La decadencia liberal

Las miradas de fondo siempre vienen bien. Andrés Ferrari Haines, economista y experto argentino en Geopolítica afincado en la Universidad de Rio Grande do Sul, escribió el siguiente texto en el número cinco del boletín que edita el Observatorio del Siglo XXI. Antes de las elecciones europeas. Pero podría haberlo escrito después, porque sus reflexiones valen igual.

“Cuando movimientos de derecha y retóricamente populistas como el Brexit y líderes como Trump ganaron las elecciones en 2016, triunfaron en los dos países que habían sido fundamentales para el esfuerzo prolongado por crear y sostener un orden internacional liberal”. Con esta frase James Cronin, profesor del Boston College, concluye su flamante libro sobre la caída del llamado orden liberal internacional1.

Apuntando al liberalismo surgido en el Reino Unido y en Estados Unidos, que considera eje esencial de los valores liberales y democrático globales, Cronin resalta el carácter interno en la descomposición del orden liberal, además de las trilladas amenazas de autocracias extranjeras. Y lo llamativo en ese sentido es que las causas apuntadas por Cronin persisten actualmente.

Mientras Donald Trump se presenta como favorito en las elecciones de este año en Estados Unidos, David Cameron, quien puso en marcha el embarullado proceso del Brexit, es el actual canciller británico de un gobierno que parece respirar los últimos suspiros de la reciente era Tory. Por un lado, tanto el retorno laborista como el de Trump al poder pueden ser vistos como cambios significativos. Por el otro lado, una parte considerable de la sociedad en ambos países afirma no tener esperanza en ningún resultado electoral. 

Tras la “victoria” del modelo liberal con el derrumbe de la Unión Soviética, las políticas económicas aplicadas por los gobiernos de ambos partidos dejaron a la gran parte de la sociedad pasando dificultades y con escaza perspectivas de mejoras. Externamente, gran parte del mundo no occidental da señales de estar alejándose de los países anglosajones, sea quien sea su líder político. 

El frente interno

En el Reino Unido la pobreza afecta a gran parte de la población, siendo que 56% de las personas que la experimentan pertenecen a una familia con empleo. En particular, ha llamado la atención que el país ha experimentado el mayor aumento de la pobreza infantil relativa entre 2014 y 2021 que cualquier economía avanzada, afectando unos 4,3 millones de niños. Este contexto ha generado además un aumento anual de 15,8% entre octubre y diciembre de 2023 en la tasa de personas sin hogar. Otro efecto es que la Asociación de Comercios afirmó que en 2023 se quintuplicaron los robos respecto al año anterior, fundamentalmente carne, alcohol y dulces.

Este marco estructural de pobreza británica seguramente motiva que una reciente encuesta de YouGov encontró que, para las próximas elecciones, el Partido Laborista tiene una ventaja de 30 puntos sobre los conservadores, que, de acuerdo a otra encuesta contarían con un nuevo mínimo histórico de votos.

No obstante, un cambio de gobierno no es motivo para pensar que el Reino Unido dejaría de lado la política de austeridad de los conservadores y que se ha seguido desde que la iniciara David Cameron cuando era primer ministro en 2010. 

Según manifestaciones del gabinete en la sombra laborista, se impondrá por ley un nuevo bloqueo fiscal al hacer que todos los cambios fiscales estén sujetos a un pronóstico de la Oficina de Responsabilidad Presupuestaria—una de las instituciones clave de austeridad creadas por Cameron en 2010. Asimismo, el ministro de Salud en la sombra, Wes Streeting, manifestó planes para reformar aún más el Sistema Nacional de Salud, mediante su mayor privatización y mercantilización.

El cuadro es similar en Estados Unidos. En abril, una encuesta mostró que cerca da la mitad de la población cree que la economía está yendo en dirección equivocada (el doble de los que opinan lo contrario), mientras que alrededor del 42 por ciento sostiene que su situación financiera había empeorado en el último año, y 47 por ciento que estaban peor que al asumir Biden.

Según un informe de la Universidad de Harvard, aproximadamente 650.000 estadounidenses se quedaron sin hogar en algún momento del año pasado, lo que representó un aumento de casi el 50 por ciento desde 2015. Una encuesta de Pew Charitable Trusts reflejó que 90 por ciento de los estadounidenses cree que el país está estamos experimentando una crisis de salud mental. Las tensiones también se revelan en el número récord de suicidios y en que cada vez son más estadounidenses que creen que es posible una nueva guerra civil. 

Biden, por su parte, celebra el éxito de su gestión económica, pero muchos analistas consideran que el país presenta signos de estanflación ante la combinación de 1,6% de crecimiento anual con una inflación persistentemente alta (3,5% en marzo). Sin embargo, en base a la medida actual de inflación de la Reserva Federal, un dólar compra hoy un 20% menos que en 2020. Pero si usase el método que empleaba a principios de los años ochenta, la inflación actual sería casi el triple de lo que se informa actualmente.

La economía no ha podido crecer sistemáticamente pese a que Biden ha hecho de las políticas de alto gasto parte de su agenda por medio de grandes paquetes fiscales como el Plan de Rescate Estadounidense (US$ 1,900 millones) y la Ley Bipartidista de Infraestructura (US$ 1,200 millones) en 2021 y la Ley de Reducción de la Inflación (US$ 1,900 millones).

La posible llegada de Donald Trump no parece que cambiaría este cuadro económico—más allá que su proyecto de expulsar inmigrantes ilegales sea bien acogido por parte considerable de la población estadounidense. Trump acaba de prometer nuevamente grandes recortes de impuestos a algunos de los donantes más ricos del país, así como lo hiciera con su reforma fiscal de 2017 que se los anuló para los estadounidenses más ricos y a las grandes corporaciones. Varias de esas disposiciones expirarán en 2025, por lo que Trump postula su continuidad.

Otro impacto económico a considerar de ese recorte lo que acaba de apuntar el Centro de Prioridades Presupuestarias y Políticas que señaló que esos recortes tributarios de Trump, así como los de Bush anteriormente, han “erosionado gravemente la base de recursos de nuestro país.”. Las gestiones económicas han colaborado en una explosión de la deuda nacional, que actualmente asciende a casi 34,6 billones de dólares. 

Esta tendencia, que ya se había acelerado con las medidas para enfrentar la crisis de 2008, se tornó aún más intensa bajo Biden: la deuda nacional ha aumentado en alrededor de 6,8 billones de dólares desde que asumió el cargo en enero de 2021. Los pagos de la deuda ascenderán en 2024 a US$ 870 mil millones—más que el presupuesto del Pentágono—un aumento de 32 por ciento desde 2023. En la próxima década, así, el plan presupuestario del presidente, Los ingresos federales superarían los 70 billones de dólares, pero Biden propone gastar 86,6 billones de dólares.

Según la Oficina de Presupuesto del Congreso, los déficits presupuestarios anuales están en camino ascendente explosivo. Así, el déficit de 1,6 billones de dólares previstos para 2024 serían 2,6 billones de dólares (2034), 4,4 billones de dólares (2044) y 7,3 billones de dólares en 2054—año en que la deuda del gobierno federal ascendería un total de 114 billones de dólares (aproximándose a cuatro PBI actuales de EEUU). El Senado aprobó por unanimidad una resolución calificando la deuda como «una amenaza a la seguridad nacional de Estados Unidos» y a los déficits presupuestarios futuros esperados como «insostenibles, irresponsables y peligrosos».

En la misma línea, el Comité para un Presupuesto Federal Responsable, una organización sin fines de lucro que aboga por déficits más bajos, afirma que «el nivel de endeudamiento bajo el presupuesto del presidente no tendría precedentes fuera de una guerra o una emergencia nacional». Pero si bien no afirma estarlo en manera directa, Biden está apoyando abiertamente a Ucrania en su enfrentamiento con Rusia. En ayuda le ha dado más de US$ 42.000 millones a Ucrania, e intenta darle US$ 55 mil millones más, que no ha conseguido por la oposición parlamentaria de los republicanos. 

Adicionalmente, Biden ha pasado a apoyar a Israel en sus ataques en Gaza con recursos, que se suman para generar el mayor presupuesto militar en el mundo que supera al de los próximos nueve países, que también mantiene, entre otras cosas, unas 300 bases militares y diversos conflictos menores que mantiene hace tiempo como Yemen y Somalia. Es que otro aspecto en común entre Biden y Trump es, pese a sus promesas electorales, ninguno pudo terminar con las guerras interminables de Estados Unidos.

El marco global 

A nivel global, la descomposición del orden liberal internacional significa la pérdida de aceptación de gran parte de países de los pilares que Roosevelt y Churchill establecieron en la Carta del Atlántico en 1941, que luego se plasmarían en la creación de las Naciones Unidas. Ese entendimiento entre los mandatarios anglosajones se basaba en la “relación especial” que ambas naciones afirmaban poseer por linajes político, culturales y lingüísticos que las colocaba en la cima de orden liberal y democrático. 

Esa visión ha reforzado la identificación británica con el liderazgo estadounidense, fundamentalmente luego de la era Thatcher y continuada por el Nuevo Laborismo de Tony Blair, que lo llevó a apoyar fehacientemente las guerras de Bush contra el terror. El proceso del Brexit, tenía entre sus más importantes promesas (incumplidas) una relación comercial especial con Estados Unidos. Esa sería unas de las cartas de Boris Johnson para obtener el apoyo social para, finalmente, cerrar la salida del Reino Unido de la Comunidad Europea. 

Siendo primer ministro cuando comenzó el conflicto en Ucrania, Johnson se comportó acorde a la lógica de la ‘relación especial’, apoyando irrebatiblemente las posiciones de Biden. Johnson ganó destaque por su activa oposición a cualquier posibilidad de solución de pacífica entre Ucrania y Rusia. El periódico ucraniano Ukrainska Pravda en mayo de 2022 lo colocó como saboteador las negociaciones diplomáticas entre Kiev y Moscú a principios de ese año, cuando apareció imprevistamente sosteniendo que occidente no quería acuerdos, sino presionar a Putin hasta su caída.

Recientemente, Johnson expresó que una derrota de Ucrania contra Rusia significaría el fin del dominio occidental sobre el mundo: “será una catástrofe para Occidente; será el fin de la hegemonía occidental”, sostuvo, “una humillación total para Occidente -la primera vez en los 75 años de existencia de la OTAN que esta alianza hasta ahora exitosa ha sido completamente derrotada- y en suelo europeo.”  «Será un punto de inflexión en la historia, el momento en que Occidente pierda finalmente su hegemonía de posguerra», se quejó.

Ahora, el primer ministro del Brexit y austeridad, David Cameron, ahora como canciller de Rishi Sunak, ex ministro de economía de Boris Jonhson, cruzó el Atlántico para alentar a Estados Unidos a seguir apoyando a Ucrania, porque si Rusia no es derrotada, se sentirá envalentonada para invadir otros países. Repitiendo lógicas que Biden mismo ha empleado, sostuvo que el apoyo occidental a Ucrania es “una relación calidad-precio extremadamente buena”, ya que ha debilitado a Rusia, creado empleos en el país y fortalecido a la OTAN “sin la pérdida de una sola vida estadounidense”.

Lo llamativo de la agresividad británica contra Rusia es que en términos militares resulta eclipsada en todos los aspectos posibles; en especial en la actualidad que sus aportes a Ucrania la ha dejado sin más nada. Ni siquiera proyectiles. Según el teniente general Sir Rob Magowan, el Reino Unido no podría soportar una guerra convencional con Rusia durante más de un par de meses. En Unherd, Nina L. Khrushcheva, profesora ruso-estadounidense en The New School de Nueva York sostuvo que “Putin no ha mostrado ningún deseo de declarar la guerra a la OTAN. Pero, al avivar el temor de que así sea, la OTAN corre el riesgo de crear una especie de profecía autocumplida. Incluso yo, una crítica constante de Putin, encuentro esto completamente provocativo y tonto”.

Aunque los republicanos parecen no desear destinar más recursos para Ucrania, sus posturas globales son coincidentes con la de Camerón. Una docena senadores republicanos le enviaron una carta al fiscal Karim Khan de la Corte Criminal Internacional amenazándole que si investiga a Israel “nosotros te atacaremos a ti” con “acciones severas contra usted y su institución”, porque serían “no sólo una amenaza a la soberanía de Israel sino también a la soberanía de Estados Unidos”. De una forma similar, el equipo económico de Trump está elaborando sanciones contra países que dejen de usar el dólar como moneda internacional.

Mientras los líderes anglosajones preservan sus tradiciones, de acuerdo a una encuesta de Gallup cayó la aprobación de Estados Unidos en África, y ahora es superado por China—siendo que la de Rusia aumentó considerablemente. Similarmente, en la encuesta Índice de Percepción de la Democracia 2024 efectuada por la empresa alemana Latana en 53 países, la mayoría en Asia, Medio Oriente y África del Norte tiene una visión tan positiva de Rusia y China como de Estados Unidos. 

Los resultados también encontraron que el apoyo a Estados Unidos entre los europeos ha disminuido, particularmente marcado en Alemania, Austria, Irlanda, Bélgica y Suiza. Frederick DeVeaux, investigador principal de Latana, destacó que esta es «la primera vez desde el inicio de la administración Biden» que muchos países de Europa occidental han vuelto a tener percepciones netamente negativas de Estados Unidos”. 

Casi 80 años después que Churchill acuñó el término “relación especial”, el periodista inglés Thomas Fazi sostiene que “la noción de que el Reino Unido disfruta de una posición “subimperial” privilegiada entre los aliados occidentales de Estados Unidos continúa informando la identidad del país como una de las grandes potencias mundiales”.

Por su parte, Francis Fukuyama, cuyo libro de 1992 El fin de la historia marcó la consolidación del “orden liberal internacional”, en una entrevista reciente con Internationale Politik Quarterly afirma que tanto Trump como Biden tienen problemas mentales. Y concluye: “Es un poco triste que la política estadounidense depende de qué candidato se deteriora más rápido. Pero ahí es donde estamos ahora”.

  1. Fragile Victory: The Making and Unmaking of Liberal Order. New Haven: Yale University Press, 2023. ↩︎

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