Tradición, familia y, sobre todo, propiedad

Milei está obsesionado con la inviolabilidad de la propiedad privada. Que no es inviolable. Qué dice el Pacto de San José de Costa Rica, de rango constitucional. El invento constante de mitos. Un paseo en tanque y la desidia que lleva a quitar la Cuestión Malvinas del Mercosur. La visita a Sun Valley, el lugar de encuentro de los mil-millonarios del mundo, y la exhibición de la idea de que mimetizarse con ellos hará crecer a la Argentina.

La palabra es difícil, y evidentemente merece un ensayo especial, pero quien se esfuerza lo logra. Y a la quinta vez Su Excelencia consiguió decir sin furcios “inviolabilidad”. Se refería al primer punto de las Tablas de Milei, los mandamientos que hizo firmar a todos los gobernadores menos seis cuando asomaba la primera hora del 9 de julio de 2024. La palabreja ensayada en vivo por el Presidente aludía al resguardo de la propiedad privada. En cuanto a su repetición hasta el cansancio, obedece tanto a la necesidad de alimentar un mito cuanto a la desconexión de Su Excelencia respecto del derecho internacional y la propia Constitución.

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El mito, que acompaña otros mitos al estilo de la Argentina como la potencia mundial que fue y dejó de serlo, consiste en contar una historia de los últimos 108 años, es decir desde el momento en que Hipólito Yrigoyen asumió tras la Ley Sáenz Peña, como una historia de decadencia ligada al ataque contra la propiedad privada. Todavía la narrativa de Su Excelencia no llega a reivindicar la matanza en los talleres Vasena de 1919, en la Semana Trágica que se cobró un mínimo de 700 vidas, pero sólo hay que darle tiempo. En ese caso, el ataque a la inviolabilidad de la propiedad privada fue el reclamo de los trabajadores de reducir la jornada laboral, hasta entonces de 12 horas, y en favor de un aumento de salarios. Gobernaba Yrigoyen, o sea que la policía era su responsabilidad, pero el intento mítico de Su Excelencia es tan fuerte que esa crítica al primer presidente radical nunca aparece en su discurso. Naturalmente, los ataques a la propiedad habrían continuado en las décadas siguientes, sobre todo durante el primer gobierno de Juan Perón, a quien Milei tiene la astucia política de no condenar con nombre y apellido, y ni hablar de los períodos de Néstor Kirchner y de Cristina Fernández de Kirchner. En la narrativa de Su Excelencia y colaboradores, trolls incluidos, las supuestas pérdidas de Aerolíneas tienen más peso que el intervencionismo de los conservadores que en plena década infame crearon la Junta Nacional de Carnes y la Junta Nacional de Granos. Esa narrativa también omite gobiernos tan socialistas como los de Juan Carlos Onganía y Jorge Rafael Videla, o tan colectivistas como el de Carlos Saúl Menem, que privatizó lo que quedaba de estatal en la Argentina.

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La desconexión de Su Excelencia respecto del derecho internacional de los derechos humanos y de la Constitución nacional tiene pruebas escritas. En 1984 la democracia argentina ratificó la Convención Americana de Derechos Humanos, conocida como Pacto de San José de Costa Rica. Lo hizo por sanción de ambas cámaras y promulgación a cargo del entonces presidente Raúl Alfonsín, en una iniciativa que perteneció a Leandro Despouy. Ya fallecido, Despouy se había exiliado en Francia por las amenazas contra su vida por la defensa de presos políticos y fue uno de los que preparó el paquete democrático de leyes que serían la base jurídica del nuevo consenso a partir del 10 de diciembre de 1983. Diez años después, en 1994, la Constitución surgida de la Convención de Santa Fe aprobó por unanimidad la incorporación de los tratados internacionales de derechos humanos con rango constitucional. Entre ellos, el Pacto de San José de Costa Rica, que dice en su artículo 21, primer inciso: “Toda persona tiene derecho al uso y goce de sus bienes. La ley puede subordinar tal uso y goce al interés social”. Inciso segundo: “Ninguna persona puede ser privada de sus bienes, excepto mediante el pago de indemnización justa, por razones de utilidad pública o de interés social y en los casos y según las formas establecidas por la ley”. Y el inciso tercero incorpora un concepto que seguramente fue tomado del noble ruso (y padre del anarcocomunismo) Piotr Alekséyevich Bakunin: “Tanto la usura como cualquier otra forma de explotación del hombre por el hombre deben ser prohibidas por ley”.

De manera que no sirve de mucho repetir “inviolabilidad” hasta el cansancio, porque de inviolabilidad de la propiedad privada, nada. Y por otra parte la izquierda marxista en cualquiera de sus variantes nunca consiguió otra cosa que un puñado de diputados o diputadas. Jamás llegó al Ejecutivo en la Argentina.

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En lo que define como “batalla cultural”, que no es un invento suyo sino una bandera de todas las ultraderechas del mundo, sean proteccionistas o liberales, Su Excelencia parece ocuparse de construir enemigos falsos, como los que presuntamente violaron sistemáticamente la propiedad privada, a la vez que combate sin distinción banderas como la justicia social, la agenda de diversidad, la perspectiva de género o el aborto libre y seguro. En Europa esos temas están ligados al fomento de la xenofobia contra los migrantes. En esta misma edición de Y ahora qué se publica una respuesta documentada y con cifras a la falsa idea de que sobra población, e incluso al concepto de que el problema de Europa es que sobra población nativa y que por eso no es bienvenida la inmigración extranjera. El viejo cuento, siempre irreal, de que los extranjeros les quitan el trabajo a los nativos. En el mundo sigue siendo una asignatura pendiente por parte de quienes se oponen a un mundo cada vez más desigual, el contenido y la forma de presentación de su agenda de justicia y derechos. Las elecciones francesas no sólo revelaron que la sociedad no quiso avalar a la ultraderecha al punto de dejarla formar gobierno con los votos en las últimas legislativas. También marcaron un avance de esa ultraderecha y dejaron al descubierto algo que sería útil de ser leído en la Argentina por quienes no desean ocho años de Su Excelencia en la Casa Rosada: existe un círculo vicioso entre las políticas de concentración económica y mayor desigualdad desplegadas por Emanuel Macron o antes por los socialistas liberales y el crecimiento de la ultraderecha. El lepenismo agita la xenofobia usando la vieja técnica del chivo expiatorio que tan bien funcionó en la Alemania pre-nazi pero promete mejoras laborales a los que perdieron empleo o redujeron sus ingresos. Nada es mecánico, pero en esta revista fue publicado cómo el Morena triunfó en las últimas elecciones presidenciales después de una combinación político-económica: comunicación directa y diaria de Andrés Manuel López Obrador, aprovechando su popularidad, y ensanchamiento de esa popularidad gracias al aumento en el ingreso real. En esta misma edición, Jeferson Miola informa que Lula subió en las encuestas porque asumió el papel de comunicador directo de su gobierno, y así fija la agenda diaria de propios y extraños, y porque subió el empleo y el salario mínimo.

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Hasta ahora, Su Excelencia parece moverse con cierta comodidad porque en todas las encuestas, cuando se pregunta por la responsabilidad de la situación catastrófica de hoy, los consultados señalan al gobierno anterior e incluso al de Mauricio Macri. Recién en tercer lugar al de Javier Milei. Se siente cómodo con el histrionismo de pasearse con la vicepresidenta Victoria Villarruel en el TAM, tanque argentino liviano, porque todavía no está claro a nivel masivo el nivel de contradicción de su gobierno. Por un lado, exhibición con tanques y fuerzas armadas mientras trata de expandir el mito de que la democracia argentina humilló a los militares cuando sólo, y nada menos, procesó con todas las garantías de la ley a represores y genocidas. Pero, ¿cuál es la única hipótesis de conflicto de la Argentina, incluso cuando hay consenso sobre que la solución de la Cuestión Malvinas será sólo por vía diplomática? Sin duda es el Atlántico Sur, marcado por la presencia del Reino Unido en tierras y aguas argentinas. Y la sobreideologización anti-Mercosur y anti-Lula de Su Excelencia y de la canciller Diana Mondino llegó a tal extremo que en la última cumbre del bloque no figuró, por primera vez en casi 30 años, el apoyo a la reivindicación soberana del país.

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Otra expresión del histrionismo de Su Excelencia fue su viaje número once fuera del país a la conferencia de Sun Valley, en el Estado norteamericano de Idaho. Allí, al noroeste, se reúnen todos los años varios de los billionaires del mundo, los que tienen más de mil millones de dólares de patrimonio. En un paisaje bucólico familiar al del los andes patagónicos, transforman el lugar en el sitio con mayor concentración de aviones privados del mundo. Allí se codean Sam Altman de Open Ai, Mark Zuckerberg de Meta, Tim Cook de Apple, Jeff Bezos de Amazon, Bob Iger de Disney, Shari Redstone de Paramount, Robert Kraft de New England Patriots, Bill Gates de Microsoft y Doug McMillon de Walmart. Su Excelencia ya alcanzó a verse, en sus primeras horas de estadía, con Ana Botín, sin duda el apellido más maravilloso para ser la propietaria del grupo Santander. Para los que creen que los Estados no existen más cuando se habla de negocios, conviene recordar que Botín no fue a la reunión con Su Excelencia en Madrid para no enemistarse con el presidente del gobierno Pedro Sánchez, a quien Milei desafió cuando visitó el Facha-Fest de Vox. Botín no es zurda pero sabe que, como decía el sabio Aldo Ferrer, el Estado tiene teléfono. Puede usarlo para el bien o para el mal, pero lo tiene siempre.

El mantra de Su Excelencia para participar de reuniones como la de Sun Valley es la presunta búsqueda de inversiones. Hasta ahora no es evidente que mimetizarse con ultrarricos atraiga dólares hacia la Argentina. Y tampoco es evidente que en todos los casos la eventual llegada de dólares, si es bajo regímenes como el Rigi o similares, produzca otra cosa que la salida de más dólares.

El debate forma parte de una agenda que el experto en política internacional Marcelo Brignoni recomienda discutir como parte de lo que define como “nacionalismo popular”, a la vez que rescata las experiencias del mexicano Lázaro Cárdenas, el brasileño Getúlio Vargas y el argentino Juan Perón. También integraría la nueva agenda el planteo de los grandes gremios de las ramas manufactureras. El 11 de julio se reunieron en el Sindicato de Mecánicos y Afines del Transporte Automotor, el SMATA, con los gobernadores Axel Kicillof, Gildo Insfrán, Ricardo Quintela, Fernando Melella, Gerardo Zamora y Sergio Zillioto para consagrar un lema: “Sin industria argentina no hay empleo”. Sería algo así como pregonar la inviolabilidad del salario real.

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