Cuando un discurso económico emana un inconfundible aroma hierático, casi siempre está procurando convencer de que lo más sensato en este mundo es ser pobre pero serio antes que próspero pero disipado. El salario real es siempre una decisión política. Y la verdad, por ejemplo, es que el alza del producto bruto se debe al superávit comercial, no a las exportaciones en sí mismas. Es para muy iniciados entender la santidad de las exportaciones frente a la supuesta fatuidad da sustituir importaciones. Los gorilas sangrientos del ’76 no la querían a la sustitución porque eso implicaba fábricas que eran operadas por obreros. Y los obreros por esas épocas eran indefectiblemente peronistas. Un horror.
El gobierno libertario propinó una marcada debacle en el nivel de vida promedio de las mayorías argentinas. En los aciagos días que corren hacen pata ancha la caída de la producción y el desplome de las ventas. Los puestos de trabajo se vuelven huidizos. La tasa de inflación le refriega la mueca de pito catalán al monetarismo ramplón oficialista.
No desmentir que no hay tiento que no se corte ni mal que dure cien años, lleva a revisar las estrategias de crecimiento, para acertar con el conjunto de medidas que reviertan –a ritmo acelerado- el penoso cuadro de situación. Es público que tiene buena recepción la idea de que las exportaciones son las que garantizarán el crecimiento y le darán un horizonte al país. Y ni siquiera la realidad ha mellado la fe en esa salida exportadora en quienes la profesan. Porque la realidad muestra un mundo que, empezando por los países desarrollados, está exacerbando su proteccionismo, un mundo donde el gran problema norteamericano es con sus propias multinacionales instaladas en China. Un mundo en el que la serie de medidas muy proteccionistas son tomadas para que retornen esas multinacionales más que contra China.
Para ir tomando el pulso de este acento en las exportaciones con relación al crecimiento, es cuestión considerar -en primer término- cómo influye el sector externo en la tasa de crecimiento del producto bruto. Esto nos abre la puerta para abordar el sector externo a partir de un concepto clave como es el de la elasticidad, que se explica enseguida. Es la elasticidad la que pone en tela de juicio la monserga de que como nuestro país es tomador de precios mundiales (take prices, en jerga aludida con esa voz inglesa) y que eso le impide elevar los salarios más allá del nivel que fijan esos precios.
Es un ardid reaccionario, pero hay que tomarse el trabajo de encontrar los pliegues entre los que se esconde ese verso dicho en prosa que se pretende de máxima “seriedad”. Cuando un discurso económico emana un inconfundible aroma a hierático, casi siempre está procurando convencer de que lo más sensato en este mundo es ser pobre pero serio antes que próspero pero disipado.
Los archivos X
Para establecer la relación exportaciones-crecimiento, hay que revisar los instrumentos con que se miden una y otra magnitud. Los que trabajan con las cuentas externas de la nación a las exportaciones las aluden como X (equis) y a las importaciones como M (eme); o sea: usando la segunda letra de cada palabra, a veces en mayúscula, a veces en minúscula.
El producto bruto de la Argentina –o de cualquier país- se obtiene sumando los balances de las empresas y descontándole a esa suma, lo que se paga por los insumos que se utilizan para producir. Todo durante el transcurso del año calendario. Lógica pura: se supone que en el gran número, lo que una empresa le vende a la otra se cancela con lo que ésta le compra a una tercera y así sucesivamente. Si se sumaran los insumos daría una expresión sobrestimada del producto bruto. Eso sí, hay algunos métodos estadísticos de ajustes del producto bruto porque los balances de las empresas no siempre dicen toda la verdad y nada más que la verdad. Son hábiles declarantes.
Esa suma de balances de empresas conocida como producto bruto interno permite estimar el monto de cada uno de sus componentes: consumo, inversión, gasto público y exportaciones menos importaciones. El calificativo de “interno” obedece a que se considera el saldo de lo que un país paga y cobra por intereses de deudas externas (pública y privadas) más lo que recibe y remite como ganancias de las empresas. Está el producto bruto nacional (PBN) que no considera esos cobros y pagos de ganancias e intereses. Normalmente Japón a su PBN le suma el saldo intereses-beneficio para obtener el PIB. En la Argentina se lo resta. Japón cobra intereses de deuda externa y repatría ganancias. En cambio entre nosotros ese saldo es negativo: pagamos y giramos al exterior.
Que prime el alza de las exportaciones o la disminución de las importaciones para que surta el efecto del superávit comercial, depende de la estrategia de crecimiento, su factibilidad y efectividad. Los que procuran alentar las exportaciones no son menos empeñosos en proclamar que hay que ser muy competitivos. Es decir tener buenos precios en el mercado mundial.
Los heraldos de más exportaciones cuestionan a la estrategia de sustituir importaciones (ISI por su sigla en inglés), no se entiende bien con qué argumentación. Algunos superan el entendimiento promedio. Es para muy iniciados entender la santidad de las exportaciones frente a la fatuidad da sustituir importaciones. Los gorilas sangrientos del ’76 no la querían a la ISI porque eso implicaba fábricas que eran operadas por obreros. Y los obreros por esas épocas eran indefectiblemente peronistas. Un horror.
Ese no es ni era un argumento respetable, pero al menos era y es consistente. Ahora negarse a la ISI porque se la califica de “difícil” es tan ridículo como contraponer la “facilidad” de la estrategia de aumentar exportaciones en un mundo que jamás dejó de ser mercantilista, en el cual exportar es bueno pero importar malísimo. Incluso se está volviendo decididamente proteccionista sin careta, como lo atestigua el estancamiento de la OMC, que en su reunión anual de principios de año en Abu Dabi (capital de los Emiratos Árabes Unidos) no fue a ningún lado. Además si un país quiere diversificar exportaciones otros países lo deben seguir en esa, sino no hay a quien venderle los productos de la diversificación. No solo para el tango hace falta que haya dos para bailar.
Competitivos
Pero si se quiere exportar más -o sea: vender más- es cuestión de bajar los precios, de eso se trata ser competitivos. Para que eso tenga sentido, si por las políticas comerciales de incentivo a las exportaciones se logra que el precio al que vende un bien cualquiera al exterior baje un 20% respecto al que rige en el mercado internacional, hay que vender más de 21 % de cantidad. Si no -como diría Gardel- se te hacen contra.
Pero estudio tras estudio, año tras año, constatan que las exportaciones son completamente inelásticas. Esto significa que si se baja el precio el 20% las cantidades a vender apenas –y en el mejor de los casos- suben 2%. No es metafórico, es literal. Las empresas que exportan ganan, pero el país pierde en los términos de intercambio (relación precios de exportación-precios de importación) y en el resultado comercial, puesto que vende a un precio 20% más barato apenas 2% más de bienes. Es por esta razón de la inelasticidad de las exportaciones, que lo que se dice vulgarmente que hay que devaluar el peso para volverse más competitivo esta errado.
Para peor, exactamente sucede lo contrario. Las devaluaciones empeoran y las revaluaciones mejoran la balanza comercial. Pero para que no se note una realidad tan promisoria para la posibilidad de aumentar salarios, dado que lo mejor es subir los precios hasta el lejano punto –muy lejano- que se vuelven elásticos, tramo en donde efectivamente se cobra menos porque se vende menos por careros, ahí entran para hacer justicia, los analistas insignes serios haciendo flamear el pendón del take prices. No se la van a hacer fácil a los trabajadores Da la casualidad que mayores salarios implican mayores precios ¡y el mercado mundial los puede pagar!
Esa situación de take prices significa que al precio vigente en el mercado mundial se puede vender todo lo que se quiera. Pero si los trabajadores argentinos del sector exportador suben los salarios y obligan a la empresa exportadora a aumentar el precio por encima del precio mundial para pagar esos salarios entonces quiebra. Es a todo o nada el asunto.
Hay un par de enormidades en esa curiosa forma de razonar. Que las exportaciones sean completamente inelásticas inhiben que se comporten -como se dice en jerga- con elasticidad infinita. Con elasticidad infinita se quiere significar la situación de a todo o nada del tomador de precios. O es una o es la otra elasticidad, las dos al mismo tiempo no puede ser. Pero además el precio mundial es una referencia, no una obligación. Se puede vender a mayor o menor precio que el indicado por la referencia. El abanico de precios es amplio y enmarca -en los hechos- las transacciones entre exportadores e importadores de las diversas mercancías en todos los países.
Por otra parte, con el peso que tiene la Argentina en los mercados que explican más del 60% de lo que exporta –maíz, soja, aceite de girasol, por caso- lo de tomador de precio es como una tomada de pelo, un mal argumento que la más reciente cosecha de soja al abatir el precio de referencia mundial desmiente en los hechos.
Con todo, la enormidad más voluminosa es que el take prices es un argumento que se esgrime para volver respetable y serio el objetivo gorilón de atajar los salarios. En definitiva están diciendo que los miserables salarios que se pagan en el agro argentino determinan los salarios de toda la economía. Esa hipótesis se la guardan bien guardada cuando se trata de los muy altos salarios de los trabajadores del sector aceite.
Y afirman y pasan de largo sin ponerse colorados y sin hesitar. ¿Es joda? No, -más allá del condimento de joda que tiene- es una toma de posición, en la disputa por la distribución del ingreso con demostraciones pretendidamente académicas. El modelo de salida exportadora –objetivamente- es un arma contra las reivindicaciones de los trabajadores.
Porque, incluso, cuando sus trompeteros dicen que la productividad tiene que subir más que los salarios, para lograr exportaciones mucho más competitivas, no solo desconocen la inelasticidad de las exportaciones –lo que hace de esa estrategia una perdedora- , sino que nunca confiesan como miden la productividad y como harían que los salarios suban menos que la productividad, si esta es una economía de mercado, no una donde un planificador central –eventualmente- podría hacer tal cosa.
En defensa de los argumentos pro-exportadores de esta motley crew de primates y cantantes de tangos, se podría aducir que los países intentan por todos los medios abaratar en vez de encarecer las exportaciones. Con ser relativo, tiene visos de realismo dado que de corriente se trata de enfrentar la tendencia al desempleo propia de la economía de mercado. Por lo tanto, si siempre es cuestión de vender como sea, más lo es en esas circunstancias. Y también, bastante tiene que ver en ese comportamiento el hecho que pocos países producen lo que comen. Deben importar una parte considerable de los alimentos que consumen. En vista de todo este panorama, qué pasión inútil la de que la pampa muestre su velluda frente.
Fórmulas
Volviendo al PIB, tengamos en cuenta que es igual al consumo (C) más la Inversión (I) más el gasto público (GP) más el saldo de exportaciones menos importaciones (X-M). Para los que gustan de las fórmulas, y en verdad -sin abusar- facilitan el cálculo y la exposición, esto se expresa como:
PIB = C + I +GP + (X-M)
Que viene a ser una identidad contable ex post (así se dice en jerga y en latín una contabilización que procede después que suceden los eventos que se traten. Es decir, con el diario del lunes).
Esta fórmula o identidad contable, usualmente aludida con la solemne e intimidante apelación de ecuación macroeconómica fundamental, (fundamental en el sentido de básica) a la derecha del signo igual se descompone en dos partes. La C + I + GP se la denomina absorción interna (simbolizada con la letra E) porque es lo que “absorben”, por así decirlo, los argentinos para vivir.
Al centrase en el otro elemento: (X-M) o saldo de la cuenta comercial se cae rápido en la cuenta que el crecimiento del PIB siempre proviene del saldo positivo o superávit comercial. Cuando las importaciones son mayores a las exportaciones hay déficit comercial y se resta del PIB. Ahora bien, este superávit comercial (X-M) positivo, puede ser generado por aumento de las exportaciones (X) o por disminución de las importaciones (M). Nunca hay que perder de vista que se exporta para importar.