Harris suma a Walz y sigue picando en punta


Los republicanos siguen perdiendo ventaja y protagonismo, con Trump al parecer desconcertado por la energía de los demócratas.

Si las campañas tuvieran venitas, a la republicana le habría estallado una, con riesgo de aneurisma. Son cosas que pasan por vejez o por stress, o porque el contrario te ventajea y te roba el micrófono. Pobres republicanos, Joe Biden los ventajeó renunciando y nominando a Kamala Harris. Y Harris les robó el micrófono este martes, nombrando como segundo al gobernador Tim Walz, el super progre de Minnesota. Son la fórmula más sonriente que se haya visto en la política norteamericana desde que Ronald Reagan se acomodaba el jopo en 1980.

Donald Trump, queda claro, fue sorprendido por la decisión de Biden y no tenía nada muy preparado para enfrentar a la vicepresidente. Esto habla mucho de Trump, incapaz de creer que alguien renuncie a algo que él quiere, y de su equipo de campaña, incapaz de prepararse para eventos que no le gustan al jefe. Para cuando ocurrió, nadie fue capaz de impedir que se tirara de cabeza a los dos temas que le rogaban que no tocara: Harris como política no blanca, Harris partidaria del aborto.

A Walz comenzaron a atacarlo por sus ideas. Lo primero que encontraron fue que el gobernador fue un ejemplo de caución durante la pandemia. La derecha local, y sus amigos de The Federalist, órgano oficial de la derecha MAGA, no le perdonan el rigor y detalles como que dejó abrir pequeños comercios antes que iglesias. “Tatuajes sí, Dios no”, es el resumen de la derecha, que finge no notar la diferencia de números que juntaba una y otra. Para peor, el gobernador realmente hizo que todos usaran mascarillas.

Otra imperdonable de Walz es que no llamó de inmediato a la Guardia Nacional para que abra fuego contra los manifestantes que protestaban por el asesinato de George Floyd en 2020. Esa muerte a manos de la policía estatal de Minnesota disparó el movimiento Black Lives Matter, uno de los odios más feroces del trumpismo. Según el relato de derecha, Walz no quería reprimir y dejó que quemaran autos y comercios impunemente.

Lo que complica la película es que Walz finalmente sí reprimió, con lo que más de uno en el ala izquierda del partido demócrata no lo perdona. Hay que ver cómo va a jugar el balance de imagen entre Harris y Walz, ambos progres y ambos acusados de momentos autoritarios, ella por fiscal de distrito. En un país en el fondo tan conservador como Estados Unidos, es muy posible que funcione bien, ese lado de los candidatos calmando a los votantes moderados.

Es que hay que recordar la obsesión de los contadores de porotos de allá por eso de la identidad y los nichos poblacionales. Si Harris es californiana, hay que poner alguien del medio Oeste, como Walz. Si ella es mujer, el otro que sea hombre. Si una es “étnica”, el otro que sea blanco, y más blanco que un descendiente de alemanes de Minnesota hay pocos.

Mientras, Trump está en una situación que detesta, la de segundón en un programa que sólo le da cámara a Harris. Esta semana aceptó hacer otro debate en la cadena ABC y no en Fox, como quería la semana pasada. Y el jueves dio una conferencia de prensa de una hora en su bunker dorado de Mar-a-Lago donde explicó que daba vueltas con lo del debate porque su rival “no tiene la inteligencia como para hablar conmigo”.

Trump no es muy inteligente, pero sí es astuto de sobra. Debe saber que en cosa de días Harris descontó toda la ventaja que tenían los republicanos sobre Biden y logró un empate. Y faltan casi tres meses.

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