Inconsistencias ideológicas

Una brutal presión ideológica quiere convencernos de que seremos prósperos y felices como exportadores de materias primas. Desarmar esas operaciones de embaucamiento colectivo es una tarea prioritaria. La polémica sobre el futuro argentino no está resuelta y en ella se debate la alineación de fuerzas que puede sacarnos del subdesarrollo. Una revisión actualizada del Pacto de Mayo, firmado en julio.

Las prácticas gubernativas no forman parte del conocimiento o experiencia libertarios, sencillamente porque sus enunciados son apenas una coartada ideológica que nada tiene que ver con las actividades concretas de administración de la cosa pública. 

Esto no quiere decir que las que existen sean buenas o funcionen de modo aceptable. Existen nichos de la administración que sí lo hacen, pero también por todas partes aparecen “peajes” y barreras que hay que superar por medios corruptos y esto es deleznable y contribuye al descrédito de la política y al  consiguiente callejón sin salida de la antipolítica que es la pudrición de la conciencia comunitaria.

Una mayoría electoral en segunda vuelta, huyendo de los errores y horrores de las administraciones anteriores, saltó de la sartén al fuego votando a Javier Milei. Años de acumulación de repudio a la política y desvalorización del estado, algo sistemáticamente machacado desde las usinas liberales, generaron el hartazgo que se expresó en las urnas a fines del año pasado. 

Pasada la ola, es fácil de ver lo que pasó. Lo que no es tan visible es el camino de salida, puesto que la dirigencia (anterior) no ha hecho una revisión autocrítica y por como se viene conduciendo no parece que vaya a suceder. Siguen en la misma, especulando con el péndulo (algo de eso hay en las conductas sociales) que los lleve de regreso al poder para volver a manejarse como lo hicieron anteriormente.

Como contribución a esa tarea de “disipar la bruma” de las mentes y los corazones apuntaremos a desmenuzar ciertos núcleos (algunos especialistas les llaman ideologemas) sobre los que se funda el despropósito actual. 

Tomaremos, a esos fines, lo que parece ser la profesión de fe más orgánica que haya producido este gobierno como acción directriz que permita congregar voluntades. 

Nos estamos refiriendo al “Pacto de Mayo” que se firmó y proclamó en julio pasado en Tucumán con el apoyo de 18 sobre 24 gobernadores que concurrieron a la cita patriótica en la provincia donde se declaró la Independencia Nacional en 1816. Toda la simbología al servicio de una parcialidad con gruesas omisiones, que veremos con algo de detalle. 

Se trata de diez cláusulas, “establecidas con el objetivo de reconstituir las Bases de la Argentina y reinsertar a nuestro pueblo en la senda del desarrollo y la prosperidad” según reza la información oficial. 

Antes de ir a una glosa de cada uno de los puntos del acuerdo, digamos que “reconstruir” supone que antes hubo algo digno de emulación que amerita una suerte de regreso, cuando la historia argentina muestra momentos muy difíciles (guerras civiles) y acuerdos trabajosos que permitieron establecer una república federal cuyo devenir, salvo momentos de pacificación y ampliación de la economía que también hubo, mostró grandes logros y notables retrasos junto con deudas sociales enormes. ¿Volver adonde o a qué..? Francamente esta actitud no puede sino considerarse como intrínsecamente reaccionaria.

Lo mismo ocurre con la repetida frase de “reinsertar a nuestro pueblo en la senda del desarrollo y la prosperidad”, lo cual supone que hubo momentos luminosos lo cual revela una presunta superioridad moral que está muy lejos de mostrarse en forma ejemplarizadora desde el vértice de poder público.

No hay un pasado que reivindicar sino un futuro que construir sobre la realidad histórica plagada de luces y sombras. Es lo que tenemos y constituye nuestro acervo sobre el cual desplegar capacidades realmente existentes, sin mistificaciones y teniendo en cuenta lo que se ha aprendido, lo acumulado y lo que nunca se alcanzó. Apuntemos, para desnudar retóricas huecas, que el desarrollo supone en sí mismo prosperidad. Por último, no falta el sesgo paternalista de “reinsertar a nuestro pueblo” como si no fuese éste el protagonista de la historia.  

Conviene repasar a los gobernadores comprometidos en la firma del acuerdo: Raúl Jalil por Catamarca, Leandro Zdero por Chaco, Ignacio Torres por Chubut, Jorge Macri por la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Martín Llaryora por Córdoba, Gustavo Valdés por Corrientes, Rogelio Frigerio por Entre Ríos, Carlos Sadir por Jujuy. Alfredo Cornejo por Mendoza, Hugo Passalacqua por Misiones, Rolando Figueroa por Neuquén, Alberto Weretilneck por Río Negro, Gustavo Sáenz por Salta, Marcelo Orrego por San Juan, Claudio Poggi por San Luis, Maximiliano Pullaro por Santa Fe, Gerardo Zamora por Santiago del Estero y Osvaldo Jaldo por Tucumán. ¿La historia (por no decir Dios y la Patria) les pedirá cuentas alguna vez?

Completemos la información sobre los gobernadores que no firmaron el Pacto de Mayo: Axel Kicillof por Buenos Aires, Gildo Insfrán por Formosa, Ricardo Quintela por La Rioja, Gustavo Melella por Tierra del Fuego, Sergio Ziliotto por La Pampa y Claudio Vidal por Santa Cruz, quienes dejaron un amplio espacio sin respuesta a los legítimos interrogantes sobre su actitud, la que asumen no sin riesgos porque la administración central no ha dejado de insultarlos y amenazarlos con represalias de diverso tipo.

Parte de la prédica antipolítica de nuestro liberalismo vernáculo (el cual, no nos cansaremos de decirlo, a diferencia de su fecundidad en otros países y otras épocas es bastante ramplón, egoísta y negrero) se ensaña con el supuesto carácter “feudal” y la presunta condición de “inviables” de las provincias más pequeñas. Estos liberales de pacotilla condenan a las provincias desde su ignorancia y miopía. Las más antiguas fueron fundadoras de la Patria y las más recientes completaron la proyección territorial de la nación argentina. Ellas, viejas y nuevas, tienen lugar bajo una misma bandera en la medida que haya un proyecto nacional pujante que las albergue.

Todas tienen notables potencialidades en el marco de una política expansiva e integradora que valorice sus recursos en fecunda interacción con el conjunto nacional. Verlas como feudales e inviables no sólo es necio, es también suicida para el porvenir del país, amenazado de desintegración por la aplicación sistemática de políticas empobrecedoras. 

Uno por uno

Veamos ahora cada enunciado del Pacto de Mayo. No hace falta un microscopio, basta con una lupa: (seguiremos la enunciación oficial y glosaremos cada enunciado)

  1. La inviolabilidad de la propiedad privada.

Es un principio falso en sentido absoluto. En el sistema capitalista adquiere carácter sagrado por una necesidad de preeminencia de los propietarios sobre quienes no lo son. Existen, no sólo en la historia sino en la actualidad, diversas formas de propiedad, por ejemplo, estatal, colectiva, comunitaria, cooperativa, comunal y todas ellas conviven dentro de un mismo orden jurídico que ordena tanto la convivencia como la producción y el intercambio que la hacen posible. En nuestro país el carácter sagrado de la propiedad privada se viene agitando sobre con foco en los sectores agrarios que son especialmente sensibles por su apego a la tierra, aun cuando el propio sistema se ha encargado de mostrar notables variantes en su uso como ocurre con los generalizados arrendamientos y pools de siembra, donde la propiedad es sólo un aspecto de un negocio donde el eje es de índole financiera. 

En la mejor doctrina tradicional la propiedad privada encuentra su razón de ser al ponerse al servicio del bien común, es decir, cuando ser propietario entraña más una responsabilidad que un privilegio.

  1. El equilibrio fiscal innegociable.

Esto también es falso como premisa, aunque obviamente es deseable en las economías estabilizadas y maduras, para no retroceder sobre lo logrado. Es una fórmula, que comparte con la anterior la condición de sacrosanta con la diferencia que viene auspiciada por los organismos internacionales de crédito, (Banco Mundial, BID, FMI y otros) a los que les interesa no sólo prestar dinero sino también recuperar los créditos y mejorar la “inserción internacional” de los países lo cual en esa visión se logra ampliando la deuda externa. Este enfoque es una premisa debilitadora porque aumenta la dependencia. Ello no quiere decir que el desequilibrio fiscal sea deseable o tolerable. Hay que analizar con criterio nacional las finanzas públicas. Si se registra un déficit que tiene como contrapartida una ampliación de la capacidad productiva que va a llevar al conjunto social a un estadio superior de convivencia no es lo mismo que tener déficit en el gasto corriente, lo que suele indicar un aparato estatal sobredimensionado.

Lo fundamental es un manejo austero de las cuentas públicas y evitar el despilfarro o, peor, la captura de una parte sustancial de la renta nacional por parte de sectores que tienen una posición dominante, como es el financiero. La burda expresión “no hay plata” no se dirige a los acreedores sino a los sectores más necesitados y esto revela la índole antipopular del gobierno actual. No responde a las necesidades populares en su gestión aunque haya sido votado mayoritariamente, lo cual lo obliga a planificar (algo repudiable para el liberalismo) y llevar a cabo políticas de mejora del conjunto social.

  1. La reducción del gasto público a niveles históricos, en torno al 25% del Producto Bruto Interno.

Llama la atención esta mirada mediocre y retrógrada. El gasto público es una función que debe analizarse entre las diversas variables de la economía y administrarse con una política económica que tienda permanentemente a incrementar el producto. Es evidente que si hay gasto público improductivo ello le resta potencial a la inversión en el conjunto de la economía nacional, pero de ninguna manera está escrito el porcentaje del PBI que debe aplicarse en la Argentina porque ello depende de las prestaciones estatales y su eficiencia, que hoy es notablemente baja. Podemos decir que el gasto público es excesivo hoy en la Argentina porque se ha utilizado en ampliar burocracias (sobre todo en niveles subnacionales) y como subsidio al desempleo. Es bastante explicable que sea a escala local donde la presión de la demanda de empleo es más directa entre vecinos, pero ello se explica también por una ausencia de vigorosas políticas de desarrollo que expandan los impulsos inversores a todo el territorio nacional. La solución no pasa por echar gente y que se las arreglen, o en diluir jubilaciones o pensiones, sino en promover la dinámica de la economía  aplicando políticas de verdadera integración social. 

  1. Una educación inicial, primaria y secundaria útil y moderna, con alfabetización plena y sin abandono escolar.

Este enunciado bienpensante, con el que es fácil coincidir como expresión de deseos, puede sin embargo hilarse más finamente: ¿Qué significa útil y moderna? ¿Implica una necesidad de revisar contenidos educativos? ¿Tiene en cuenta el nivel de indigencia y pobreza que castiga como nunca antes en el pasado a la población argentina? ¿Desprecia la enseñanza como herramienta de elevación cultural, abriendo una puerta a que cada familia y cada niño se las arreglen por su cuenta? La expresión (aspiracional) “sin abandono escolar” requiere de condiciones que no crea por sí misma la iniciativa privada, más bien lo contrario. Con la alfabetización plena estamos plenamente de acuerdo siempre que asumamos que el analfabetismo actual es resultado de la crisis social, a la que acompaña la escuela. 

  1. Una reforma tributaria que reduzca la presión impositiva, simplifique la vida de los argentinos y promueva el comercio.

Esta es una propuesta abstracta en un contexto recesivo donde toda imposición tributaria resulta excesiva y ello funciona como un formidable impulso a la informalidad que, en mayor o menor medida, practica una porción absolutamente mayoritaria de los agentes económicos. El problema principal de los argentinos es la pobreza, no las complicaciones impositivas que establecen normas complejas y muchas veces impracticables. Salvo que se refiera a “los argentinos de bien», esa porción de la población que constituye el coto de referencia del Presidente Milei y su equipo de acompañantes. Y lo de promover el comercio mueve a risa (si no fuese trágico) porque si algo funciona, legal o no, es el comercio – débiles como están las actividades productivas – de bienes fabricados o no en el país y servicios de los más raros. Comercio que no se expande más porque el nivel de vida está muy bajo y enormemente restringidas las formas de mejorarlo.

  1. La rediscusión de la coparticipación federal de impuestos para terminar para poner fin al modelo extorsivo actual que padecen las provincias.

¿Se refiera al “modelo extorsivo” que aplica actualmente el gobierno central sobre las provincias? Si es así lleva implícito una formidable e inesperada autocrítica. Pero no creemos que esa sea la intención, más bien el implícito es la “extorsión” (legítimos reclamos) que las provincias hacen al gobierno encabezado por Javier Milei, que al menos así lo siente. Ciertamente es una de las disposiciones constitucionales incumplidas por este y todos los anteriores administradores desde 1994, año en que se incluyó en la Carta Magna. También aquí más que “rediscutir” hay que hacerlo en un contexto nacional de transformación productiva, pues de otro modo la negociación va a pasar por cuanto le sacamos desde cada provincia al gobierno central. 

  1. El compromiso de las provincias argentinas de avanzar en la explotación de los recursos naturales del país.

Aquí aparece la concepción extractivista y mezquina de la gestión actual. Se le pide “compromiso” a las provincias, cuando se lleva a la práctica un modelo primarizador de la economía. La explotación de los recursos naturales, que abundan en el territorio nacional, y el cuidado de que su dimensión ambiental no sólo lo dañe a la población sino que la integre a los grandes proyectos de inversión que presuntamente promoverá el RIGI aparecen implícitamente evocados aquí. Es curioso que liberales o libertarios creyentes en la iniciativa privada hablen de “incentivos”. ¿Es que las “grandes inversiones” se vuelven virtuosas cuando se trata de aprovechar la explotación de materias primas (“recursos naturales”) destinadas básicamente a la exportación con el mínimo valor agregado local?

  1. Una reforma laboral moderna que promueva el trabajo formal.

Otra vez aparece el calificativo “moderna” como vimos en el tema educativo. Moderno es todo lo que le ocurre a la humanidad desde el Renacimiento, pero el alfonsinismo puso de moda la “modernización” quizás para eludir la obligación de desplegar todas las fuerzas creativas que existen en la sociedad argentina. O quizá era su modo de entender esa tarea ineludible. Si este apartado hubiese dicho simplemente: una reforma laboral que promueva el trabajo tal vez hubiese acertado con lo que se necesita. Cada vez que se habla de “reforma laboral” en el ideario liberal, y presumiblemente también en su variante libertaria, rápidamente se entiende “quitar privilegios” y “bajar el costo laboral”. Nuestros liberales y su cría libertaria aún no han asumido que la prosperidad de una comunidad sólo se logra expandiendo el empleo, con una firme tendencia a que sea pleno, lo cual es la primera condición para que existan salarios altos. Ni Juan Grabois cree que pueda haber empleo para todos, por eso toma el atajo de las ayudas sociales. Se apresuran, casi todos los opinadores que salen en la tele, en descartar la posibilidad (y necesidad) de lanzar un proceso de desarrollo acelerado con prioridades bien claras. 

  1. Una reforma previsional que le dé sostenibilidad al sistema y respete a quienes aportaron.

Como ya hemos escrito sobre esto remitimos a la publicación respectiva. Lo que está agotado es el sistema previsional que se organizó en la sociedad industrial del siglo pasado, que los activos de hoy sostienen con sus aportes a los pasivos, que a su vez aportaron para su vejez. Si no abrimos la cabeza a una nueva conceptualización de este formidable desafío, (cómo sostener, cuidar e integrar a los adultos mayores), vamos a seguir en el barro de las fórmulas de actualización que terminan siempre igual, con pérdida de ingresos para los ancianos. Es un problema mundial, pero que en la Argentina, que tenía un sistema de protección social notable, tiene especial relevancia por el retroceso sufrido. Respetar a quienes aportaron (¿otra vez los “argentinos de bien”?) es obvio, porque es un ahorro que hicieron con esfuerzo para su retiro, pero la cuestión general no pasa por sólo por allí, sino que la demanda de los jubilados es una variable esencial del mercado doméstico y, mucho más importante que eso, son nuestros progenitores que nos trajeron a la vida. Asumamos que la jubilación de los autónomos constituye una estafa institucional de larga data en el país. 

  1. La apertura al comercio internacional, de manera que la Argentina vuelva a ser protagonista del mercado global.

Este es un tópico de la cartilla liberal que a esta altura es una linda forma de seguir huyendo hacia adelante. ¿Apertura para exportar más o para que nos inunden de importaciones sustitutivas de la producción local? No podemos seguir recitando la misma monserga que baten los apóstoles del “modelo popular exportador” (Gerchunoff, Castro y muchos otros). Digamos sólo, para alimentar la polémica, que rediseñar el país para que se especialice preferentemente en exportar recursos naturales (gas, litio, cobre, etc.) garantiza la perpetuación de una sociedad dual, con mayoría de pobres. Y lo que es muchísimo más importante: exportan preponderantemente los países con economías complejas y alto nivel de vida en comparación con los condenados a proveer materias primas sujetos a precios especulativos (commodities) sin poder para decidir su destino.

Un comentario sobre «Inconsistencias ideológicas»

  1. En primer lugar gracias por tus aportes, laros y bien fundamentados. Creo que habría que insistir en algunos temas
    a que eluden en forma sistemática los economistas liberales y o libertarios, tales como la evasión la elusión, el contrabando a gran escala y la fuga de capitales que desfinancia y desequilibra en forma sistemática a un Estado de por sí mal administrado
    Es parte de esa cultura, culpar a los más vulnerables de las crisis de la economía argentina. Muchas gracias por estar en esta tarea de esclarecimiento, tan necesaria en un escenario político tan desvalorización.
    Abrazo sincero

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