¿Nada mejor que una buena puteada?


Además de los discursos falaces, la incontinencia verbal desbordante de improperios señala una degradación de la política y un gradual alejamiento de sus objetivos comunitarios. El proceso electoral en Venezuela es un desafío al sentido común, la prudencia, y la solidaridad con los intereses populares.

El presidente Javier Milei había viajado con su hermana Karina Milei a París, donde disfrutaron del glamour de la apertura de los Juegos Olímpicos. Luego habían vuelto a la Argentina para participar, mientras Venezuela concurría a las urnas y Nicolás Maduro ponía en juego su cargo, de la apertura de la Exposición Rural 2024. Allí se habían cruzado, y debieron intercambiar saludos, con la vicepresidenta Victoria Villarruel. Se trató de un hecho trascendente porque Javier y Victoria no exhibieron entusiasmo alguno, apenas un liviano y fugaz beso en la mejilla, y ocuparon asientos distantes. Por añadidura, algo por el estilo sucedió cuando Karina y la vicepresidente se fundieron en aquello que, lejos de un abrazo de cortesía, pareció un gesto propio de las exequias por algo difunto.

En la Rural el presidente Milei pronunció un discurso con abundancia de promesas y definiciones agradables para su auditorio, como cuando dijo que “nadie tiene tantas ganas como nosotros de salir de este modelo desastroso donde el Estado, entre retenciones y cepo, le expropia al campo el 70% de lo que produce; pero también debemos saber que quitar los parches sin antes solucionar el problema de fondo sería agravar la crisis que heredamos. Por eso, no nos importa cuánta presión haya ni de dónde venga, nosotros no vamos a apresurarnos demagógicamente”. Prometió bajar el Impuesto País al 7,5% en septiembre y a 0% a fin de año; respecto de las retenciones, de las que dijo que también tendrían igual destino, aunque se abstuvo de precisar fechas destacó que merced a la Ley Bases habían quedado afuera de la coparticipación, un logro sin el cual sería imposible eliminarlas.

Como era previsible, para los máximos representantes del sector agropecuario el discurso presidencial supo a poco, como siempre, por más que en varios pasajes abordara otros temas de interés para “el campo”. Incluso en algún momento de su disertación Milei redobló la apuesta y evocó, sin percatarse y dado vuelta, un viejo apotegma nac&pop que en la actualidad todavía es motivo de algunas pintadas callejeras. Dice así: “Los días más felices fueron y son peronistas.” Entonces la versión de Milei en la Rural, imperfeccionada, ampliada y puesta patas para arriba, fue la siguiente: “Es simplemente un hecho, una verdad inobjetable, que los días más felices de la historia argentina fueron los días más felices de la historia del campo, y que los días más tristes de la historia argentina fueron los momentos más duros para la actividad agropecuaria. Cuando al campo argentino le fue bien, a todos los argentinos les fue bien; cuando al campo argentino le fue mal, a todos les fue mal.”

Concluida la visita al predio de Palermo, habiendo percibido el desconcierto y la insatisfacción rutinaria que circulan en “el campo” cada vez que no son satisfechas la totalidad de sus expectativas, la noche del domingo 28 y la madrugada del lunes 29 le obsequiaron a Milei las primeras noticias referidas a las elecciones venezolanas. No había tiempo que perder, y entonces con premura hizo esfuerzos para posicionarse en el escenario político internacional ocupando presuntamente un lugar a la par de los principales líderes de la región, cuando no por encima de la mayoría de ellos. Milei lo hizo, aun a costa de habilitar la sospecha de un excesivo ensayo previo y de la sobreactuación posterior, habida cuenta de que sin que se conocieran cifras oficiales ya estaba el presidente argentino expresando digitalmente que “los venezolanos eligieron terminar con la dictadura comunista de Nicolás Maduro”, y que “los datos anuncian una victoria aplastante de la oposición y el mundo aguarda que reconozca la derrota luego de años de socialismo, miseria, decadencia y muerte”. La respuesta del otro lado estuvo a cargo de varios chavistas entusiastas. Se destacó el canciller venezolano: “Nazi nauseabundo –escribió Yvan Gil–, el pueblo argentino te pasará factura más temprano que tarde, nuestra victoria aplastante es una señal inequívoca que nuestros pueblos derrotarán el fascismo que promueves”.

La canciller argentina Diana Mondino, aunque al amparo de tiempos verbales en condicional, había posteado a las 5,44 hs. una suerte de advertencia que podría leerse como el intento de formular una profecía autocumplida: “Esperemos que la jornada de votación termine en paz en Venezuela. Qué triste sería tener que denunciar violación de las leyes nacionales e internacionales por parte del régimen de Maduro! El mundo está mirando. Digamos BASTA!! a los atropellos. Venezuela merece un futuro sin violencia y con crecimiento.”

Según las autoridades del Consejo Nacional Electoral, aunque sin capacidad o vocación de hacer pública la documentación respaldatoria, Maduro habría ganado con el 51,2% de los votos. En la comunidad internacional se registraron al principio tres reacciones ante los comicios: países como Rusia, China e Irán reconocieron el triunfo del oficialismo; países como los EE.UU., Colombia o Brasil exigieron, de forma independiente o luego relativamente coordinada, que el gobierno venezolano exhibiera la documentación respaldatoria del resultado electoral; y países como la Argentina, Costa Rica, República Dominicana, Ecuador, Panamá, Paraguay, Perú y Uruguay pidieron (en un comunicado conjunto) un escrutinio transparente. Corresponde agregar que María Corina Machado, la líder y voz cantante de la oposición en Venezuela, arengó a sus partidarios a permanecer “todos en los centros de votación hasta contar los votos y obtener las actas” porque “haremos prevalecer la verdad y respetar la Soberanía Popular”. La canciller Diana Mondino entonces replicó en X: “¡Fuerza Corina! A no ceder un milímetro.”

Lo había primereado Milei (porque al que madruga Dios lo ayuda) pero el ex presidente Mauricio Macri también quiso dar su opinión. Señaló que la mayoría de los venezolanos “hablaron fuerte y claro: Maduro debe dejar el poder”. Incluso apeló a una primera persona del plural ligeramente megalómana: “Llamamos a la comunidad internacional –escribió–, y en especial a los países de la región que deben velar por el compromiso con la democracia, a no permitir que esta dictadura se perpetúe en el tiempo.”

Pero merced a la prematura evaluación crítica de Milei, sin que siquiera se abrieran las urnas el mundo ya estaba al tanto de que la Argentina no aceptaría otro fraude electoral y sabía que en Venezuela “las Fuerzas Armadas defenderán la democracia y la voluntad popular”. Y como Macri no podía abordar el tema sin cometer una gaffe por el estilo, quiso dar otra vuelta de tuerca a lo dicho por Milei y aseguró que “ahora las Fuerzas Armadas de Venezuela tienen la oportunidad de ponerse del lado correcto de la historia y garantizar que se respete la voluntad del pueblo”.

Pero esta circunstancia amerita un breve interludio, manteniendo presentes algunas respuestas de Nicolás Maduro al presidente argentino, matizadas con gentilezas de grueso calibre como la que sigue: “Desde Caracas digo: no al nazi fascista de Milei. Tiene cara de monstruo, además. Es feo, estúpido. No me aguantas un round, bicho cobarde. Eres un tronco de fascista. Ya este pueblo ha dicho no al capitalismo salvaje, no al fascismo, no a Milei, no al nazi fascista de Milei. Estamos dando un ejemplo al mundo”. El blanco de sus insultos, el presidente argentino, insistió en calificar de fraudulento al proceso electoral y compartió después un video en el cual aseguró que “los leones venezolanos despertaron y tarde o temprano se va a terminar el socialismo, se va a terminar ese modelo empobrecedor, porque el socialismo es siempre y en todo lugar un modelo asesino y hambreador y empobrecedor”. Además dijo a su equipo de gobierno, a sabiendas de que Maduro había coreado con la multitud, a guisa de estribillo: “Milei, basura, vos sos la dictadura”, que esos insultos eran para él “un halago”.

La canciller argentina viajó a los EE.UU. para participar de una reunión de la Organización de Estados Americanos, entidad que venía de denunciar “la manipulación más aberrante” en los comicios venezolanos, y que endureció su reclamo para que Maduro reconociera los resultados o se convocara a nuevas elecciones con observadores de la OEA, la Unión Europea y un nuevo Consejo Nacional Electoral. Pero no todos los países de la región se manifestaron solidarios con la política de la entidad (de la cual desde hace años Venezuela decidió no formar parte), sino que han resuelto, como México, no concurrir a la reunión. Pero el miembro con mayor peso en la OEA, los EE.UU., a través de John Kirby (portavoz del Consejo de Seguridad Nacional de la Casa Blanca) y de Vedant Patel (viceportavoz del Departamento de Estado) manifestaron: “Nuestra paciencia y la de la comunidad internacional se está agotando; se está agotando la espera de que las autoridades electorales venezolanas sean sinceras y publiquen los datos completos y detallados de esta elección para que todos puedan ver los resultados.”

Así que habrá que aguardar cómo se resuelve esta crisis, obstinada en transcurrir bordeando la violencia generalizada y manifestando de paso una severa degradación de la política. Es degradante el maltrato en las urnas y en las calles, pero también el maltrato en el plano simbólico, en el plano de la lengua, la realidad inmediata del pensamiento. Por eso el recorrido previo incluso habilita la asociación con un libro debido a la nueva estrella de la industria editorial europea, el sociólogo, ensayista y asesor político ítalo-suizo Giuliano da Empoli, autor de El Mago del Kremlin, una primera novela que viene acumulando premios y agotando ediciones en todos los idiomas a los que fue traducida. Da Empoli estuvo en la Argentina hace un par de meses, visitó la última Feria del Libro, concedió reportajes y se refirió al personaje de su novela, El Mago, principal consejero de Putin. Hay quienes aseguran, teniendo a la vista su desempeño y el comportamiento del líder ruso registrados en el libro de Giulano da Empoli, que los principales lineamientos de la obra podrían extrapolarse a la praxis de Javier Milei. Además resultaría, de ser así, muy oportuna la observación de uno de los personajes del libro que advierte, al comenzar el relato, que el abuelo del Mago estuvo signado por algo desaparecido con su generación, algo que sobrevive tal vez como estructura, pero con otro contenido. No es del todo original, pero El Mago dice de su abuelo: “Mantenía la típica insolencia del aristócrata ruso. Se habría dejado colgar antes que renunciar a una frase ingeniosa”. Entonces ahora parece que abundan los dirigentes encumbrados que, como casi todos los que animaron este artículo, se dejarían colgar antes que renunciar a una buena puteada.

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