retirarse y cobrar el 100 % de su sueldo como jubilación, privilegio del que en Bolivia solo gozan los militares.
Lo que queda en el ambiente es la convicción de que los bolivianos quieren vivir en democracia.
No es poca ganancia.