Ronronear es una cosa y rugir es otra

La Ley Bases marca el rumbo de una realidad en marcha mediante la recesión y el uso del DNU 70 desde 2023. El terror de los gobernadores a las encuestas parcialmente leídas. La coincidencia ultraliberal. La falta de nitidez de un relato opositor sobre lo que ocurre de veras y sobre sus causas. La nueva agenda de Milei y Bullrich: bajar la edad punible de 16 años a 13 a pesar de que sólo hay ocho casos de asesinato por año cometidos por menores de 16.

Su Excelencia tiene nueva ley, la Ley Bases, y el futuro dirá si logra aprovecharla políticamente o si se desgasta en su propia ley, que es la recesión. Por lo pronto está claro que consiguió usar en su favor, para la negociación en el Congreso, dos elementos. Uno, el temor de los gobernadores a quedarse del todo sin recursos fiscales. “Del todo” porque Su Excelencia el Presidente Javier Milei sometió y somete a las provincias a recortes jubilatorios, de transporte, de sueldos docentes y de asistencia alimentaria. Tanta quita se suma a la baja en la recaudación provincial y municipal –y también nacional, naturalmente– por la caída en el nivel de actividad. Lo analiza en esta edición Guido Aschieri. El otro elemento es el terror pánico de la mayoría de los gobernadores a las encuestas, o mejor dicho a lo que ellos observan en las encuestas cuando las leen parcialmente. Ningún sondeo le da a Su Excelencia cifras salvadoreñas, del 70 u 80 por ciento. A lo sumo marcan una popularidad de entre el 45 y el 52 por ciento, según el caso. No es poco, sobre todo en medio de esta recesión. Pero por algún motivo difícil de comprender, la lectura de la mayoría de los gobernadores con miedo tiende a olvidar que no sólo ganaron con votos el puesto que ocupan. A nivel de todo el país un 44 por ciento dijo en noviembre que no quería el rumbo ultraliberal de Su Excelencia. De ese modo se genera una profecía autocumplida típica, por citar ejemplos de otro orden, de lo que sucede con la embajada de los Estados Unidos. Si esa embajada, que suele ser nombrada como La Embajada, se hace la fama, luego puede echarse a dormir: el resto pensará que hace y deshace en la política argentina con un poder sin límites. Sin límites internos y sin límites externos. Sin obstáculos políticos ni geopolíticos. Del mismo modo, en relación con Su Excelencia la profecía autocumplida consistiría en otorgarle el imaginario de un poder omnímodo. Una vez otorgado, entonces, al león le bastará con gritar fuerte Vivalalibertácarajo. Ni siquiera precisará rugir. Cuando ronronee, como un gatito mientras le acarician un cachete, los demás pensarán que está hambriento y buscará saciarse con carne humana. Carne peronista, si es posible.

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Además de ese doble temor, presente en gobernadores y también en legisladores de las dos cámaras, claro que hay coincidencias de un sector amplio en torno del rumbo oficial. No solamente caló en buena parte de la dirigencia política el dogma liberal. Permeó fuerte el credo ultraliberal, a menudo salpicado de valores ultraderechistas que repudian la justicia social y toda perspectiva especial hacia cualquier tipo de diversidad. En este terreno se da otra vez la profecía autocumplida. Si parte importante de la dirigencia asume como cierto que “la gente”, sin distinción alguna, cambió de valores, y que ese cambio es inexorable y será cada vez más extendido entre la población, de modo directo o indirecto se dedicará a no cuestionar, o a no refutar, o a no chocar. A no despertar ni el más mínimo recelo. El resultado es que se afianzarán los valores ultraliberales a pesar de su evidente contradicción con la realidad cotidiana.

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Su Excelencia aprovecha el temor a las fuerzas del Cielo o la coincidencia de credo entre la no-oposición, por un lado, y a la vez la falta de nitidez en el relato opositor. El bando ultraliberal consiguió transformar en un insulto la palabra “relato”. Según la Real Academia Española, tiene dos acepciones. La primera es “conocimiento que se da, generalmente detallado, de un hecho”. La segunda es “narración, cuento”. Puede suponerse que la primera acepción está vinculada con la realidad y la segunda con la ficción. El ultraliberalismo y la extrema derecha lograron imponer la segunda acepción para describir toda posición favorable a pecados como la obra pública, la salud ídem, la educación ibídem, la búsqueda del multipolarismo en política exterior, la política industrial y la existencia de sindicatos con un poder de negociación capaz de equilibrar la distribución cada vez más regresiva del ingreso. Y simultáneamente los pecadores parecen haber abandonado (no todos pero sí muchos, cabe la aclaración) el relato en su primera acepción. No tanto el relato de lo que hicieron los cuatro gobiernos peronistas desde 2003. Más bien están descuidando el relato sobre lo que sucede desde que asumió Su Excelencia. Si parte de la política consiste en pedagogía, tenacidad y paciencia, como acostumbraba enseñarlo cuando formaba cuadros un tal Juan Domingo Perón, de cuya muerte se cumplen 50 años el 1° de julio, allí hay un hueco. Por ejemplo, repetir la palabra “ajuste” como si todo estuviera dicho ya no tiene ningún sentido. Si Su Excelencia se jacta de haber producido el ajuste más grande de la historia mundial –y para colmo, acaso no exagere demasiado– hablar desde la oposición de “ajuste” y quedarse en palabras tiene gusto a poco. Sólo servirá para que los trolls oficiales vean facilitada su tarea. Trabajarán con menos obstáculos en su pelea por el sentido de las cosas.

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Con la sanción en las dos cámaras de la Ley Bases, Su Excelencia obtuvo los votos para legitimar parlamentariamente una mayor precariedad laboral, un principio de privatización de empresas públicas, un conjunto de facultades delegadas en un Presidente que tiende a concentrar la suma del poder público y un régimen de grandes inversiones con ventajas inéditas en el mundo capitalista para remesar divisas sin reinvertir. Si en lugar de haber regimentado la industrialización y haber hecho obligatoria la reinversión, como lo hizo, Corea del Sur hubiera aplicado en los años ’50 un RIGI como el de Su Excelencia, hoy sería igual a la Corea del Sur de los ’70, cuando el Producto Bruto Interno per cápita era de 2496 dólares, contra los 38 mil dólares de 2023. Aclaración necesaria para granjeros trolls: esta nota habla de la muy capitalista Corea del Sur, no de la colectivista Corea del Norte.

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La Ley Bases marca el rumbo del Gobierno. Sin embargo, no agota la realidad, ni mucho menos. La realidad está marcada, en rigor, por dos planos: el DNU 70 de 2023, nunca derogado por el Congreso, con el que gobierna Su Excelencia casi desde el inicio, y la recesión, que es fruto de una decisión política. El periodista y economista Alfredo Zaiat insiste con un concepto: los ajustes estructurales, los que cambian las sociedades para siempre incluso a pesar de una posterior recuperación relativa cuando el péndulo se inclina hacia el otro lado, siempre se realizan al principio de las gestiones liberal-conservadoras. Sucedió con la última dictadura, con la Convertibilidad, con la temprana devaluación de Mauricio Macri y con la megadevaluación operada por Su Excelencia. Es en esta sociedad de gente rota que Su Excelencia y la ministra de Seguridad Patricia Bullrich quieren imponer una nueva agenda basada en la baja de la edad de punibilidad. Hoy es a los 16 años. Pretenden reducirla a 13. En este esquema los chicos quedarían reforzados en su papel de chivos expiatorios, aunque los datos duros muestren una verdad contraria. Según Marisa Graham, designada en 2020 como Defensora de los Derechos de las Niñas, Niños y Adolescentes de la República Argentina, en 2023 los menores de 16 que cometieron homicidio fueron ocho. No ocho mil, ni ocho por ciento de los adolescentes. Ocho. Solamente ocho. Dato mata relato. En este caso, lo mata en su segunda acepción: el cuento de Su Excelencia.

Un comentario sobre «Ronronear es una cosa y rugir es otra»

  1. Hola, sos un intelectual que describe muy bien las categorías y quien pertenece a cada cual. Falta la construcción política, de barricada si queres para ver un futuro distinto.

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