Una leve fluctuación en la relación entre los precios y los salarios no equivale a un cambio de tendencia. Algo que por otra parte es comprensible porque el propio Gobierno limita las paritarias. Solamente lleva adelante acciones para que el movimiento de los precios no se exacerbe, pero no busca que los salarios siquiera vuelvan al estado anterior a esta política económica.
Como la variación del Índice de Precios al Consumidor (IPC) manifiesta una tendencia descendente desde diciembre del año anterior, cuando alcanzó un alza mensual del 25,5%, Javier Milei y diferentes figuras del Gobierno se vanaglorian de que la inflación finalmente quedará bajo control, gracias al abandono por parte de esta administración de las políticas populistas que empobrecían a la sociedad argentina.
De acuerdo al relato oficial, es un hecho que preanuncia el advenimiento de una recuperación de la actividad económica y una mejora en la calidad de vida de la población.
Frente a los múltiples indicios del enrarecimiento de la situación social y económica, interpretar ciertos datos como elementos que denotan la prontitud de un viraje parece audaz. Se trata de una toma de posición en relación a los resultados de las políticas económicas y la resolución de dificultades que, de no corresponder a los hechos, evidencia una profunda incapacidad por parte del grupo gobernante para encarar una gestión genuinamente favorable hacia las necesidades de la Nación, enmascarada con reacciones teatrales.
Tales motivos invitan a preguntarse qué significa el descenso de la inflación, y si detrás de esa baja se constata lo que aducen desde el gobierno. O si, por el contrario, es parte del mismo proceso económico de mayor recesión e impulso al empobrecimiento de la población argentina que inició en diciembre. La segunda hipótesis es poco frecuentada, a pesar de su importancia, porque de ser cierta anticipa un escenario político muy conflictivo.
Los salarios siguen iguales
En abril, el IPC tuvo un incremento sobre su nivel de marzo del 8,8%. En esta declinación incide el hecho, ya observado en el mes anterior, de que la categoría Alimentos y bebidas no alcohólicas tuvo un incremento bajo, del 6%. El valor de la Canasta Básica Alimentaria tuvo un incremento del 4,2%, y el de la Canasta Básica Total del 7,1%. Como ocurre con el IPC, es el primer mes en el año en el que sus incrementos caen por debajo de los dos dígitos.
En marzo, el principal impulso al IPC lo dio la categoría Educación, que tuvo una variación del 52,7%. En abril provino de Vivienda, agua, electricidad, gas y otros combustibles, cuya alza fue del 35,6%. Con lo cual el nivel de precios sigue siendo acicateado por rubros específicos, sin que haya un movimiento general.
Esto es lo que suele producirse luego de que tengan lugar saltos significativos del tipo de cambio, a los cuales sigue una estabilidad relativa, como es el caso desde la devaluación de diciembre.
El Presidente celebró que el dato general de los salarios haya dado cuenta de un incremento del 14% en febrero como evidencia de que éstos empiezan a recuperarse (el IPC en ese mes tuvo una variación del 13,3%). Sin embargo, en marzo continuaron con un aumento del 10,3%, con el IPC teniendo un alza del 11%.
Esto corrobora que una leve fluctuación en la relación entre los precios y los salarios no equivale a un cambio de tendencia. Algo que por otra parte es comprensible, si tenemos en cuenta que el gobierno mismo limita las paritarias y solamente lleva adelante acciones para que el movimiento de los precios no se exacerbe, pero no que los salarios siquiera vuelvan al estado anterior al del inicio de esta política económica.
Los dólares de la recesión
La erosión del poder de compra de la población que trajo aparejada la devaluación le permitió al gobierno recomponer el stock de reservas internacionales del Banco Central, debido a la disminución de las importaciones que provoca la contracción del nivel de actividad. Simultáneamente, tuvo lugar un cambio de política monetaria consistente en disminuir la tasa de interés de referencia, utilizando la de los pases pasivos diarios en lugar de los plazos fijos mensuales.
Se trata de un movimiento peculiar. Cuando se busca mantener la estabilidad cambiaria -elemento principal del aquietamiento del IPC- se pretende que la tasa de interés permanezca por encima de los movimientos de precios, con el fin de alentar la orientación del ahorro hacia activos financieros nominados en moneda nacional y descomprimir la presión sobre el tipo de cambio.
La tasa de interés se mantuvo en el 100% nominal anual entre el 18 de diciembre y el 12 de marzo, cuando se la llevó al 80%. A partir de la última fecha, por la desaceleración del IPC, se la redujo reiteradamente. El cambio más reciente tuvo lugar el 14 de mayo, con la tasa fijándose en el 40% nominal anual.
Al convertirla a los valores mensuales, se corrobora que siempre se mantuvo por debajo de los movimientos del IPC (del 8,6% en diciembre al 3,3% en mayo), pero por encima de la tasa mensual de devaluación, del 2%. Sin embargo, por efecto de su reducción paulatina, su distancia con las modificaciones del tipo de cambio es cada vez menor. No es un dato anecdótico, porque un esquema con las características del actual alienta el posicionamiento en pesos para migrar a dólares en el caso de una eventual liberación del mercado cambiario.
Por otra parte, el stock de reservas internacionales alcanzaba un valor de 21.428 millones de dólares al inicio de diciembre del año anterior. Para el 1 de febrero se incrementó a 27.072 millones. Sin embargo, aunque el aumento continuó hasta abril, fue de una importancia menor a la de los primeros meses del año, y entre abril y mayo permanece prácticamente estancado.
La relevancia de la caída en el nivel de actividad para la recomposición de las reservas se aprecia en que los ingresos de divisas provenientes del comercio exterior, que a largo plazo son los únicos de importancia genuina, se explican mayormente por la caída de las importaciones.
Si se comparan los datos del primer trimestre de 2024 con los del año anterior, en el cuál el impacto de la sequía mermó seriamente las exportaciones provenientes del sector agrario, se ve que la mejora en el saldo comercial, que pasa de un déficit de 1.343 millones de dólares a un superávit de 4.252 millones, no se debe tanto al incremento de las exportaciones, equivalente a un valor de 1.423 millones, si no al descenso abrupto de las importaciones, equivalente a 4.712 millones.
En la contrapartida financiera, el resultado de la liquidación de divisas del sector exportador de bienes crece notablemente, con una contribución superior de los sectores que excluyen al de oleaginosas y cereales, cuando normalmente este es deficitario. Estos resultados se alcanzan a pesar de que ni las exportaciones ni la liquidación del sector de oleaginosas y cereales alcanzan los niveles de 2022, año anterior a la sequía y el último de crecimiento de la economía argentina.
Situación problemática
La desaceleración de la inflación y la política monetaria que practica el gobierno, de las que el Presidente de la Nación presume con una pomposidad llamativa, son dos aspectos que configuran la economía del empobrecimiento que es propia de la administración La Libertad Avanza (mientras Argentina retrocede), asociadas con la disminución de la demanda agregada que hace a su núcleo.
Los salarios quedaron atrasados frente a los precios, y su recomposición requeriría movimientos persistentes, y direccionados si se quiere evitar que los segundos se disparen. De lo contrario, los precios tendrían que actualizarse para absorber los nuevos montos salariales, y el ajuste para que el salario gane incidencia frente a sus otros determinantes sería más lento y tortuoso.
Frente a ese proceso, que traería aparejada una recuperación de la economía, una política monetaria sensata es ineludible, por la sencilla razón de que los dólares tienen que quedar disponibles para las importaciones de insumos. No es que haya que vedarlos como parte de los instrumentos de ahorro, si no que se debería limitar su importancia ofreciendo opciones atractivas en pesos.
Sin embargo, como no se asume el objetivo de mejorar los salarios y por el momento, predominan ideas extravagantes sobre el destino de la moneda nacional y un desconocimiento completo de su vínculo con la evolución de la economía, se sigue desenvolviendo una política cuya estabilidad depende, sencillamente, de que la población argentina tolere el estado en el que se encuentra. O, visto desde otra perspectiva, del poder político que exista para mantenerlo.
En la práctica, es probable que se imponga una realidad intermedia, sin que los salarios permanezcan estancados indefinidamente, ni la política monetaria sea tan incongruente. Especialmente, a medida que el gobierno se vea necesitado de atenuar su curso de acción para evitar su propio desgaste.
La cuestión de los salarios es siempre más compleja con gobiernos reaccionarios, porque su objetivo no consiste en elevarlos, si no en controlar los daños de su disminución. De lo segundo, ya hay elementos en la licitación de Letras de Capital que el Tesoro Nacional tendrá lugar a partir de la próxima semana, con una tasa de interés mínima del 4%, sin valor máximo. Es decir, mayor que la de política monetaria.
En la medida en la que se disipen las restricciones del mercado cambiario, si es que finalmente el gobierno obra de acuerdo a lo que predica, es más factible que las necesidades de la coyuntura fuercen un cambio en la política monetaria para conservar la estabilidad cambiaria.
Curiosamente, si se aceleran los incrementos salariales y el tipo de cambio, se alimentaría el incremento de precios. Y este gobierno, que tanto presume de la recuperación incipiente, aunque inobservable, carece de la capacidad de apuntalar el crecimiento económico con estabilidad de precios. Una situación problemática, especialmente si no lo enfrenta una oposición con mayor claridad sobre como conducir el proceso político.