El chip rápido y furioso

Un panorama completo de la explosión de la Inteligencia Artificial y sus colosales necesidades de inversión y energía. Y una bajada a tierra del fenómeno: como las papas, los bizcochos o las pantuflas, la IA generativa para prosperar necesita consumo, es decir salarios con suficiente poder de compra y dirigentes políticos que sepan diferenciar la chafalonía de la mercancía auténtica.

No son pocos los analistas que confluyen en vaticinarlo: el impacto que tuvo hace poco más de un siglo la electricidad es una minucia al lado de lo que vendrá cuando se despliegue el potencial completo de la Inteligencia Artificial, IA. Los más prudentes se refugian en el consabido ni tanto ni tan poco. Pero la parada es brava.

En semanas recientes se vieron sacudidos los fabricantes de chips, las empresas de la nube, las empresas de software, los sistemas completos de hardware y all that jazz. Todo por innovaciones anunciadas, cotizaciones bursátiles estratosféricas y augurios de un cambio muy pronunciado y profundo en la estructura productiva mundial. 

Desde que el James Bond de Roger Moore, a mediados de los ’80, evitaba la mira de los asesinos con música de fondo de Durán Durán, nadie pone en duda el estatus geopolítico central de Sillicon Valley y los chips. En la escena geopolítica actual se destacan el conflicto de los norteamericanos para que vuelvan sus multinacionales asentadas extramuros, que se expresa a través de los encontronazos con China, y las cinco investigaciones que está abriendo la Comisión Europea, con duración de un año, sobre cómo Apple, Google y Meta estarían incumplimiento sus nuevas normas antimonopolio de la Ley de Mercados Digitales. 

Por lo demás “la reciente explosión de progreso en inteligencia artificial avanzada ha traído grandes oportunidades, pero también está creando categorías completamente nuevas de armas de destrucción masiva y riesgos catastróficos que permiten las armas de destrucción masiva (…) Por riesgos catastróficos nos referimos a riesgos de eventos catastróficos que pueden incluir eventos que conducirían a la extinción humana”, previene el informe del Departamento de Estado dado a conocer el 11 de marzo, titulado “Defensa en profundidad: un plan de acción para aumentar la seguridad de la IA avanzada”. Para no ser menos, a instancias de los Estados Unidos la Asamblea General de la ONU con el apoyo de 123 países miembros, incluidos China y Rusia, adoptó su primer proyecto de resolución sobre inteligencia artificial el 21 de marzo. Las naciones signatarias se comprometen a “abstenerse o a cesar el uso de sistemas de inteligencia artificial que sean imposibles de operar de conformidad con el derecho internacional de derechos humanos o que representen riesgos indebidos para el goce de los derechos humanos”.

San José

Hablando de Bond y geopolítica, justamente en San José, una ciudad de ese valle en la bahía de San Francisco, entre el 18 y el 21 de marzo se llevó a cabo el Woodstock de la IA, como se la apodó en Wall Street a la reunión anual que convoca Nvidia, el fabricante de chips. La serie de conferencias donde se presenta lo último de lo último, reunió 11 mil asistentes, en su mayoría provenientes de las empresas usuarias y fabricantes.

La atracción principal del Woodstock de la IA fue Jensen Huang, director ejecutivo de Nvidia, el gran ganador hasta ahora de la explosión de la IA generativa. Su alocución, pronunciada el mismo 18 de marzo ante un estadio abarrotado, se centró en la estrategia de crecimiento de la empresa y el papel que le cabe a un novedoso procesador. La idea fuerza del crecimiento empresario enunciada por Huang es la de “Full-stack computing”. Stack es un sustantivo del inglés que, entre otras cosas, significa apilar o amontonamiento. Para decirlo en argentino, lo que Huang y su empresa de chips están buscando de ahora en más es apropiarse del “Toco integro de la computación”, esto es: sistemas completos de hardware y el software necesarios para optimizar el rendimiento de los procesadores y hacerlos insuperablemente eficaces. La ultra novedosa IA generativa para prosperar y sobrevivir no tiene otra que recurrir al más viejo truco del capitalismo: la concentración y el abastecimiento del consumo final. 

La otra cosa que presentó Huang fue Blackwell, el nuevo y más potente diseño de chip de procesador de gráficos de Nvidia, que según la corporación es significativamente más rápido que los chips que admite la mayor parte de la IA que existe actualmente. Esperan ponerlo en venta a fin de año. El semiconductor que diseñó anteriormente, y que impulsó a Nvidia a su lugar como la tercera empresa más valiosa del mundo, era bueno, dijo Huang a la multitud, pero «necesitamos GPU más grandes». GPU son los procesadores de gráficos y 3D, usualmente empleados en juegos, que trabajan en conjunto con la CPU para hacer más eficiente el funcionamiento de ambos. 

«Cien billones de dólares de las industrias del mundo están hoy representados en esta sala», dijo Huang ante el atiborrado estadio. Se refería a las actividades productivas –literalmente todas- que consumen crecientemente IA generativa. Incluso, dispuestas a poner unos billetes –en rigor, unos cuantos, cuantos billetes- en el rubro. Las farmacológicas entre las más entusiastas. La simulación por IA les ahorra años y riesgos de pruebas clínicas.

Tengo una cosita que me sube y me baja

El martes 19 de marzo de 2024 el valor de Nvidia cayó más del 1% en la bolsa de Nueva York. Es el recinto bursátil más voluminoso del mundo. Pero las acciones de Nvidia se han multiplicado por más de cinco desde que ChatGPT debutó en noviembre de 2022. Nvidia entonces tenía un valor de mercado de unos 300.000 millones de dólares. Hoy vale 2,3 billones de dólares, unos 500.000 millones de dólares menos que Apple. De esta forma el fabricante de chips ascendió al club de capitalización de mercado por sobre el billón de dólares, gracias al fervor de los inversores por la inteligencia artificial y los procesadores de alta gama que impulsan estos modelos. El entusiasmo es impresionante al punto que la consultora Currency Research Associates calcula que se necesitarían 4.500 años (si, dice 4.500 años) para que los dividendos futuros de Nvidia igualaran su precio actual.

El mismo lunes Supermicro se unió al S&P 500 reemplazando a Whirlpool informaba el Wall Street Journal. Supermicro, fabrica servidores que utilizan chips Nvidia. Sus acciones se han multiplicado por 12 en los últimos 12 meses. El S&P 500 es el índice más representativo de la economía norteamericana conformado por la cotización bursátil de las 500 empresas más grandes de los Estados Unidos.

Estas idas y vueltas dicen algo más que cierta cautela de Wall Street hacia la cresta de la ola IA. Huang sostiene que la IA va a impulsar el crecimiento mundial. El Financial Times cita un muy reciente informe de la consultora ARK Invest en el que se predice un aumento de 40 billones de dólares en el producto interno bruto mundial gracias a la IA para 2030. 

Para calibrar la real incumbencia del dato es menester contextualizarlo. El PIB mundial actual ronda los 134 billones. O sea que en 2030 sería -conforme ARK Invest- de 174 billones de dólares. Para que se entienda bien la eventual aceleración del crecimiento hay que tener en cuenta que las estimaciones de la Total Economy Database indican que en los últimos 6 años el PIB mundial creció en promedio anual, por culpa de la pandemia, 2,4%. Aplicada esa tasa de crecimiento a los próximos 6 años suponen un crecimiento de 20 billones de dólares. En la 2030 habría un PIB mundial de 154 billones de dólares. En los 74 años transcurridos desde 1950 el PIB mundial creció a razón 3,6 % anual. Aplicada esa tasa a los próximos 6 años da un aumento de 32 billones de dólares. En la 2030 habría un PIB mundial de 166 billones de dólares. Los 40 billones señalados suponen una tasa anual de crecimiento del PIB mundial de 4,3%. De 1950 a la fecha hubo 25 años de crecimiento superior a esa tasa anual del 4,3%. 

Ahora, qué pinta de burbuja que tiene todo esto. Y eso a pesar de que informe del McKinsey Global Institute del 27 de marzo, supone que la estancada productividad de los países desarrollados ocurrida desde 2008 está revirtiendo. «La presión inflacionaria y el aumento de las tasas de interés podrían ser señales de que estamos dejando atrás el estancamiento secular y entrando en una era de mayor demanda e inversión», advierte el informe. Si bien «se habló mucho de la digitalización como el principal candidato para acelerar nuevamente la productividad, su impacto no logró extenderse más allá» del sector tecnológico, escriben los autores. Ellos sucede aunque «en las salas de juntas corporativas de todo el mundo en este momento, hay una enorme cantidad de conversaciones asociadas con la IA [generativa], y creo que hay un amplio reconocimiento de que esto podría transformar en gran medida la productividad a nivel empresarial», Olivia White, socia principal de McKinsey y coautora del informe, le dijo a un medio especializado.

En cualquier caso, el negocio tiene sus promesas, naturalmente no exentas de dificultades que van más alla de las sonadas disputas por la propiedad intelectual. Por ejemplo, los problemas de la red eléctrica no son menores. Cualquiera que frecuente la historia económica sabe que para que haya más eficiencia tiene que haber más consumo de energía. El gasto en centros de datos globales fue de 250 mil millones de dólares el año pasado, dice Huang, y está creciendo a un 20% anual. La nueva tecnología de Nvidia usa –según los especialistas- aproximadamente una cuarta parte de la energía eléctrica que consumen los mejores procesadores disponibles. Pero esto sigue siendo casi 20 veces más que los servidores de centros de datos anteriores a la IA. 

Al mismo tiempo que Huang enfervorizaba a la multitud, en Houston se celebraba una importante conferencia cuyo tema clave fue la IA o, más precisamente, cómo encontrar suficientes fuentes de energía para alimentar los centros de datos y no frenar el desarrollo de la IA. En lo inmediato, en el cónclave, al que no faltó ningún gran señor de la ensalada informática, los participantes coincidieron  en que todo bien con la energía verde. Pero para que el ánimo IA generativa no decaiga, lo más a mano para satisfacer la pantagruélica demanda son las nuevas centrales eléctricas –que se están poniendo en marcha a gran ritmo- alimentadas con gas. Así en la coyuntura se calmaría el insaciable apetito de electricidad de los centros de datos.

Una idea de lo que significan en términos físicos estos mastodontes y su hambre de electricidad la dio hace unas semanas el presidente de Oracle, Larry Ellison, en declaración a la prensa. Informó que la empresa está construyendo un centro de datos de IA en el que cabrían ocho Boeing 747, uno al lado del otro. Los centros de datos del tamaño de un hangar de avión que entrenan sistemas de inteligencia artificial requieren “exponencialmente más energía” que los centros de datos tradicionales, según el Washington Post, lo que hace que las empresas de servicios públicos aumenten drásticamente sus proyecciones de demanda.

A principios de febrero último, en el Wall Street Journal, el CEO de OpenAI Sam Altman, una celebridad del sector, calculó que para sacarle todo el jugo a la IA generativa había que invertir durante el próximo lustro la friolera de entre 5 y 7 billones de dólares (unos 15 PIB argentinos actuales) en infraestructura. Esto implica desde usinas eléctricas hasta fábricas de chips y de máquinas para hacer chips, pasando por esos enormes hangares que albergan los centros de datos. Unas semanas después Huang relativizó la cifra, que consideró “exagerada”, y sostuvo que esa inversión global no supera en total los 2 billones de dólares. Pero hay cuellos de botella. El gobierno norteamericano sigue preocupado por el asunto y ya en 2022 fondeó con 52.700 millones de dólares de subsidios a la Chips and Science Act (ley para promover la ciencia y los semiconductores).

La inversión en infraestructura es un negocio que en los Estados Unidos tomó auge hacia los 2000 con la reconstrucción de autopistas y puentes. Y no paró, al punto de que los análisis del sector destacan que los muy bajos costos de endeudamiento que se alcanzaron hace quince años y duraron poco más de una década, llevó a los administradores de activos como BlackRock, y General Atlantic a entrar en la pelea adquiriendo grandes administradores de infraestructura. Los activos de infraestructura bajo gestión privada en todo el mundo han superado el billón de dólares, más de seis veces su nivel en 2008, según el proveedor de datos Preqin citado por el Financial Times. Al decir de Altman y Huang la IA generativa le ha dado un par de vueltas de tuerca más. 

Precisamente Larry Fink, presidente y director ejecutivo del gigante de gestión de activos BlackRock en su última carta a los inversores, publicada el martes 26 de marzo, pone el acento en la inminente crisis mundial de jubilación y lo que se puede hacer para abordarla. Más de la mitad de los 10 billones de dólares en activos de BlackRock están destinados a la jubilación. Un parte no menor de esa enorme suma esta puesta en infraestructura. Fink mientras aboga por aumentar la edad de jubilación y el costo de la previsión social, reafirma su compromiso por la energía verde pero abordada desde lo que llama “pragmatismo energético”. Eso implica reconocer la necesidad de seguridad energética, que para muchos países implicará depender de los hidrocarburos durante años, junto con fuentes de energía más limpias. “Nadie apoyará la descarbonización si eso significa dejar de calentar su casa en invierno o enfriarla en verano”, escribió. «O si el costo de hacerlo es prohibitivo». O si se pierden –se podría agregar- la paponia de la electricidad para hacer caminar la IA y las fábricas que la política Trump-Biden están relocalizando en los Estados Unidos.

Tomala vos, dámela a mí

Mientras rumiamos cuánto tardará su Excelencia Jamoncito en adoptar la bandera de aumentar la edad jubilatoria de su ídolo Fink y rechazar su prédica de aumentar el costo de mantener a los adultos mayores -es que no se puede vivir del amor-, no debe perderse de vista que cuando el ChatGPT se lanzó en noviembre de 2022 se estimaba que hacia pata ancha en un mercado de 39.000 millones de dólares. El pronóstico de Bloomberg de junio de 2023 sugería que el mercado de la IA podría crecer a 1,3 billones de dólares en 2032, un aumento de 300 veces. Ahora, los analistas creen que se quedaron muy cortos en esa proyección. Las ventas de chips en 2023 ascendieron a 527.000 millones, y se espera que lleguen a un billón de dólares en 2030. Mientras, las ventas de máquinas de fabricación de semiconductores rondan actualmente los 100.000 millones, según datos coincidentes de consultoras privadas.

Para abrirse paso entre la maraña de datos el semanario inglés The Economist mediante una muestra de las cien más encumbradas empresas imbricadas en el “Toco integro de la computación” que cotizan en bolsa, intentó “tener una idea de qué empresas son las verdaderas ganadoras del auge de la IA y cuáles ganarán en el largo plazo”. Las de soft, las de hard, las de la nube y las de equipos de red, responsables de la potencia informática de las nubes formaron esta muestra. Entre octubre de 2022 (víspera de la rutilante salida del ChatGPT) y el 15 de marzo de 2024, “las aproximadamente 100 empresas que examinamos han creado en conjunto 8 billones de dólares en valor para sus propietarios”, consigna The Economist y su valor total –en marzo- es de aproximadamente 15 billones de dólares. The Economist señala que “los inversores creen que los gigantes de la nube serán los mayores ganadores a largo plazo” en tanto los cuerpos gerenciales de las empresas -al igual que Nvidia- buscan quedarse con todos los rubros del toco.

Algunos en Wall Street instan a tener cautela con respecto al auge de la IA. Si bien muchos analistas ven que las ventas de Nvidia crecerán con fuerza durante los próximos dos años gracias a la fortaleza de la demanda de sus chips, otros se preguntan si su altísima valoración está justificada. No obstante, se espera que sigan fluyendo grandes cantidades de dinero hacia la IA.

Algo de eso hubo en la muy módica caída de la cotización de Nvidia. También influyó que justo la Reserva Federal (la Fed) decidió no recortar la tasa de interés de referencia y el Banco Central de Japón subirla por primera vez en dos décadas. Pero el repunte del mercado de valores impulsado por la IA se erige como un obstáculo serio para que la Reserva Federal baje las tasas de interés. Posiblemente impida la baja de tasa de interés que la Fed dijo que podría hacer en 2024. Una baja de tasas alimentaria la burbuja IA.

Mala noticia para la Argentina endeudada. Y puede que no sea la única. No van a faltar los que, otra vez, insistan con que sin estar en el ajo de la tecnologías de punta es imposible que mejore el bienestar promedio de los argentinos. No se entiende por qué ese berretín de sostener que la tecnología es más importante que el trigo, las papas o el petróleo. Independientemente de su importancia. Lo que muestra este alucinado paso de papeles de unas manos a otras, es el imperio de la riqueza abstracta en la que todos los involucrados se creen más prósperos. Pero ese mundo deslumbrado, todos los días y en todo momento no puede prescindir del dato clave nada abstracto, y bien real, de su cable a tierra. Este mundo tiene que ocuparse del clavo en el zapato que es el salario. La vida debe ser reproducida. Y esto es tan así que los argentinos, para salir de la malaria espantosa en la que se encuentran, no necesitan ninguna “tecnología autónoma”. ¿Qué querrán decir con eso? Hasta donde llega nuestro conocimiento no existe una tal tecnología autónoma. Lo que necesita es la decisión política de aumentar los salarios, porque están por el piso por esa causa. Como las papas, los bizcochos o las pantuflas, la IA generativa para prosperar necesita consumo, es decir salarios con suficiente poder de compra y dirigentes políticos que sepan diferenciar la chafalonía de la mercancía auténtica.

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