Todas las designaciones de Donald Trump para su futuro gabinete van en el mismo sentido. El símbolo es el ultraconservador Marco Rubio, el senador más comprometido con la guerra comercial contra China. Justicia es otra clave, por las investigaciones sobre el asalto al Capitolio.
Los movimientos vertiginosos del presidente electo de USA siguen marcando la agenda internacional y en particular la agenda argentina, ya que Javier Milei ha decidido cruzar el continente para saludar a Donald Trump en su residencia de Palm Beach.
Que las elecciones del pasado 5 de noviembre serían un punto de inflexión en el tablero mundial, era una verdad a voces. Los nombramientos en lugares decisivos del poder estatal norteamericano confirman aquellas sospechas.
Veamos algunos ejemplos. El millonario de Manhattan que conquistó la Casa Blanca por segunda vez, designó como Secretario de Estado (cancillería americana) a Marco Rubio. Este senador por el estado de Florida, hijo de padres cubanos, es un auténtico halcón alineado con las posiciones más duras que pretende desplegar Trump en el escenario internacional. Es partidario de dar por concluidas las ayudas militares a Ucrania y de forzar a Zelensky a negociar con Moscú el fin del conflicto. El propio Trump dialogó con Zelensky contando con la presencia estelar de Elon Musk entre ambos, para solicitarle al líder ruso que aflojara la intensidad de los ataques a la espera de una segura capitulación ucraniana.
Por cierto, la designación del magnate sudafricano al frente del Departamento de Eficiencia Gubernamental, no hace más que confirmar los puntos de quiebre con las anteriores administraciones norteamericanas. Volviendo a Rubio como nuevo canciller, su posición en el conflicto del Oriente Medio es de total adhesión a los postulados de Israel. Considera a Hamas responsable absoluto de la guerra desatada el 7 de octubre de 2023. Con respecto a China, promovió como senador quitar cualquier tipo de subsidios a los coches eléctricos provenientes de ese país, y es partidario de meterle un arancel del 25% al acero mexicano para evitar que Pekín pueda utilizar esa vía a través del acuerdo Estados Unidos-México-Canadá para introducir su aleación en los mercados estadounidenses sin penalización. Marco Rubio, haciendo honor a su origen filial y político, es un profundo enemigo de Cuba y, por supuesto, de Nicolás Maduro, al que considera amortizado en el cargo. “Es sólo una cuestión de tiempo que caiga, lo único que no sabemos es cuánto llevará y si será una transición ordenada o sangrienta”, comentó.
Otra área sensible para los intereses personales del nuevo presidente de EE.UU, es la Justicia. Trump designó como fiscal general a Matt Gaetz, congresista por Florida. Lo quiere al frente del Departamento de Justicia y suya será la tarea de liberar a Trump de dos procesos penales federales que pesan sobre él. Provocador y antisistema, Gaetz se define en X (ex Twitter) como “agitador”.
Gaetz tendrá la responsabilidad de revisar los expedientes de las personas que intentaron tomar el capitolio hace casi cuatro años y a quienes Trump considera “rehenes”.
Volviendo a la designación de Musk al frente de un ministerio creado para despedir gente que trabaja en el estado, es interesante observar como diarios de la talla de The Guardian en Inglaterra o La Vanguardia en España han decidido marcharse de Twitter por considerarla una cloaca que difunde contenidos falsos, mentiras y que disemina el odio al por mayor. Aquí hay otra de las claves de bóveda del próximo gobierno trumpista. Estos gobiernos de cuño reaccionario consideran a la prensa un intermediario incómodo entre administraciones y ciudadanos y desdeñan de la calidad y rigurosidad informativa y del chequeo de las fuentes.
Al frente del Ministerio de salud, Trump colocó a Robert Kennedy, sobrino del ex presidente Kennedy y declarado militante anti vacunas en plena pandemia del Covid-19. Lejos de los consensos científicos, Kennedy junior es un antediluviano.
Podríamos seguir con las designaciones de Trump, pero todas van en la misma dirección. “American first” (primero América) como definición. Todos conjurados en un mismo objetivo. Conservadores, enfrentados a cualquier agenda de cohesión social y dispuestos a favorecer a una nueva oligarquía de negocios. Este es el futuro gobierno de USA que se encontrará Milei. En muchos puntos Milei está profundamente de acuerdo. Otra cosa muy distinta es cuánto de los intereses que defienden estos nuevos cruzados de USA son compatibles con los intereses argentinos. A priori, cerrar las importaciones vía aranceles de productos importados, fortalecer el dólar y probablemente subir la tasa de interés de la Reserva Federal, no suenan muy acorde con favorecer a nuestro país. No habría que descartar que en los próximos años veamos un cambio de rasante. Que las guerras convencionales muten a guerras comerciales, y eso sería una contradicción para quien se asume como liberal acérrimo.
Hace 63 años otro presidente argentino visitaba Palm Beach. Arturo Frondizi, de él se trata, se encontró con John Kennedy en diciembre de 1961, en ese coqueto balneario de la península de la Florida. Era otra Argentina y era otro el mundo. El objetivo de esa cumbre era tratar el impacto de la revolución cubana en Latinoamérica en pleno proceso de la guerra fría. Pero a esa altura Frondizi y Kennedy eran viejos conocidos y la prédica del Presidente desarrollista argentino era un mantra incansable: “sólo tendremos destino para todos, si nuestro país logra incorporar valor agregado a su economía”. Frondizi buscaba inversiones en las industrias de base y en la energía petrolera y gasífera, además de la industria automotriz.
En esta nueva división internacional del trabajo, Argentina puede convertirse en el proveedor de energía y materias primas que necesite USA en su enfrentamiento con China. A ese rol está siendo convocado el gobierno de Milei en sus constantes flirteos con el prototrumpismo. El desarrollo es otra cosa muy diferente.