A la Administración de Parques Nacionales no le sobra gente, según los guardaparques más experimentados consultados por Y ahora qué?, pero Milei viene desmantelando el organismo y los despidos según ATE pueden llegar a 600. Cómo juegan el interés turístico, el interés comercial y el cuidado del medio ambiente. Por qué no hay reacción internacional.
El despido de más de 130 trabajadores de Parques Nacionales, entre guardaparques, brigadistas de incendios forestales, personal administrativo y técnico profesional, que trabajan y viven en las más diversas geografías de nuestro país, puso en evidencia que absolutamente nadie está a salvo en el Gobierno de Javier Milei. Su clara intención de desmantelar estructuras del Estado para beneficio de intereses privados y de negocios no rescata ni siquiera las áreas naturales protegidas. La precariedad laboral en la que se encuentra la mitad de los 2000 trabajadores de la Administración de Parques Nacionales (APN) ilustra el plan de la ultraderecha local que levanta las banderas del negacionismo ambiental y climático.
“La operatividad de los parques nacionales, las planificaciones a mediano y largo plazo, fundamentales para las tareas de conservación, se encuentran en riesgo. Las áreas están siendo desprotegidas en tandas trimestrales. Si la sociedad no despierta, cuando lo vean, el negocio estará consumado, las ganancias en bolsillos de unos pocos y el impacto ambiental será irreversible”, explicó a este medio Gabriel Brizuela, guardaparque del Parque Nacional Quebrada del Condorito en Villa Carlos Paz, provincia de Córdoba.
Alejo Fardjoume, delegado en Parques Nacionales por la Asociación de Trabajadores del Estado (ATE), el sindicato con mayor adhesión en ese organismo, precisó que “aunque para los trabajadores de Parques es difícil de determinar porque los negocios están afuera de los parques, sí hay una cuestión de negocio turístico muy grande” y declaró su convencimiento de que “están preparando el terreno para habilitar negocios en algunos parques”, entre los que mencionó un proyecto de desarrollo inmobiliario en el Cerro de los Pantanos, en la zona de Campana. Se trata de “un camino que atraviesa un parque para convertir a la Isla Victoria en Disneylandia. Es un proyecto para gente de mucha guita”, precisó.
“Están haciendo un trabajo muy fino de destruir las estructuras técnicas, operativas y de control de parques, echar gente, desmantelar estructuras y habilitar la posibilidad de hacer negocios. Para mí detrás de todo esto hay eso”, sostuvo sin ambages.
Con apenas 2000 trabajadores que quedaron -hasta ahora-, deben cubrir 55 áreas protegidas con una superficie de 5,2 millones de hectáreas terrestres (más de 12 millones de hectáreas corresponden a áreas protegidas marinas). A modo compartivo, véase que días atrás tan solo una fábrica de zapatillas en Coronel Suárez contaba con 360 empleados y los despidió. Esto indica que el número de trabajadores de Parques Nacionales está infravalorado.
Genera miles de empleos
Los despidos buscan “adoctrinar, debilitar y desmovilizar” y “mostrar hacia afuera una falsa idea de equilibrio económico en un organismo diezmado” que al contrario necesita “fortalecer su planta de profesionales” porque “si bien tiene como misión fundamental la conservación y el uso sostenible, algo que trasciende lo económico, recauda cobro de accesos, permisos y genera miles de puestos de trabajo e ingresos de divisas en las economías locales y regionales donde exista un área protegida”, abundó Brizuela.
Al igual que con decenas de miles de trabajadores estatales que se quedaron sin trabajo con la llegada de Milei, los de Parques Nacionales fueron echados de forma oral, por whatsapp y en algunos casos por correo electrónico, contó Marcelo Rojas, geógrafo y trabajador de la Dirección Regional Patagonia Norte.
Si bien desde hace años, cientos de trabajadores de la APN dependían de contratos anuales, con los hermanos Milei la cosa se puso peor. “Los contratos que se firmaban anualmente comenzaron a ser renovados cada tres meses, profundizando la precarización laboral, generando angustia e incertidumbre y utilizando esta instancia para despedir trabajadores sin preaviso, indemnización ni derecho alguno respetado”, puntualizó.
“Los despidos realizados, además de afectar a profesionales, técnicos y administrativos, también alcanzaron a brigadistas de incendios forestales. (…) Casi no hay área protegida y sector que no haya sufrido despidos”, dijo Rojas interrogado sobre la amplitud geográfica de quienes se quedaron sin trabajo sin importar que en medio de estas decisiones se estén incendiando miles de hectáreas en San Carlos de Bariloche.
Más allá de las justificación esgrimida formalmente por “recortes presupuestarios”, hubo casos de trabajadores y trabajadoras despedidos por su militancia gremial o por su ideología, aseguró Rojas que citó el caso de la brigadista Andrea Torres, del Parque Nacional Los Glaciares “despedida por sus posteos contrarios al gobierno en redes sociales” en su ámbito privado y personal, actuando como una verdadera policía política. Las autoridades ya adelantaron que quitarán funciones a 64 científico-técnicos, altamente especializados.
Desproteger los parques nacionales es perder riqueza propia como país
La política de desmantelamiento de Parques Nacionales “atenta directamente contra la esencia de esa institución que es la protección del bien común y de los bienes naturales comunes de la Argentina”, afirmó por su parte Sergio Federovisky, biólogo y periodista ambiental.
“Es muy probable que detrás de esta motivación para reducir estructural y conceptualmente el alcance de la Administración de Parques Nacionales (APN) esté el intento de fortalecer la vieja idea de que los parques nacionales -para gobiernos de estas características- son simplemente áreas de promoción turística.” Por lo tanto “todo aquello que tenga que ver con el desarrollo de una política ambiental que puede contener al turismo (…) sea algo para descartar, o sea algo fútil en la idea de que todo tiene que ser crematístico y que todo tiene que tener una valor económico”, explicó Federovisky, viceministro de Ambiente de la Nación (2019-2023).
“Indudablemente hay proyectos de privatización y negocios”, sostuvo Federovisky y aunque descartó la “idea de la privatización del parque en sí” advirtió que “todas las actividades y acciones” que giran en y en torno de los parques son vistas por gobiernos como el de Milei con fines “puramente comerciales”.
En esa línea, planteó el riesgo de una “desvalorización y probablemente un abandono progresivo de aquellos parques nacionales que tienen fundamentalmente valor desde el punto de vista natural y quizás no desde el punto de vista turístico” y aclaró que el objetivo turístico de los parques nacionales va en segundo lugar. “Su primer elemento de creación y aquello que los sostiene, su esencia, es la protección de los bienes naturales comunes”, insistió.
¿Alguien afuera está mirando lo que hace Milei con áreas naturales protegidas?
“Lamentablemente no creo que haya demasiada reacción internacional a lo que Milei está haciendo con los parques nacionales del mismo modo en que sí hubo cierta reacción con lo que Jair Bolsonaro (ex Presidente de Brasil) promovía en el Amazonas. Por ejemplo, los incendios atribuidos a la sequía, a una deforestación excesica y a quemas ilegales”, consideró Federovisky antes de fundamentar su respuesta.
“El negacionismo es hoy mucho más entendido, más avalado, menos cuestionado que lo que fue algunos años atrás. Lamentablemente hoy el negacionismo climático, pero fundamentalmente el negacionismo ambiental, entendido como la destrucción de los bienes naturales comunes, es algo que se discute con muchísima menos fiereza y ahínco que algunos años atrás”, afirmó.
Varios parques nacionales fueron declarados Patrimonio de la Humanidad por parte de la UNESCO (Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura), como el Parque Nacional Iguazú (Misiones), el Parque Nacional de los Glaciares (Santa Cruz), el Parque Nacional Los Alerces (Neuquén), el Parque Nacional Talampaya (La Rioja), el Parque Provincial Ischigualasto (San Juan) y el Parque Nacional Aconquija (Tucumán).
Sin embargo, ningún país miembro de esa organización salió al cruce de los despidos y de la mayor precariedad de los trabajadores de Parques Nacionales. Afuera también saben que el territorio argentino es rico en litio, petróleo, minerales y agua dulce, que el Gobierno de Milei logró sacar adelante una legislación aperturista al extractivismo sin precedentes y que hace alarde de próximas inversiones universales, que ni la prensa hegemónica local ni las redes sociales celebran aún.
“Los parques nacionales bien entendidos son fundamentalmente espacios de protección de bienes naturales comunes porque se supone, y así está comprobado, que la pérdida de esos lugares es lo que después padecen esos países como pérdida de riqueza propia” abriendo la puerta a políticas extractivistas que solo “piensan en el recurso natural como aquello que permite obtener un valor de la manera más rápida”, concluyó Federovisky.
Breve relato de un guardaparque jubilado
“Creo que Parques Nacionales es una institución con una complejidad funcional difícil de percibir en poco tiempo, pues además año tras año se suman áreas protegidas para administrar”, opinó Pablo Giorgis, guardaparque con vasta experiencia en distintos puntos del país.
En su opinión la APN “es un organismo al que no le sobra gente. De hecho en algunos sectores está en déficit. Hay muchísimo trabajo por hacer y para eso se necesita de personal”, consideró. A pesar de esto, aclaró que se “puede mejorar la eficiencia de trabajo y armonizar mejor los equipos”.
En sus 30 años como guardaparque, Giorgis estuvo varios años en diversos parques nacionales como Iguazú, Calilegua, El Palmar, Pre-Delta e Islas de Santa Fe, en Ciervo de los Pantanos y en Campos del Tuyú.
“La oficina de trabajo era la selva misionera, las yungas, el espinal y el delta entrerriano, los bajos inundables del Otamendi o las marismas de Bahía Samborombón (…) en todas las condiciones climáticas y riesgos de un ambiente natural”, contó con nostalgia.
Hizo especial hincapié en el hecho de que un guardaparques, en la inmensa mayoría de los casos, se traslada de un lugar a otro, o seccional como le llaman, con su pareja o familia. Parejas que muchas veces deben abandonar sus trabajos e hijos que se crian en la naturaleza, sin las comodidades urbanas.
“La cotidianeidad de tener luz, agua, vecinos, teléfono, televisión en la ciudad se cambiaba a tener luz con grupo electrógeno (dos horas por día), heladera a kerosene, el vecino más cercano a 10 Km o picar la leña para calefaccionar la casa”, dijo este ex guardaparque ahora está afincado en General Lavalle que confiesa extrañar la naturaleza. En todos esos años siempre estuvo a su lado su compañera Liliana, bióloga. Sus hijos Pedro y Carolina, que padecían más los traslados de un parque a otro, viven ahora en centros urbanos. Aunque de tanto en tanto le hacen algún reproche. “Reconocen con alegría la rara vivencia que tuvieron en su infancia”, agregó.
Preguntado sobre si en aquellos momentos se sentía representante del Estado en medio de un parque nacional, su respuesta fue contundente. “Me sentía enormemente responsable de representar a la institución, al Estado. Es una enorme tarea tratar de inculcar la importancia de un parque nacional en las comunidades vecinas. Esto es difícil y se produce en un ambiente que va desde lo amigable a lo francamente hostil”, aseguró antes de recordar especialmente “la sabiduría de los guardaparques de apoyo” que le enseñaron a trabajar en el terreno. Con pocas pero acertadas palabras se refirió a los pobladores vaqueanos que habitan en los confines de áreas naturales protegidas a quienes “respetaba”. “A algunos les faltaba instrucción, pero les sobraba inteligencia.”