El retrato de Dorian Milei

Dicen los Redondos que hay muchos modos de pelar un gato. También de mirarlo. Según cómo lo miremos, es el gato. Lo que no quiere decir que haya muchos gatos, sino que habrá modos de mirar un gato que nos darán visiones distintas de él. Parciales, dirán, insuficientes, pero no sabemos cómo sería mirar un gato en forma total.

Lo que sí sabemos es que un gato mirado es un gato que nos concierne. Lo miramos porque está en nuestra casa, porque su presencia sobre la mesa, al sol, modifican la casa y a quien lo observa. Así con Milei. Miremos a Milei.

A Milei se lo ha comparado con la segunda marca de Macri. Milei sería todo lo que es Macri, pero a lo bestia. Allí está todo: el desprecio por sus conciudadanos, por la ley y la Constitución, y los derechos humanos y sociales. Su violencia y banalidad, su ambición de dinero como única pulsión vital. Pero sin el filtro de intentar agradar, aunque sea por un rato. Lo que en Macri es disimulo, en Milei es desfachatez.

También se lo ha comparado con el Golem del establishment, cualquier cosa que designe esa palabra. Sería ese invento hecho a la medida de los sueños húmedos de los poderosos, una especie de flautista de Hamelin que desbarrancara a los votantes, la democracia y a los partidos políticos al abismo de la inexistencia, así ellos pueden atender sus privilegios sin interrupciones legales. El sueño de ser una república de mieses, ganado y finanzas sin pobres que interrumpan la visión. Milei sería acá el robot potencialmente peligroso, excedido y bufonesco, pero muy servicial.

Son miradas parciales, y como lo son, propongo otra. Milei es nuestro retrato de Dorian Grey. No porque su retrato revele lo que es y escondió, porque lo sabíamos de antemano. Si algo no se le puede achacar es doblez o mentira. Es lo que es, y se ha mostrado siempre como es, incluso en lo que tiene de sicopatía y descontrol. Nadie puede aducir acá que fue engañado. Es tan demente, grotesco, impredecible, mediocre y bárbaro como siempre hizo alarde de serlo.

Digo que es como el retrato que describía Oscar Wilde no porque al observarlo veamos algo oculto del personaje, sino porque al observarlo se nos revela quiénes somos. Y no digo solo sus votantes, seguidores y amanuenses. Digo nosotros, aun los que nos espantamos de su presencia.

No hay modo de observar a Milei, y verlo, sin mirar a nuestro alrededor. Milei no sería nadie sin los medios que lo sostienen, sin los empresarios que lo aplauden, sin los legisladores que se venden, sin los jueces por decreto, sin los otros jueces que consienten esos decretos, sin los jubilados que lo votaron, sin la oposición en su laberinto.

No se trata de diluir sus responsabilidades, y menos sus delitos. Se trata de mirar a Milei y ver una sociedad que por acción, omisión, torpeza o mediocridad lo hizo posible, si no ineludible. Se trata de entender que para echar a Milei, hay que hacer que sea imposible Milei y lo que significa. Hay que reconstruir una sociedad donde su prédica no sea escuchada ni consentida.

Un comentario sobre «El retrato de Dorian Milei»

  1. Ésta es la respuesta más acertada a una pregunta que me vengo haciendo desde que Milei llegó al poder; cómo pudo pasar?? . Y si, ahora entiendo un poco más.. gracias!

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