Aquí va una invitación al debate abierto. El campo popular debe preocuparse por mantener la misma interlocución con las empresas y los llamados “grupos económicos” y con los representantes de la clase trabajadora, en aras de aglutinar a los interesados en el crecimiento económico y mitigar las reacciones perjudiciales para el conjunto.
El episodio del traslado de la construcción de la planta de Gas Natural Licuado que llevan adelante YPF y Petronas a Río Negro, originalmente planificada en la Provincia de Buenos Aires, fue visto como un ataque por parte del Gobierno Nacional a la figura del gobernador bonaerense Axel Kiciloff, con la finalidad de embestir contra todo lo que significa el peronismo en términos de representación de los trabajadores.
La lectura se vincula a las manifestaciones de apoyo y expectativa de varios empresarios, entre otros el dueño de Techint Paolo Rocca, de donde emergió el Presidente y CEO de YPF Horacio Marín. Rocca es el autor de la fantasía del “reseteo de la economía argentina”, extravagante como lo son también otras definiciones de empresarios que se alinean detrás de este gobierno.
En las siguientes líneas trataremos de sugerir que están equivocados. Y que el campo popular erra al eximirse de conciliar sobre las contradicciones de clase por tratarlas como insolubles.
Superganancias
En el informe “Las Superganancias de un Selecto Grupo de Empresas”, elaborado por los investigadores Pablo Manzanelli y Leandro Amoretti y publicado por Cifra-CTA en julio de 2024, se propone la tesis de que las políticas económicas adoptadas por el gobierno actual, además de provocar una recesión, originaron “una profunda redistribución regresiva del ingreso, cuya dimensión y desenlace es aún desconocido”.
Los autores del informe sostienen que a partir de la devaluación de diciembre tuvo lugar “una redefinición de precios relativos que se sustenta en una importante traslación de ingresos en favor de la rentabilidad empresaria”. Para desarrollar el análisis, se recurre a información de 23 empresas de sectores industriales basales para la economía argentina, de envergadura e incidencia en sus sectores.
En la jerga de los economistas se denomina “poder de mercado” a la capacidad de una compañía para alterar el desenvolvimiento del sector en el que se desempeña. Sintéticamente, consiste en la posibilidad de manipular precios y cantidades de acuerdo a necesidades de la empresa. El poder de mercado puede redundar en un impacto general de la empresa sobre la rama que le corresponde, o bien disminuye la amenaza de que la atención a su situación interna le produzca una pérdida de participación en el mercado por un avance de sus competidores.
Las 23 empresas que los autores seleccionaron para el estudio y consideran que cumplen con estas características son: Aeropuertos Argentina 2000, Metrogas, Pampa Energía, Aluar, Laboratorios Richmond, Mirgor, Arcor, Ternium Loma Negra, Banco Macro, Transportadora Gas del Sur, AGEA, Molinos Río de la Plata, Mastellone, Edenor, Holcim, YPF, Pan American Energy, Banco Galicia, Morixe, Molinos Agro del grupo Pérez Companc, La Anónima (Sociedad Anónima Importadora y Exportadora de la Patagonia) y Ferrum. El orden de exposición corresponde a los niveles de rentabilidad de acuerdo a como se los presenta en el documento. Como son sociedades que cotizan en bolsa, sus estados contables se presentan ante la Comisión Nacional de Valores por requerimientos legales.
Las inferencias del estudio se extraen a partir de comparaciones hechas para el primer trimestre de 2024 frente al de 2023, y arrojan los siguientes resultados:
- Diez empresas obtuvieron utilidades equivalentes superiores al 40% de las ventas. Se trata de Aeropuertos Argentina 2000 (80,1%), Metrogas (74,3%), Pampa Energía (68,3%), Aluar (52,1%), Richmond (51,2%), Mirgor (51,2%), Arcor (50,2%), Ternium (49,6%), Loma Negra (45,8%), Banco Macro (44,9%).
- Con la excepción de Edenor y Mastellone, las firmas tuvieron resultados positivos. 17 más que duplicaron su nivel de rentabilidad entre los primeros trimestres de 2023 y 2024. Los autores subrayan los casos de “Richmond cuyas utilidades fueron del 1,5% de las ventas en el primer trimestre de 2023 y subieron al 51,2% en el mismo período de 2024, Metrogas que pasó del 2,3% al 74,3%, Aeropuertos Argentina 2000 cuya rentabilidad trepó del 19,3% al 80,1%, Aluar que escaló del 5,0% al 52,1%, Mirgor del 5,5% al 51,2%, el Banco Macro del 4,3% al 44,9%, Arcor del 15,5% al 50,2%”. También mencionan que, aun obteniendo elevaciones de proporciones menores, Pampa Energía y Ternium duplicaron sus márgenes, elevándolos del 33,5% al 68,3% y del 30,4% al 49,6%, respectivamente.
- Deteniéndose en los casos de Aeropuertos Argentina 2000 y Ternium, pertenecientes a grupos económicos de los que provienen cuadros que forman parte del gobierno (Eurnekian y Techint), observan que la primera obtuvo resultados superiores a los que siguieron a picos anteriores (incluyendo la flexibilización de la circulación luego de 2020) y la segunda solamente se acercó a los resultados de 2023 en 2021 (41,2%) y 2004 (36,7%).
- También observan que los mayores resultados de Aluar, Arcor y Loma Negra desde 2001 se ubicaron en el orden del 25%-30%.
La ganancia normal
A simple vista, los datos parecen objeto de polémica. Sencillamente porque unos incrementos de las ganancias de la magnitud descripta en tan poco tiempo debido a un hecho de política económica que si bien es significativo no deja de ser aislado parecen inverosímiles. Más aún, al aseverar que se inicia una redistribución del ingreso de alto alcance cuya magnitud todavía se desconoce, los autores establecen que lo que observan es un fenómeno de largo plazo.
Daría la impresión de que la recesión que describen no acarrea costos por la disminución de las ventas. Al contrario, las condiciones que la producen parecen ser propicias para este incremento de las ganancias. En un fragmento del informe se indaga específicamente en esta contradicción y se observa que “de 23 empresas, 13 tuvieron mermas en las ventas del primer trimestre de 2024 respecto a igual período de 2023 en precios constantes”. Pero solamente tres tuvieron “un descenso de sus utilidades netas en precios constantes”.
Para explicar la paradoja, se sugiere hipotéticamente que “esos resultados pueden tener que ver, en parte, con los cambios de composición de sus ventas, es decir la caída de su costo salarial y probablemente de los precios de los insumos locales en relación a los precios de las ventas de estas empresas ya que tienden a trasladar rápidamente los shocks devaluatorios” o bien que “las utilidades contables incorporan los ingresos financieros asociados con los intereses ganados y cambios de valuación de divisas o inversiones financieras”.
Al llegar a este punto, se vuelve necesario recurrir a un concepto. Los economistas de principios del siglo XIX planteaban en su análisis sobre la distribución del ingreso y la acumulación capitalista: una vez que se determinan los salarios y el pago de ingresos que no corresponden al trabajo asalariado ni el capital, el excedente resultante de la actividad económica se distribuye entre las ramas de manera que la rentabilidad entre ellas tiende a igualarse.
A esa tasa de ganancia que se verificaría luego del movimiento de capitales se la conoce como “ganancia normal”, y resulta una función, antes que nada, de los niveles de vida que alcanza la clase obrera, y su participación en el excedente que produce la actividad económica. Es decir, de la lucha de clases.
Importan poco para el análisis las diferencias sectoriales o “el poder de mercado”. La masa de excedente producida en la economía es homogénea, y en última instancia la capacidad de un grupo económico de relocalizarla o expandir sus actividades existentes es limitada por la organización de la clase trabajadora, que puede participar de las mejoras sectoriales mediante reivindicaciones salariales. O simplemente, a modo de conjunto, impedir que los movimientos de precios la perjudiquen en el largo plazo, si están dadas las condiciones.
Los factores que provocaron la recesión, por otra parte, son hechos macroeconómicos. Al insistirse en la importancia de la magnitud de las empresas, su poder de mercado y su inserción en el gobierno, se da a entender que la capitalizan por estas razones.
Sin embargo, la demanda representa un límite a ese movimiento, en tanto los precios repercuten negativamente en ella y se hace presente su descenso, que luego conduce a la disminución de la producción, verificable en las estadísticas como en noticias que conciernen a empresas importantes, algunas de las cuales forman parte del grupo seleccionado por los investigadores de CIFRA.
La hipótesis sobre la incidencia de los factores cambiarios y financieros es verificable, en tanto los estados contables de las empresas escinden el cálculo de la ganancia obtenida específicamente por la comercialización, que se conoce como resultado bruto (deducido de la diferencia entre ventas y costos de producción), y la actividad completa, que hacen al resultado del ejercicio.
Manzanelli y Amoretti se detienen en la segunda, pero no reparan en la primera, que es la que permitiría verificar si efectivamente se trata de una redistribución profunda del ingreso aún en curso realizada mediante una reconfiguración de la relación entre precios e ingresos, o simplemente, de un resultado extraordinario. Propiamente dicho, unas “superganancias” que pierden relevancia desde el punto de vista macroeconómico, en tanto se tratan de hechos circunstanciales que no alteran el desenvolvimiento de la economía argentina en el largo plazo.
Seleccionando las diez empresas de mayores márgenes de rentabilidad que se examinan en el estudio, se corrobora que en las diferencias en el resultado bruto son mucho menos espectaculares que las calculadas sobre las utilidades totales. En cuatro casos hay una disminución del resultado bruto, y solamente uno, el de Aluar, muestra una mejora significativa.
Los datos anteriores permiten verificar que la devaluación no produjo una mejora sustantiva en las condiciones de operación de las empresas. Y, atendiendo a los datos sobre distribución del ingreso, podemos notar que en el promedio de 2023 la participación del Trabajo Asalariado en el ingreso nacional fue del 45,5%, y el Excedente de Explotación Bruto (saldo contable de empresas constituidas en sociedad) alcanzó el 43%. En el primer trimestre fueron, respectivamente, del 45% y el 40%. Por ahora no se presenta ningún cambio estructural.
Quién quiere que la economía crezca
Lo que sugieren los análisis encuadrados en la orientación que representa muy bien el informe de CIFRA es que el gobierno mantiene una política económica dirigida a favorecer a la conducción de grandes empresas o grupos económicos. Así, indirectamente surgirían dos inferencias: la primera es que el apoyo empresario al gobierno se origina en la defensa de intereses duraderos, y la segunda es que, en torno al crecimiento de la economía, el interés de los empresarios y de los trabajadores parece ser irreconciliable.
Sin embargo, tanto el análisis teórico como los datos muestran algo que contrasta con estas conclusiones, y al enunciarse parece completamente lógico: las empresas pierden con la caída de las ventas, y eso es lo que provoca la caída continua de la producción. Por ende, lo plausible es prever que la persistencia y el ahondamiento de la recesión en la economía argentina no mejore la rentabilidad de las empresas, si no que la empeore. Las de mayor dimensión se verán afectadas en menor medida por el proceso, pero dentro de la misma tendencia.
Por tales razones, es conveniente tomar nota de las contradicciones y posibilidades que esto entraña. Al respecto de una situación política reciente que mantuvo sus semejanzas con la argentina, los economistas brasileños Franklin Serrano y Vivian Garrido publicaron una nota en el blog www.excedente.org que fue traducida por la revista Circus en su edición del verano de 2020, con el título ¿Quién quiere realmente que la economía crezca?
Atendiendo a la aseveración de los críticos del gobierno presidido por Jair Bolsonaro, que remarcan que con los gobiernos del PT las empresas obtuvieron volúmenes históricos de ganancias, observan que los empresarios buscan la rentabilidad, que es la fracción de ganancias en relación al capital invertido, y no necesariamente un mayor volumen de ganancias, si a costa del incremento en el pago de salarios que motiva el incremento de la demanda la rentabilidad disminuye.
Serrano y Garrido postulan que es posible llegar a un escenario en el que la disminución de la demanda provoca bajos niveles de inversión con reducciones de salarios y aumentos de la rentabilidad que interesa a los empresarios. El crecimiento en todo caso interesa a los trabajadores.
Con una mayor impronta teórica y una orientación distinta, se trata de otro análisis encuadrado en el mismo espíritu. Es cierto que no necesariamente las empresas, o sus conducciones, tengan un interés directo en la aceleración del crecimiento, pero como sostuvimos, hay razones para creer que la recesión finalmente les representa dificultades, y, remarquemos nuevamente, que pierdan rentabilidad.
El transcurso del tiempo ante un entorno así puede originar quiebras o absorciones de grupos locales por parte de otros más grandes, poniendo en crisis la condición de existencia de los empresarios que veneran políticas que los empujan a verse amenazados.
Concluyamos señalando algo. Sería ingenuo desconocer que existen intereses específicos que difieren del interés general, o que conciliar las necesidades de los trabajadores y de las empresas está exento de contradicciones.
De lo que se trata es de evitar análisis maniqueos que planteen antagonismos insolubles, desconociendo la necesidad de intermediación política y de diálogo. El campo popular debe preocuparse por mantener la misma interlocución con las empresas y los llamados “grupos económicos” y con los representantes de la clase trabajadora, en aras de aglutinar a los interesados en el crecimiento económico y mitigar las reacciones perjudiciales para el conjunto.
La falta de esta práctica explica el alineamiento espontáneo de los empresarios con las propuestas de derecha más que cualquier beneficio subrepticio, de cuya existencia los hechos permiten dudar.