La instalación de la planta de licuado de gas que construirán YPF y Petronas en la provincia de Río Negro constituye un fenómeno contradictorio y por ello muy interesante en el marco de políticas libertarias por definición contrarias a orientar el capital de riesgo. El régimen de incentivos a grandes inversiones (RIGI) no persigue prioridades de integración productiva nacional y refuerza de hecho un modelo extractivista exportador frente al cual se cuela la petroquímica como una posibilidad industrializadora clave para la región y el país entero.
Un jugoso despacho de la agencia periodística rionegrina ADN, el domingo 4 de agosto, daba cuenta de la trama política que precedió al anuncio oficial de la selección hecha por YPF (en asociación con la malaya Petronas, empresa de talla mundial) para determinar la localización de la planta de licuado de GNL al sureste de la provincia patagónica de Río Negro y descartando su instalación en Puerto Rosales, en Bahía Blanca, provincia de Buenos Aires.
Para no refritar lo que está bien presentado, y valorando el trabajo de los colegas, recomendamos a los interesados en el tema visitar el sitio e informarse por esa vía, en: https://www.adnrionegro.com.ar/2024/08/un-punto-de-referencia-adn/
Se trata de un mega proyecto de exportación que requerirá enormes inversiones (al menos 30 mil millones de dólares a lo largo de varios años) que implica el tendido de gasoductos desde Vaca Muerta, en Neuquén, hasta el punto de licuado y embarque en Punta Colorada, a 35 kilómetros de Sierra Grande. Esta localidad tiene una nueva oportunidad luego de los intentos frustrados por reflotar la mina de hierro que era otro sueño patagónico desde Frondizi pasando por Lanusse hasta Menem, quien la cerró en 1992 y más tarde se adjudicó en 2006 a una empresa china, que tampoco logró sacarla adelante.
Este despliegue inversor en torno al GNL parece revertir la historia que postergaba la prioridad nacional del desarrollo patagónico. Ahora implica a su vez una ampliación de la producción de gas de esquisto, (también llamado históricamente de lutita, y conocido hoy como shale gas, en inglés), en la formación Vaca Muerta neuquina, para abastecer este ambicioso proyecto.
Funciona como un “llamador” de inversiones dado que entre los desafíos actuales está cómo transportar y/o almacenar el gas que se arranca de las formaciones rocosas de grano fino donde se alojan hidrocarburos, sobre todo gas, mediante el procedimiento técnico denominado fracking. En español: fractura hidráulica mediante agua y emulsionantes a alta presión que liberan los hidrocarburos de la roca donde se encuentran.
48 yacimientos destacados de gas de esquisto en 38 países, según la agencia EIA (Energy Information Administration).
Se ha señalado muy poco que este proyecto se inscribe en la concepción dominante en nuestro país sobre la imposición de un modelo exportador que presuntamente nos liberaría de los males actuales y encarrilaría la economía argentina hacia un porvenir venturoso.
Adhiere a ese modelo la inmensa mayoría de la dirigencia, fuese por convencimiento o por rutina intelectual. Parte de la idea de que rediseñando la estructura productiva hacia la exportación se resuelven los problemas crónicos del sector externo caracterizados por las crisis periódicas de balance de pagos, un problema más vinculado a la dinámica del endeudamiento que a las posibilidades y necesidades de la economía argentina.
Padecemos una política monetarista que apunta al equilibrio fiscal como factor excluyente de reordenamiento económico sin priorizar las urgencias sociales que han llegado a niveles inaceptables de pobreza y marginalidad. Enfoque que no tiene nada que ver con promover inversiones productivas que amplíen la oferta laboral y vertebren en todo el territorio nacional actividades integradoras de la sociedad y de la propia economía, a escala federal y con sentido nacional.
Para simplificar, podríamos decir que al Modelo Exportador Extractivista se le opone el Modelo Nacional Integrador, puesto que el primero persigue metas macroeconómicas sin modificar las condiciones estructurales de la economía argentina (la propia idea de estructura económico-social es repudiada por la visión reduccionista de nuestro liberalismo autóctono, tan distinto de sus versiones progresistas en otros países más sensatos y avanzados).
La planta de Gas Natural Licuado (GNL) en Río Negro se inscribe en ese contexto ideológico y le permitió a YPF sumarse a una estrategia mundial en asociación con la gigante Petronas. No habría nada que agregar salvo el hecho de que las demandas sociales aparecen por el lado menos esperado o desatendido por las tendencias dominantes, que generalmente apuntalan negocios de alta rentabilidad sin atender las prioridades de integración social y elevación de las condiciones de vida populares.
Así ocurrió con esta historia. Alberto Weretilneck, gobernador de Río Negro percibió la oportunidad y avanzó con las negociaciones sobre piso firme: las condiciones “técnicas” para instalar la planta eran muy favorables a Punta Colorada y jugó rápidamente para obtener el apoyo nacional adhiriendo por ley provincial al RIGI (régimen de incentivos para grandes inversiones) incluido en la ley Bases.
La oportunidad de desairar al “comunista” Kicillof sumó a Milei al proyecto estudiado y diseñado por YPF/Petronas. La política de juego corto suele ser errática y casi siempre resulta en dispersión de esfuerzos, pero este episodio parece ser una excepción. Para ampliar los temas concernidos, si interesara, se pueden ver las respuestas del gobernador en un interesante reportaje realizado en Modo Fontevecchia: https://www.perfil.com/noticias/modo-fontevecchia/alberto-weretilneck-en-el-futuro-las-provincias-competiremos-para-que-industrias-y-empresas-desarrollen-sus-economias-modof.phtml
El despacho de ADN da cuenta de las habilidades de Weretilneck para aprovechar la situación y aporta un dato clave: estos grandes gasoductos brindan la materia prima para pensar en una “petroquímica provincial”. Es una frase apenas, dicha casi con timidez, incluida al final del primer párrafo del recuento periodístico cuya lectura recomendamos más arriba. Y abre una perspectiva fenomenal para Río Negro y el país entero: la petroquímica es probablemente la más “industrializadora” de las actividades que florecieron en el siglo XX y todavía tienen un efecto ineludible en las condiciones materiales que permiten alta calidad de vida y de cultura en los términos contemporáneos de civilización. Cientos de productos de uso amplísimo surgen de ella, desde plásticos, fibras, agroquímicos, fármacos, aditivos, resinas… hasta cosméticos. La lista es enorme y la información está disponible en Wikipedia para no abundar aquí innecesariamente. Ver listados detallados al final en https://es.wikipedia.org/wiki/Producto_petroqu%C3%ADmico
Petroquímica para la liberación
No sólo cuenta lo que dejaríamos de importar si en la Argentina se desenvolviera una potente industria petroquímica, (lo que existe es insuficiente y de escala menor) sino que resulta decisivo el efecto multiplicador sobre el conjunto de la economía productiva, activando, ampliando o creando nuevas cadenas de valor. A esos efectos vale la pena repasar la diversidad de productos que surgen de esta industria básica.
Pero hay una condición impuesta por la naturaleza de esta industria y su despliegue internacional: una vez más no es aconsejable apostar al juego chico, se requiere establecer plantas competitivas de escala mundial, para lo cual es perfectamente aceptable invitar al capital extranjero que en este caso, y no en otros (tal como ocurre con el extractivismo primarizador), se articularía de modo virtuoso con la necesidad de diversificación y ampliación de nuestra economía ofreciendo en el país materias primas industriales que hoy se importan. Tener “escala mundial” supone abastecer mercados locales y ofrecer excedentes para la exportación.
Así, el RIGI se convertiría en un factor positivo aún a pesar de la desaprensión de sus inspiradores, que al parecer sólo lo pensaron como un mecanismo de expoliación que en el mejor de los casos aportaría divisas para pagar deudas y tomar nuevas.
Sectores nacionales de mirada positiva alientan la esperanza de que la reglamentación de este régimen induzca la participación de nuestras pymes en las grandes inversiones mineras, energéticas y agropecuarias que este dispositivo de incentivos favorecería.
Otras dimensiones en juego
Voceros voluntariosos del gobierno y coherentes con la mirada monetarista, como el diputado Espert, destacan las ventajas de la inversión anunciada en Punta Colorada señalando el impacto positivo sobre las cuentas públicas mediante el ingreso de divisas que fortalecerían las reservas alicaídas del Banco Central, destacando que mejorarían a lo largo del despliegue del proyecto de exportar GNL. Pan American Energy, por su parte, también ofrece un barco de licuado y transporte a los mercados ávidos del producto.
Hay advertencias, sin embargo, que sería muy aconsejable atender, sobre cuánto va a durar en el mundo el incremento de la demanda de GNL que hoy se registra. Hay proyecciones que no la extienden mucho más allá del 2030.
Y está presente la cuestión ambiental, pues el impacto de estas intervenciones (tan necesarias) no es menor y hay que acompañarlas de acciones que no degraden las condiciones de vida de las poblaciones concernidas sino que antes bien las haga participar de actividades mitigadoras y/o transformadoras de espacios y hábitats.
A estos fines, para estos dos últimos aspectos, se sugiere la lectura del especialista Fernando Heredia: https://www.pagina12.com.ar/722157-es-viable-para-argentina-apostar-a-la-exportacion-de-gnl
Son puntos de vista que podemos no compartir, pero que son de necesaria reflexión y análisis.Por último, señalemos la cuestión geopolítica, que gravita en todas las acciones que tienen que ver con la independencia (relativa, pero necesaria) de cada país para asegurar su propio bienestar. Sobre ello hablarán los expertos en riesgo geopolítico, que existe y se deja ver poco. Observemos sólo que el tema del gas está en el núcleo de la pertinaz lucha estadounidense para aislar a Rusia como proveedor de gas a Europa (con lo cual hasta es posible que favorezca por necesidad su alianza con China), algo que no es mero proyecto y lleva más de una acción de guerra como la voladura de los gasoductos del Báltico. No es un juego menor, pero concierne al futuro y bienestar de nuestra comunidad.