EE.UU.: para la derecha dura, la revolución es inminente

Trumpistas y extremistas de derecha denuncian que “las elites globales comunistas” están por derrocar la democracia en Estados Unidos.

Hay productos que parece que no tienen fecha de vencimiento. Es que pasan los años y los años, pero el fantasma que alguna vez recorrió Europa sigue recorriendo los altillos de la derecha dura norteamericana. Según la publicación digital The Federalist, órgano oficial del trumpismo y peor, Estados Unidos enfrenta el peligro inminente de una revolución comunista. Inminente, dice la revista citando a dos “expertos”, uno un desertor de la vieja Unión Soviética y el otro de la muy actual China Popular. Estos dos peculiares inmigrantes resultaron flexibles a la hora de empezar una nueva vida: tenían algo que vender y lo siguen vendiendo.

Yuri Bezmenov era un agente de medio rango de la KGB que se pasó de bando hace algo más de cuarenta años. Si su timing fue impecable -Yeltsin en el poder, caos en el país- su habilidad para encontrar un lugar en EE.UU. fue impresionante. Bezmenov no tenía mucha información dura que venderles a los espías norteamericanos, pero encontró una audiencia fascinada en la ultraderecha recitando el manual de Moscú. Inmigrante más reciente, Xi Van Fleet descubrió el mismo mercado y empezó “una cruzada para avisarnos” del peligro rojo, cuyo último evento es el libro “La América de Mao”.

Bezmenov inventó o citó de algún viejo manual chequista los cuatro “estadios” de una revolución. El primero es la desmoralización, el segundo es la desorientación, el tercero es la crisis y el cuarto es la normalización de lo que viene ocurriendo. Van Fleet toma el mismo modelo y le agrega que eso, exactamente, es lo que le hizo Mao a China con el nombre de “combate a los cuatro viejos: hábitos, cultura, costumbres, ideas. Esto, dice The Federalist, es lo que los progresistas “woke” le están haciendo ahora al país.

La desmoralización consiste en debilitar “las ideas tradicionales” del país. Así, se ataca la idea de familia protegiendo a los gay, alentando el divorcio y despreciando a las parejas tradicionales y religiosas. También “se reescribe la historia” criticando a los próceres y cuestionando procesos como el exterminio de los originarios. La idea es que docentes, productores de cultura pop y medios terminen enfrentando a los jóvenes con sus padres, a fuerza de cuestionar lo anterior. Este proceso, aclara la revista, “toma una generación”.

La desorientación se construye sobre la base de la desmoralización, para que una sociedad se sienta confundida y perdida. The Federalist explica que “si bien ahora no podemos probarlo”, el virus del covid, “creado por China”, fue una herramienta de desorientación, sobre todo en manos de un zurdito como Joe Biden. Hay prohibiciones, el gobierno puede controlar los movimientos del pueblo, las familias no pueden reunirse, todo el mundo tiene que usar máscaras. 

La disrupción “del virus chino” se completó con las protestas por la muerte de George Floyd y el movimiento Black Lives Matter, que “disparó disturbios y saqueos que costaron miles de millones” y crearon la ideología del racismo sistemático en la policía. Un momento que destacan en la revista fue la destrucción de monumentos públicos a los “héroes” confederados en la Guerra Civil y la falta de represión en serio, “aunque más de dos mil policías fueron heridos”.

La crisis llegó con “el fraude electoral” de 2020 que llevó a Biden al poder. Es notable: gobernaba Donald Trump, pero según The Federalist los demócratas se las arreglaron para manipular las juntas electorales de estados que ni gobernaban, las agencias nacionales de control y las de seguridad cibernética para robarles la reelección a los republicanos. Un detalle encantador es que para esa época la justicia estaba estudiando la notebook de Hunter Biden, hijo del entonces senador y ahora presidente; según “fuentes de inteligencia”, en la computadora había “contenidos típicos de la inteligencia rusa”, además de evidencia de los negocios sucios de la familia.

Cuando Trump empezó a inventar que le habían robado la elección, los demócratas dispararon, según la revista, una campaña secreta para deslegitimar lo que decía. Según esta derecha, se arreglaron para que todas las redes digitales censuraran al trumpismo. Les fue bien, y la crisis revolucionaria continúa hoy con los juicios a Trump y a los 1200 procesados por el asalto al Capitolio del 6 de enero de 2021, pobrecitos ellos.

Y así se llega a la normalización de la situación “subversiva”, que “según algunos expertos” ya comenzó. Los síntomas son la corrección política que impera en el discurso público, la “cancelación” de la derecha, las campañas antirracistas y por la diversidad, el revisionismo histórico y la aceptación como legítima de la autoridad de presidentes que hicieron fraude. “Así, la república constitucional que fueron los Estados Unidos dejará de existir y se va a normalizar el nuevo mundo que controla la elite global comunista.”

En el mundo paralelo en el que vive la ultraderecha de The Federalist, esta elite está activa y busca el poder. La revolución que temen no consiste en proletarios, campesinos y soldados tomando la Casa Blanca, sino en el insidioso control de multimillonarios “progre”. Por eso la alarma con que Fox News denunció que George Soros, un tradicional objeto de odio de estos sectores, estaba donando a organizaciones estudiantiles que protestan contra la guerra en Gaza y critican a Israel. 

No importa que Soros sea judío. Lo que importa para esta gente es que financia lo que bien puede ser otra crisis que lleve a la revolución.

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