Qué podría hacer Milei para las elecciones de 2025


El Gobierno podría, eventualmente, llevar adelante una política económica para tratar de ganar las elecciones de medio término. Se trata de una posibilidad, no de una certeza. Y por sí sola es preocupante, porque ampliaría su poder para reforzar las condiciones que extienden la crisis.

Esta semana el INDEC difundió un dato que para los observadores de la evolución de la economía nacional es una reiteración, pero si se lo toma en conjunto con la situación política se vuelve significativo: hasta junio, la actividad económica acumuló una contracción del 3,2 por ciento frente a los seis primeros meses del 2023.

La variación positiva de agricultura y ganadería frente al período de la sequía incide como contrapeso del resto de los sectores, con caídas más intensas que la del nivel general. Se lo puede comprobar con el Índice de Producción Industrial Manufacturero, que arroja un descenso acumulado para el mismo lapso del 16,1%. Y el nivel general de Utilización de la Capacidad instalada en la Industria alcanza el 54,5%, cuando en junio de 2023 se encontraba en 68,6%.

Los datos se corresponden con los del nivel de población que se encuentra en situación de pobreza e indigencia, expuesto por todas las mediciones como creciente y en valores alarmantes. Y posiblemente, el guarismo sobre la desocupación en el segundo trimestre de 2024 resulte impactante, igual que la medición de la pobreza oficial. Ambos se publican a fines de septiembre.

Lo curioso es que el gobierno presidido por Javier Milei, que se alzó victorioso en las elecciones de 2023 por efecto de un trasfondo económico aciago, llegó a este estado de cosas con cierta impunidad relativa. Puede ser que pague costos en términos de la imagen política, pero por ahora no enfrenta frenos de parte de sus opositores que sean lo suficientemente sólidos como para forzarlo a modificar su curso de acción.

Con lo cual, parece aceptable la perspectiva de que en lo que resta de 2024 no se produzcan grandes transformaciones. Tratándose de un contexto de fragmentación política y un gobierno encabezado por una fuerza que parece cualquier cosa menos estable, en el que la permanencia del malestar económico pesa de manera central, vale la pena preguntarse algo: ¿qué pasaría si el gobierno lleva adelante una política económica para ganar las elecciones de medio término que tendrán lugar en 2025?

Qué puede hacer

La inquietud que se alza al suscitar este interrogante es si el oficialismo cuenta con posibilidades objetivas para mejorar la economía con la velocidad necesaria para aplacar la tensión social acumulada en este año. Además de ser una cuestión de tiempo, es una cuestión de magnitud. De encararse una reactivación de la actividad, deberían alcanzarse una tasa de crecimiento y una recuperación de los ingresos frente a los precios que permitan revertir, al menos parcialmente, las pérdidas acumuladas por el electorado en este año.

La organización macroeconómica que elaboraron Milei y Luis Caputo adolece de una escasez intrínseca de dólares, producto de la permanencia de las restricciones cambiarias, que incentivan la retención y la subfacturación de exportaciones, o el retraso en su liquidación. Y, por otra parte, ni siquiera se ocupan de mitigar esas dificultades más que estableciendo un esquema de pago en cuotas de las importaciones.

Por ahora, el superávit comercial, que alcanzó los 12.262 millones de dólares hasta julio por la contracción de las importaciones que provoca la recesión, es el principal factor que impide un desbordamiento del tipo de cambio, y se completa con las maniobras financieras descriptas anteriormente.

A sabiendas de esto, el gobierno opta por conservar la actividad económica y los ingresos en su estado actual, sin que empeoren por la estabilidad de precios, más que por el efecto específico del incremento de ciertos bienes básicos y servicios públicos. No existe ninguna intención de superar la recesión, sino solamente de evitar un nuevo ascenso de los precios que por los efectos sobre el nivel de pobreza y las reacciones resultantes torne al proceso político incontrolable.

Sin embargo, para ganar unas elecciones de medio término, en el caso de que el oficialismo realmente tenga esa intención, todo eso parece insuficiente. Pero el gobierno tiene la posibilidad, en las condiciones existentes, de agotar los recursos disponibles en aras de promover una expansión económica momentánea. De presentarse, condicionaría el desempeño futuro, porque la exigencia de la macroeconomía sobre las reservas se transformaría en una restricción. Pero hasta entonces es el medio del que se dispone para alterar el malestar provocado por la recesión.

Sin méritos ajenos

Dada la existencia de condiciones objetivas para una reactivación momentánea de la economía, que parecen verificarse, la voluntad del gobierno encabezado por Milei para llevar adelante una recuperación general de los ingresos parece más dudosa. Pero no imposible. En los hechos, muestra cierta preocupación por su subsistencia política y una vacilación permanente al momento de tomar medidas que la pongan en juego, mientras se intenta hacer lo posible para consolidar su poder sin alterar este trasfondo social.

La relación con la oposición y su pasividad es un dato cabal en la determinación del alcance de dicho comportamiento, porque de ahí se desprende si el malestar social es un factor activo o solamente un límite, hasta ahora no alcanzado, para que La Libertad siga Avanzando.

La escaramuza institucional en torno al rechazo del DNU que otorgaba 100 mil millones de pesos a la exhumada SIDE en carácter de fondos reservados, y la nueva ley de actualización de jubilaciones que el Presidente anunció que va a vetar, son dos indicios sobre hasta qué punto la oposición, en su totalidad, está dispuesta a movilizarse y dejar de lado sus heterogeneidades. También lo son la ausencia de movilizaciones insistentes en la recuperación del salario, que por ahora transcurre con indiferencia para la política.

Por ahora, existen vaivenes, y no son los primeros. Pero no una reacción orgánica tendiente a limitar al gobierno. Y tampoco indicaciones suficientes para dar por sentado que lo primero se transformara en lo segundo. En tanto que, en esas circunstancias, el oficialismo tenderá a desgastarse por sus contradicciones y su tendencia endógena a contradecir las razones por las cuales es la fuerza gobernante, sin influencia de méritos ajenos.

Eso no significa que su decadencia sea inmediata ni inminente. Tampoco que, de no existir una oposición firme, y una alternativa clara de recambio político llegado el momento, lo que se geste tenga una impronta superadora. Mientras siga la diáspora actual, Milei enfrenta pocos contradictores y puede llevar adelante una política económica para tratar de ganar las elecciones de medio término. Se trata de una posibilidad, no de una certeza. Por sí sola es preocupante, porque ampliaría su poder para reforzar las condiciones que extienden la crisis.

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