Milei y Caputo, los simbióticos

El 30 de abril el Presidente Javier Milei habló largamente en la Expo Economía, Finanzas e Inversión (EXPO EFI 2025), aludiendo a quienes “han lucrado, durante los últimos cien años, con este modelo empobrecedor, ya sean los empresarios prebendarios, ya sean los políticos corruptos, ya sean los periodistas ensobrados, ya sean los sindigarcas o sean los profesionales funcionales a este conjunto de hijos de puta, que cagaron el país”. Y agregó las cosas de siempre con algunas variaciones o matices, como cuando aseguró que uno de sus principales colaboradores es “Toto (Luis Caputo, ministro de Economía), con quien sinceramente, tenemos una relación simbiótica”. 

La audiencia de Milei, por mera rutina soportando el riego presidencial con cifras empíricamente improbables, nombres de economistas y jirones de teorías en pugna, quizá debió poner las barbas en remojo y buscar información hasta saber qué quiso decir Milei cuando aseguró, aunque sin palabras, que por el vínculo simbiótico que los une, con el Toto serían simbiontes, metáfora que puede ir más allá del ámbito biológico para internarse en el ámbito fantástico de los cómics de Marvel.

Pero quizás a la audiencia de Milei no le interesara andar con sutilezas, y como prueba de ello lo aplaudía y festejaba su rosario de insultos e improperios. O tal vez creyera que los aplausos y las risas demostraban cierta comprensión de que hay simbiosis cuando dos o más organismos biológicos, o sea dos o más simbiontes, interactúan sin que necesariamente uno o varios de ellos lo hagan en detrimento de los otros. Además quería demostrar que tenía claro que los simbiontes más populares no son biológicos sino fantásticos y pertenecen a la Marvel Comics, la editorial de historietas estadounidense fundada en 1939 que luego de un recorrido expansivo extraordinario (en los 90 ya era una de las primeras editoriales del género) fue comprada por la Disney en 2009, para terminar fusionándose a comienzos del año siguiente. Pero no es tan simple: los simbiontes de Marvel Comics, también participantes de la raza alienígena llamada Klyntar (como su planeta natal gobernado por el dios Simbionte Knull), son parásitos extraterrestres que buscan incrementar su potencia y habilidades uniéndose a otros seres vivos. Y como resultado de esa hibridación cuasi cósmica, coronando arduos procesos creativos la editorial entregó a la voracidad de los amantes del género los casos emblemáticos de Spider-Man, Scorn, Anti-Venon, Carnage y Venon, entre otros.

El discurso mileiano prosiguió por los carriles habituales, tan matizado con groserías y puteadas que hasta parte de la prensa hegemónica destacó el hecho, insinuando cierta reticencia, aunque ratificando a la vez la solidaridad con el contenido. A título de ejemplo, vale seleccionar algunos pasajes, como cuando Milei aseguró que para lograr el acuerdo con el FMI por mayor endeudamiento “el problema más grave fue esa estupidez de ley, que sacó el imbécil, incapaz e infradotado de Guzmán, que obliga a tener que pasar un programa del Fondo Monetario Internacional por el Congreso”. Y agregó: “Es decir, por el lugar donde están los degenerados fiscales.” También hubo palabras alusivas a los “ñoños republicanos”, a “las bestias con genes keynesianos”, a quienes “la tienen adentro”, a los “imbéciles de los periodistas”, a “los econochantas”, etcétera. Y hubo lugar para las confidencias: “Como ustedes saben, a mí me gusta trabajar desde Olivos porque me evita tener que viajar y ya bajo del dormitorio seis de la mañana, siete, café en mano le doy hasta las diez, doce de la noche, o sea… Entonces, sí, ando en mameluco porque si tengo un rato voy a ver a mis hijitos de cuatro patas Conan, Murray, Milton, Robert y Lucas Junior…”

Los presentes, con las palmas de las manos coloradas por tanto aplaudir y dolor de mandíbula por tanto sonreír, debieron asimilar la existencia de un economista “bastante zurdito”, Vilfredo Pareto, y tomar nota de los dos teoremas de la economía del bienestar, el primero sentenciando que todo equilibrio competitivo es un Óptimo de Pareto, y el segundo (“aberrante”, según Milei) que asegura que “es independiente de la distribución del ingreso”. Pero Milei se entusiasmó, sacó de su interior un entusiasta comediante de Stand Up y luego de repetir que “ustedes pueden alcanzar el Óptimo de Pareto independientemente de la distribución del ingreso”, y que eso puede sonar muy simpático “pero es una tremenda cagada”, dibujó en el aire la descripción de una “economía de propiedad privada”. Dijo a su auditorio que tenía una letra E (y la trazó en el aire) seguida del signo = y la apertura de una llave, con la letra U (“o sea, la función de utilidad de preferencia”), una T (“para reflejar la tecnología”), tiene una Ω para representar las dotaciones iniciales, y Pi=1, “es decir, que los beneficios quedan todos en el sector privado”.

En ese punto, casi en éxtasis y dando curso a la parte más caudalosa de su vocación histriónica, el Presidente exclamó: «Según esto, es independiente de la distribución, y entonces por el teorema del segundo teorema de bienestar, yo puedo sacar Pi a la mierda, total me da lo mismo. Y me quedo sólo con las preferencias, con las tecnologías y con las dotaciones. ¿Ustedes se dan cuenta de la pelotudez que estoy diciendo? ¿Nadie se da cuenta, nadie se pone de pie y dice: “La reputa madre que te parió, zurdo de mierda?” Es decir, ¿ustedes me van a decir que es lo mismo vivir bajo capitalismo que vivir en el socialismo real? Les cuento que –en el año 89– el Muro se cayó y fue un fracaso en lo económico, lo social, en lo cultural. Mataron a 150 millones de tipos. No da lo mismo. Está mal. Es falso. ¿Por qué? Porque el socialismo es imposible. El segundo teorema del bienestar es una mierda, está mal. Básicamente, ¿por qué es imposible el socialismo? Bueno, por una cosa simple: sin propiedad privada no hay cálculo económico. Ustedes intercambian bienes y, en el momento que intercambiaron los bienes, supongamos que hay dinero, después podemos discutir qué es dinero, ¿eso qué hace? Marca un precio. Yo les doy mis anteojos a cambio de X cantidad de plata. Entonces, ustedes agarran, eso se convierte en un mecanismo de transmisión de información, eso coordina: algunos van a ser compradores, otros van a ser vendedores, y genera un ajuste, porque si no coinciden oferta y demanda va a variar el precio. Si ustedes no tienen propiedad privada no marcan el precio, si no marcan el precio el sistema queda a la deriva. Por eso, ustedes –en socialismo– le daría lo mismo hacer una ruta o un puente de oro de cristal o de cemento, si total no hay precio, total paga otro…» Y como quien busca mayor y más denso sentido a sus palabras, el Presidente miró alrededor, asoció ideas y planteó una conclusión asombrosa. Dijo: “Me parece que no están odiando lo suficiente al Óptimo de Pareto. No digo que sea tan malo como los periodistas, pero el Óptimo de Pareto es malo…” 

Varios aludidos recogieron el guante, como Luis Bruschtein en su columna semanal en Página 12, y realizaron un aporte al saneamiento comunitario porque además de inventariar las expresiones soeces correspondientes, describieron la reacción de quienes se dieron cita “para escuchar la verba poética presidencial”. En efecto, los asistentes, representativos del capital más concentrado de la economía argentina, “lo aplaudieron con entusiasmo”, escribió Bruschtein. Y agregó: “El espectáculo no resultó edificante. Se supone que es la clase dirigente argentina y en ese cuadro revelaron el enanismo cultural y la voracidad de corto plazo que la caracteriza.” Y con relación a varios de los asistentes munidos de aplaudidores de madera que fueron y son afectados, sin embargo, por la caída del consumo y la recesión, Bruschtein deslizó una observación terminante: “Pero festejaron a rabiar los insultos y los falsos éxitos porque en el fondo esperan la destrucción de la protección laboral a los trabajadores y la quita de impuestos, aunque eso signifique la destrucción de las ciencias, la salud y la educación pública, de las que se han favorecido históricamente. También es probable que los empresarios argentinos se sientan identificados con Milei, en la crueldad de ese discurso tan limitado.”

Mientras tanto, a pasos del Centro de Convenciones Buenos Aires donde Milei recibía los aplausos y vítores de sus adictos, la CGT (que horas antes había difundido un comunicado bajo el título El trabajo es sagrado), las dos CTA, organizaciones piqueteras, los “gremios combativos”, movimientos sociales y varios partidos y espacios políticos, entre ellos el Movimiento Derecho al Futuro que responde al gobernador Axel Kicillof, ganaban la calle. Lo hacían para ratificar su oposición a las políticas del gobierno en curso, homenajear al Papa Francisco, conmemorar el Día del Trabajo y exigir paritarias libres, la homologación de los convenios colectivos, un aumento de emergencia para los jubilados, terminar con los despidos y que el oficialismo abra una instancia de diálogo con la CGT.

La voz del Papa Francisco surgía de los grandes equipos de sonido instalados por la central obrera, escoltando el paso de las multitudinarias columnas de trabajadores, y convocándolos a construir el futuro haciendo lío, como recomendara Francisco a los jóvenes en su momento. Algunos observadores destacaron la coherencia de esa consigna porque apenas fallecido Francisco y dando muestras de un oportunismo difícil de igualar, aseguró Milei que con frecuencia hablaban por teléfono y que el Papa le había pedido que cuidara a los trabajadores, cosa que él hacía prolijamente. La manifestación demostró lo contrario, sin embargo, dadas las estadísticas en materia de ingresos o de empleo, o la mera masividad de la marcha del 30 de abril. Y luego de que todas las columnas convergieran desde diversos puntos de concentración hacia el monumento Canto al Trabajo, en la Avenida Paseo Colón al 800, la cúpula de la CGT, de las dos CTA y de los movimientos sociales se reunieron con Axel Kicillof en la sede de la central obrera, encuentro que fue considerado como un importante paso adelante del gobernador bonaerense de cara a su futuro en las presidenciales de 2027.

En esa marcha quedó claro, como bien aseguraron las entidades convocantes, la imposibilidad (y el rechazo consiguiente) de sobrevivir bajo un régimen con precios liberados y paritarias acotadas oficialmente para su homologación. Quedó claro que las entidades convocantes no se dejan entrampar en esos ataques de furia con blancos preferidos móviles (ahora les toca el turno a los periodistas) y son capaces de trascender semejante metodología y asumir sus intereses objetivos y concretos, hasta darles el tratamiento político más conveniente. Sus dirigentes aseguraron, cada vez que fueron requeridos por la prensa, que se oponían a la serie de medidas que estaban poniendo en riesgo la existencia misma del país.

Los ataques de furia ya tienen una espesa bibliografía, pero no dan cuenta de ciertas empatías sospechosas. Por ejemplo: ¿qué decir de la virtual simultaneidad de una declaración de la directora gerente del Fondo Monetario Internacional, Kristalina Gueorguieva, cuando “descubrió” que los argentinos guardan millones de dólares en sus colchones, y la promoción del simbiótico ministro Caputo de una suerte de blanqueo perenne, de una remonetización de la economía recurriendo precisamente a esos ahorros? Allí no hay odio, sino meras coincidencias amorosas. Una vez aprobado el acuerdo con el Fondo por 20.000 millones de dólares adicionales y recibida la primera remesa, hechas las cuentas y comprobado que los números no le cierran, el ministro Caputo dijo, sin ruborizarse: “No compro el cuento de que la gente no saca sus dólares para gastarlos. La realidad es que no lo hacen porque les rompen los cocos.” Como si poner entre paréntesis toda la normativa local e internacional sobre la cuestión fuera tan sencillo y no implicara riesgos. 

Pero el odio y la furia, habrá que insistir en ello, parecen mejores pagadores y cuentan con una espesa bibliografía crítica que los tiene por objeto. El advenimiento de Internet y su deriva hasta las tecnologías comunicacionales de punta, su impacto sobre la opinión pública y sobre el consiguiente desenvolvimiento de las instituciones democráticas, de la mano de las sucesivas crisis de representatividad, habrían dado cauce a una nueva manera de hacer política. Y los lectores del italiano Giuliano Da Empoli (muy de moda desde hace un par de años) o del alemán Peter Sloterdijk, ambos tributarios de un pensador apenas más veterano, el italiano Giovanni Sartori, dan cuenta de una presunción: en un sistema donde forzosamente conviven solidaridades y competencias, elementos colaborativos  y otros competitivos, la gobernanza es posible y deseable movilizando y exacerbando estos últimos, o sea, los odios, los rechazos y las animadversiones.

En su discurso aquí reseñado una vez más el Presidente apeló a esta metodología, y la llevó hasta el punto máximo cuando aseguró: “Me parece que no están odiando lo suficiente al Óptimo de Pareto. No digo que sea tan malo como los periodistas, pero el Óptimo de Pareto es malo.” Afuera los concurrentes al acto por el Día del Trabajo, inclinándose hacia la parte colaborativa y solidaria de la comunidad, no se mostraban muy dispuestos a odiar al Óptimo de Pareto, ni a compararlo con los periodistas. Antes bien, se mostraban muy dispuestos a reconstruir a la Nación.

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