Brasil dio gas. ¿China continuará con la política de respaldo financiero a la Argentina a pesar de los desaires y la salida de los Brics? Las hipótesis en juego tienen en cuenta por un lado los intereses de corto plazo de los países grandes o mayores y, por otro, la estrategia de largo plazo. Tal vez a pesar del propio Milei.
Quizás el dato no figure entre los enormes conocimientos de Su Excelencia, que últimamente prefiere como referencia a Terminator antes que a George Kennan, el genio norteamericano de la Guerra Fría. Lo cierto es que su encono contra Estados o presidentes que tildó anacrónicamente de “comunistas” no le alcance para generar la distancia que imagina. En relaciones internacionales existe un concepto llamado “paciencia estratégica”. Dicho con sencillez, es la actitud de los países grandes hacia los chicos, o los mayores frente a los menores, cuando a pesar de lo que hacen los pequeños por algún motivo les conviene más ignorar las rabietas que tomárselas en serio.
Es lo que hizo Brasil con la Argentina al acceder a darle el gas que necesitaba a pesar de que Su Excelencia el Presidente Javier Milei había dicho que con el Presidente Lula tendría relaciones módicas por su carácter de “comunista”. Lula nunca lo fue, e incluso su formación ni siquiera es leninista. Su escuela política antes del Partido de los Trabajadores, fundado recién en 1980, fue el Sindicato de los Metalúrgicos, una poderosa organización que vendría a ser la suma de la Unión Obrera Metalúrgica y el Sindicato de Mecánicos del Transporte Automotor de la Argentina. La UOM más el SMATA. Como la matriz del PT resultó de una suma de sacerdotes para la liberación, dirigentes sindicales e intelectuales de izquierda, quizás para Su Excelencia ésa sea una de las definiciones del comunismo, o tal vez del socialismo. No precisó el Presidente, hasta ahora, dicho sea de paso, si cuando habló de que el problema de la Argentina fueron 100 años de socialismo en la Casa Rosada y el Ministerio de Economía incluye a los marxistas-leninistas José Félix Uriburu, Juan Carlos Onganía, Alejandro Agustín Lanusse, Jorge Rafael Videla, José Alfredo Martínez de Hoz, Carlos Saúl Menem, Domingo Cavallo, Luis Caputo, Mauricio Macri y Fernando de la Rúa.
Pero para retomar el asunto de la paciencia estratégica, Brasil mira a largo plazo. No quiere ni puede desentenderse de la Argentina aunque Su Excelencia haga lo posible por ofender a Lula y desairarlo. Tampoco puede ni quiere desentenderse porque, que se sepa, los dos países son socios del Mercosur junto con Paraguay y Uruguay. Ello es así aunque la palabra “Mercosur” no haya sido pronunciada por Su Excelencia en ninguno de sus abundantes discursos. En los mensajes presidenciales “Mercosur” comparte el gris de ausencia (gracias, inolvidable Tito Cossa) con otra palabra: “industria”.
En estos días los economistas y José Mercado (gracias, Charly) se preguntan cuál será la política financiera china hacia la Argentina de ahora en adelante.
Como se sabe, Su Excelencia dijo que no mantendría relaciones de Estado a Estado con el presidente Xi Jinping. Luego envió a Beijing a su canciller Diana Mondino, se supone que en visita oficial y no privada.
¿Cuál será el futuro de los swaps que dan relativa credibilidad financiera a la Argentina en medio del marasmo de la deuda contraída por Mauricio Macri con el Fondo Monetario Internacional?
Hay dos hipótesis.
Una dice que los chinos van a despegarse totalmente de la Argentina, como una forma de castigo al niño travieso que los desafía retóricamente en todo el mundo. En términos de Su Excelencia sería “swaps, afuera”.
Otra hipótesis plantea un escenario diferente. Más bien al estilo brasileño. Dice que, por paciencia estratégica, es decir por la primacía de los intereses chinos a largo plazo por encima de la fugacidad de un Presidente, que constitucionalmente no dura más de ocho años, Xi Jinping daría luz verde para continuar con la relación financiera. Explicación adicional: en esta hipótesis, China no quisiera abandonar en América latina uno de los países que quedan justo dentro del área de influencia de los Estados Unidos. La presencia china en la región, y no sólo en la Argentina sino en toda Sudamérica y en México, es una apuesta de larga duración. Si esto se cumple, el resultado no sería “swaps, afuera” sino “avanti pese a todo” o como se diga en mandarín.
El portugués tiene un prefijo interesante. En lugar de “in” utiliza “des”. Deselegante, por ejemplo.
Su Excelencia viene realizando una política exterior “des”.
Desmalvinizó.
Desintegracionó a la Argentina respecto del Mercosur, de la Unasur y de la Celac.
Específicamente, desmercosurizó.
También le quitó realismo. La despragmatizó.
La desmultipolarizó. La multipolaridad es un diagnóstico. Vaya a saberse si Su Excelencia lo comparte. Lo que está claro es que no busca el multipolarismo, que ya no es un diagnóstico sino un proyecto: el plan de constituir un polo. Con Brasil, por ejemplo. O con Sudamérica. Incluso, aunque quede en América del Norte, intensificando las relaciones con México. El problema es que Su Excelencia, dentro de la gentileza y la sutileza táctica que caracterizan su ejercicio diplomático, caracterizó a Andrés Manuel López Obrador como “un ignorante”. Como lo explica en esta misma edición el historiador mexicano Ariel Rodríguez Kuri, ese ignorante fue capaz no sólo de subir un 210 por ciento el salario mínimo sino de mantener excelentes relaciones con los Estados Unidos de Donald Trump y luego con los de Joe Biden, y encima transfirió toda su popularidad a Claudia Sheinbaum, la presidenta electa por un 59 por ciento el domingo 2 de junio.
Una frase dice que la economía es algo muy serio como para dejársela a los economistas.
Es probable que suceda lo mismo con la geopolítica y Su Excelencia.