Los prejuicios ideológicos son un obstáculo

Un realineamiento virtuoso de las fuerzas nacionales no ocurrirá espontáneamente. Requiere una tarea de construcción política que a su vez exige partir desde una revisión de los errores del pasado que permitieron la confusión y las grietas por donde se coló Milei. Supone también definir las cuestiones estratégicas y no dejar que aspectos menores impidan la convergencia necesaria. Necesidad de transparencia y debate leal.

Asumiendo que Javier Milei no es un extraterrestre que bajó de un plato volador y se puso a batirle la mente a la gente, cualquier revisión del pasado reciente debiera partir del hecho que la situación se había vuelto muy difícil para la mayoría de la población, que estaba sencillamente harta y sufriendo crecientes privaciones.

Si se quiere, esto ocurría por diversas razones, según la posición social, las experiencias que cada sector venía experimentando y las ideas que pretenden explicar en cada instancia por qué pasa lo que pasa, casi nunca con acierto aunque el sufrimiento sea verdadero.

Caída del empleo formal, estanflación, restricción de ingresos y un conjunto de calamidades que no se debían exclusivamente a la malísima gestión del Alberto Fernández. Vienen de lejos en el tiempo y no cesan en cada vuelta de la historia cuando se sigue haciendo siempre lo mismo.

Desde el cambio de siglo venimos a los tumbos, con la crisis institucional que siguió al estallido de la convertibilidad y obligó a elegir otro presidente para completar el mandato del renunciante De la Rúa, con breves períodos de recuperación que no dejaron cambios sustentables y duraderos. 

La gestión Duhalde hizo el trabajo más complejo y nada meritorio, con una gran devaluación que aplastó los ingresos populares y estableció así las condiciones para una recuperación paulatina de la actividad económica, con un altísimo precio en lo social y sin que funcionaran organizaciones laborales en defensa del conjunto sino adaptándose a los que quedaron en las nóminas formales del empleo en blanco. 

En nuestras recurrentes crisis coyunturales que con estallidos de diverso tipo expresan las inequidades y tensiones profundas que anidan en la sociedad argentina, la relación de fuerzas no deja de operar, a veces con mayor crudeza o brutalidad con que lo hace habitualmente, a ritmo menos perceptible. 

La de comienzos de siglo fue gravísima en costo de vidas y agravios al conjunto comunitario, condensando en pocas semanas lo que en general ocurre a lo largo del tiempo y en diversos puntos geográficos. Constituyó un panorama multicolor del deterioro, la lucha y la reconstrucción del propio cuerpo social que no siempre es analizado como parte de un todo.

De esa crisis se salió, como siempre ocurre cuando los poderes cuestionados entran en tensión, trasladando su costo a los sectores más débiles, devaluación mediante, que se traduce en menores ingresos, pérdida de empleo y estallido inflacionario, además de otras consecuencias desintegradoras.

El interinato de Duhalde será revisado por los historiadores por su ajuste clásico. También por los intentos de paliar el daño que hacían en el cuerpo social, las medidas que buscaban recomponer lo que encubre el objetivo de “recuperar los equilibrios macroeconómicos”. Así nacieron los planes universales de ayuda a los sectores más desprotegidos, con el más que noble objetivo de evitar las consecuencias de la pobreza extrema, centrados en proteger las familias sometidas a carencias extraordinarias.

De paso, salvaban a los bancos, porque no es cuestión de andar persiguiendo culpables en personeros y empleados de un dispositivo que es mundial y al que casi nunca se le ve la mano.

Las filiales locales de las principales entidades bancarias del mundo “cantaron el seco” y no respondieron con el inmenso patrimonio de sus casas matrices sino con el magro monto de sus capitales declarados para sus sucursales locales aprobadas por el Banco Central. 

Para ofrecerte bonos, cuentas especiales y colocaciones muy atractivas para tu platita, ponían en juego la importancia de sus nombres y prestigio en las plazas más renombradas de las finanzas internacionales. Sin embargo, a la hora de la verdad resultó que eran apenas unos boliches pobres sin espaldas para devolver los depósitos que les fueron confiados por incautos creyentes o hasta laburantes que casi nunca eligen donde les liquidan el sueldo

Muchos de esos bancos terminaron yéndose del país, tal vez por considerarlo muy riesgoso o simplemente porque ya no podían hacer las enormes diferencias y ganancias que obtenían en el pasado. El mejor negocio que han tenido en las últimas décadas, al menos desde Martínez de Hoz hasta aquí, ha sido prestarle al Estado. Esto no les ha impedido, como negocio paralelo de acompañamiento, esquilmar a sus clientes.

Matriz de acumulación

La Argentina es un país con enorme potencialidad pero al mismo tiempo muy complicado por las distorsiones que la puja entre sectores (no sólo entre patronos y asalariados) ha ido creando hasta convertirlo en una madeja muy compleja de desenredar.

Sectores de alta rentabilidad no escalan en su productividad porque están muy castigados por impuestos. Una revisión inteligente de la presión fiscal sobre el campo – el ejemplo clásico – aumentaría geométricamente su producción. Esto habilitaría el despliegue del procesamiento de materias primas alimentarias para el ganado que hoy exportamos convirtiéndolos en productos terminados con mayor valor agregado. Nuestros empresarios rurales ganarían más dinero, lo cual les permitiría – política de estímulos mediante – ensanchar notablemente su gama de productos actuales e incursionar como inversores en otros rubros. 

El paisaje no urbano en los países más industrializados está salpicado de establecimientos dedicados a las más diversas actividades. En el nuestro también existen ejemplos similares, aunque en una escala mucho más pequeña de la que podríamos tener. 

Todo esto requiere visión estratégica, lectura de las tendencias que identifican al mundo contemporáneo y una eficaz guía del Estado (esta vez sí, Nacional y con mayúscula) que no paralice, desaliente o induzca al negreo de sus ventas para el sector primario, que al mismo tiempo es cada vez más muy sofisticado tecnológicamente.

No se requiere “menos” Estado, sino un mejor dispositivo de regulaciones que favorezcan la inversión

Esto implica remover y revisar arraigados prejuicios que todavía existen en sectores del movimiento nacional que ven en los productores agropecuarios a rentistas parasitarios y no hacen lo mismo con su condición empresarial, en muchos casos aún no suficientemente desenvuelta.

A su vez, la gente del campo (aun muchos de los que aplican tecnología de avanzada en sus explotaciones) está muy ganada por prejuicios presuntamente liberales que los hace creer que están siendo injustamente perseguidos por un Estado voraz que quiere despojarlos de lo suyo para sostener a los “vagos y malentretenidos” que, según presumen, constituyen los movimientos sociales.

Como vemos, se trata de andamiajes de prejuicios sin verificación empírica (como no sea la existencia de esas taras mentales) que funcionan en espejo de unos contra otros. Es una prueba de la fragmentación doctrinaria (como ausencia de doctrina nacional) que padecemos y se perpetúan en falsos antagonismos, muy vivenciales por cierto.

Tomemos otro ejemplo, tan delicado o complejo como el anterior: el sector financiero. El dispositivo local, como ya dijimos, funciona como un mecanismo de absorción de la renta nacional por la vía del endeudamiento estatal y el resultado es que el crédito que se ofrece resulta a tasas incompatibles con una rentabilidad normal de cualquier tipo de empresas. Solo pueden tomarlo negocios raros con ganancias extraordinarias. 

¿Significa que en una estrategia nacional de poner las finanzas al servicio de la producción y no al revés como ocurre hoy, que hay que nacionalizar la banca y dirigirla desde el Banco Central de la República Argentina? No lo creemos un instrumento necesario salvo que se originara una exacerbación de la puja entre el factor externo y el interés nacional, expresada en el sector en un momento dado. 

Sí es indispensable una conducción de política monetaria y bancaria que tenga como objetivo incentivar la producción a lo largo y lo ancho del país. Algo impensable para la matriz centralista que preside la gestión estatal actual, tan predispuesta a tomar como cierta la falsedad dominante: que la toma de deuda es la base de prosperidad de los países. Esta aseveración es imposible de verificar y lo opuesto debe pasar previamente por el Jordán de un plan nacional de desarrollo nacional y especificaciones regionales con prioridades de inversión claramente establecidas. 

Otras dimensiones de la cuestión

Como vemos, el armado del plan implica alta calificación técnica que el país tiene con profesionales de calidad. Ésa no es la única condición requerida.

Lo más complejo es el armado político, donde las confusiones y los desvíos ideológicos encubren muchas veces intereses inconfesables.

Para empezar, el debate tiene que ser transparente y al mismo tiempo leal, centrándose en los problemas y desafíos objetivos, y dejando de lado proclamas vacías de contenido. No vemos que esto esté sucediendo en el campo opositor.

En segundo lugar, toda la dirigencia tiene que revalidar sus títulos. Nadie tiene comprado el puesto de mayor representatividad. Venimos de fracasos tan grandes que no es posible seguir haciendo lo mismo que hasta ahora, dando por sentado que el interés nacional está necesariamente de nuestro lado. Eso hay que demostrarlo.

En tercer lugar, sin que implique esto una menor importancia estratégica, hay que ampliar la convocatoria al conjunto de los sectores nacionales. Nadie es el mejor patriota por autodefinición previa y hay que asumir que entre los votantes de Milei hay una inmensa mayoría de conciudadanos que tienen los mismos intereses que el conjunto social. A esos efectos, la confusión o justificación que tengan en la cabeza, requiere también debate abierto y actitud integradora.

En cuarto lugar, a la hora de construir un acuerdo real y concreto, algunos sectores tienen mayores responsabilidades que los compatriotas de a pie. Esto se refiere en particular a las entidades gremiales, tanto de trabajadores como empresariales. Ellas alcanzan su mayor representatividad cuando expresan los intereses sectoriales articulados al interés general. 

La experiencia reciente – de los últimos lustros – muestra a estas organizaciones muy aisladas, defendiendo las menguadas posiciones individuales sin gran visión integradora y potenciadora del conjunto nacional. 

Y, como quinta dimensión y no por ello menos importante, el papel de los partidos y los movimientos sociales devenidos en órganos políticos, a los que hay que reconocer como sustitutos de la pérdida de representatividad de las estructuras partidocráticas.

Los presentamos juntos, como un mismo desafío, aunque se trata de cuestiones de índole diferente pero vinculadas por la necesidad de que existan instancias de debate y organización que hoy no están llenando plenamente esa función. 

La estigmatización que han sufrido los movimientos sociales no han reducido notablemente su representatividad pero sí les ha restado operatividad y la ha encerrado como actores de reclamos puntuales sin visión de conjunto. Cuando fueron a hacer la “reforma agraria” a una propiedad rural en Entre Ríos, lo que consiguieron fue instalar una enorme desconfianza sobre sus verdaderos objetivos. Lo mismo cuando fueron a chocar con los vecinos, gente de campo, para abrir el camino hacia el Lago Escondido, propiedad del financista australiano Joe Lewis, por más turbia que haya sido la adquisición de esa propiedad por el magnate australiano. Son acciones publicitarias no estratégicas que hacen dudar sobre la claridad de esos dirigentes a la hora de elegir los objetivos de lucha. El criterio de esa dirigencia siempre debe tener en cuenta el interés general antes que la maniobra de efecto. 

Como quiera que sea, los partidos se han reducido a oficinas burocráticas para designar candidatos con ausencia absoluta de debate esencial ni transparencia en las representaciones. Allí hay un quiebre que hay resolver, o seguirá ocurriendo lo mismo que sucede en todos estos últimos años: se eligen a dedo los candidatos, muchas veces escogidos en la propia familia del líder personalista, y no se dice nada sobre los compromisos asumidos aún antes de las campañas electorales generosamente financiadas por quienes tienen intereses de negocios con el estado que cuidar y no pocos proyectos para ampliar el dispositivo de enriquecimiento ilegal e ilegítimo.

Que te envuelvas en una bandera y digas “¡La vida por Perón!” (esto lo denunció el propio fundador del Justicialismo), no te baña en agua bendita. 

Las barbas en remojo

El peronismo y lo que queda del radicalismo tienen que volver a su esencia movimientista, como expresiones del nacionalismo popular. 

No tiene mucho sentido enumerar aquí las hilachas en que se han ido desflecando estos grandes partidos y es relativamente sencillo echarla la culpa al paso del tiempo y los cambios que indudablemente ocurren a escala mundial. Pero de allí a pasarse de bando, hay una distancia muy larga que algunos muchachos resuelven con un salto ágil e impúdico.

Si algún rastro queda de vínculo con la Patria en esas heredades, seguro que se podrá movilizar para sumar esfuerzos a la necesaria unidad en movimiento mucho más amplia que ellos mismos. 

La táctica de no abrir el juego, cerrar las listas y encarcelar al electorado para que vote representantes de pacotilla ya ha llegado a un límite inadmisible y lo vemos en el vuelco a Milei con todo lo que eso implica de destrucción de la conciencia nacional.

Seguro que en todos los partidos o lo que queda de ellos hay gente valiosa y generosamente dispuesta a sumarse a la construcción de una alternativa superadora de esta situación que de mantenerse va a brindar una gran puerta a un grave avasallamiento de la economía y la cultura argentina, y ello ocurre incluso en aquellos que hoy parecen extintos o son irreconocibles.

Para terminar, digamos que la reconstrucción de una expresión política frentista del movimiento nacional, con todas las dificultades que ello implica pero al mismo tiempo siendo la única alternativa para albergar a todos en un proyecto común, requiere también sincerar las fuentes de financiamiento de la actividad política. El financiamiento espurio necesita del secretismo, pero como esos hongos que se queman con la luz del sol, hay que poner esos recursos a la vista para que formen parte de la genuinidad de la convocatoria. Como lo hacen descaradamente los empresarios prebendarios que pagan 25 mil dólares el cubierto para hacerse ver en las huestes de Milei y sus retrógrados mentores. En el caso del financiamiento a movimientos populares la sustancia es exactamente al revés, para apostar a la creación de riqueza común y un porvenir compartido digno de ser vivido como personas libres.

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