Desde Porto Alegre, Brasil.
Eduardo Leite, gobernador de Rio Grande do Sul, es una muestra de cómo se construye la oposición dura a Lula. No afrontó con previsión las catastróficas inundaciones y ahora despotrica contra el gobierno federal.
Con una camiseta del movimiento SOS Agro RS, el gobernador tucano Eduardo Leite, de Rio Grande do Sul, RS, habló contra el gobierno federal en una reunión que curiosamente reunió el 19 de julio los intereses de terratenientes, agroexportadores, grandes productores rurales y FETAG, la Federación de Trabajadores de la Agricultura.
Con un comportamiento diferente al cauteloso que adopta en presencia del presidente Lula, ante la facción agraria que lidera el atraso Leite dijo que “la ayuda que viene del gobierno federal hasta ahora es insuficiente y está muy lejos de las necesidades del pueblo de Rio Grande do Sul”.
“Estamos viendo mucha propaganda del gobierno federal, muchos anuncios, pero poca efectividad en la llegada de recursos. Sólo el 20% de todo lo que el gobierno federal anunció llegó a los riograndenses”, afirmó.
Leite atacó duramente a Lula: “Hay una cosa peor que no dar nada y no responder [a las demandas]: es no dar nada, no responder y seguir intentando hacer creer a la gente que están haciendo mucho”.
En su prédica opositora, Leite omitió que, en el momento en que acusaba al gobierno federal de “poca eficacia en la llegada de recursos”, RS ya tenía disponibles R$ 24,3 mil millones de los casi 90 mil millones anunciados por el Presidente Lula. Una cifra sin precedentes de ayuda de la Unión a una unidad federativa a lo largo de la historia republicana.
Si no sufriera déficits de verdad y honestidad, Leite asumiría la responsabilidad del propio gobierno estatal y de los gobiernos municipales, que no pueden acelerar el desarrollo de proyectos, retrasan los registros y carecen de capacidad para planificar la reconstrucción.
Décadas de gestión neoliberal con el desmantelamiento, privatización y externalización de las estructuras técnicas del Poder Público cobran un alto precio en este momento de emergencia climática, retrasando el rápido acceso de los gobiernos y de la población a los recursos transferidos por la Unión.
Leite también ocultó que 375.000 familias afectadas de Rio Grande do Sul ya habían recibido ayuda para la reconstrucción por un valor de 5.100 reales. Sólo en esta ayuda al consumo familiar, el gobierno federal inyectó R$ 1.912.500.000 [¡R$ 1,9 mil millones!] en la economía de Rio Grande do Sul en apenas 30 días.
Antes de atacar deshonestamente al gobierno de Lula, el gobernador debería haber investigado estos y otros datos en el Panel de Calamidades Pública–RS, del Ministerio de Planificación. Este sitio proporciona datos sobre inversiones y transferencias del gobierno federal al Estado, a los municipios, y también a empresarios, sectores económicos, trabajadores y a todo el pueblo de Rio Grande do Sul.
El sitio oficial del gobierno de Rio Grande do Sul, portavoz de SOS Agro RS, informa que el movimiento de terratenientes rurales está considerando llenar y apoderarse de la Praça da Matriz, dirección del Palacio Piratini, “si Lula no responde a las exigencias del Gobierno federal».
“Insisto, si las respuestas [del gobierno de Lula] no llegan, en tener a esta gente, y mucho más, en Porto Alegre”, dijo Leite, en el tono del líder de la revuelta del arcaísmo gaucho contra Lula.
Los ataques del gobernador Leite son frívolos. Su gobierno tiene un desempeño mediocre y desastroso en el proceso de reconstrucción del Río Grande, pero eso no causa desgaste porque está amparado por los medios hegemónicos dominados por el agronegocio.
De hecho, este blindaje de los medios de comunicación, junto con la producción permanente de críticas al gobierno federal, explica la pérdida de popularidad que aparece en la encuesta Quaest [7/10] –no por casualidad, la única región del país donde el gobierno de Lula tuvo un desempeño desfavorable.
Eduardo Leite es un político tan joven como obsoleto. Quiere aprovechar la oportunidad para convertirse en una opción presidencial viable para la derecha y la extrema derecha, polarizándose con Lula.
Detrás de la apariencia de modernidad y de un joven cool se esconde un carácter conservador, ultraliberal, que practica la política sin ética y con odio de clases. Es sólo una caricatura contemporánea del arcaísmo que insiste en condenar al pueblo brasileño al atraso.