Inmediatamente después de la visita del secretario de Estado de los EE.UU., Javier Milei voló a Washington para participar de la Conferencia de Acción Política Conservadora, viejo foro de la derecha y plataforma electoral del precandidato republicano Donald Trump. Pero Trump no ha sido lo que usualmente se considera un defensor del libre mercado, sino un presidente nacionalista e impulsor de políticas proteccionistas.
Asombra el periplo del presidente Javier Milei desde el viernes 24 de febrero en Buenos Aires hasta el atardecer del día siguiente en Washington, con rápido regreso al punto de partida. Aquí el viernes recibió al secretario de Estado de los EE.UU. Anthony John Blinken, quien a su vez se había entrevistado con el presidente de Brasil, Lula da Silva, antes de sumarse a la reunión del G20.
Al secretario Blinken no le había ido bien con Lula, dadas ciertas diferencias insalvables referidas a la política exterior de los EE.UU., pero en Buenos Aires encontró a un gobierno dispuesto a reparar con creces el mal momento. En efecto, recibió algo así como la promesa de reeditar las famosas “relaciones carnales” de tiempos idos, de los comienzos de los ‘90, y la vocación presidencial de ser garante de un acuerdo estratégico entre la Casa Blanca y la Casa Rosada.
Anthony Blinken dialogó con Milei sobre el incremento del comercio y la inversión argentino-estadounidense, y la asociación en sectores clave como la energía limpia, según fuentes de la embajada norteamericana, porque “la Argentina está preparada para desempeñar un papel fundamental en la construcción de cadenas de suministro seguras para los minerales críticos que impulsan la transición verde”.
Eufemismos
También el secretario Blinker, quien fuera convocado por el presidente demócrata actual Joe Biden para ejercer su cargo desde enero de 2021, habiendo sido antes vicesecretario de Estado de 2015 a 2017 y asesor adjunto de Seguridad Nacional de 2013 a 2015 durante la presidencia del demócrata Barack Obama, tras firmar una declaración conjunta con la canciller Diana Mondino participó de una breve conferencia de prensa y manifestó que hacía votos para que “la relación bilateral mantenga sus frutos y ambos países puedan mostrar los valores compartidos de democracia y libertad”.
Sin embargo, apenas concluida la reunión con Blinken (una de las personalidades políticas más importantes del Partido Demócrata norteamericano que en la actualidad, como es obvio, ejerce el poder) todavía estaban tibios los pocillos de café cuando voló Milei a Washington para sumarse a la Conferencia de Acción Política Conservadora, un gran evento anual de la derecha norteamericana convertido por el ex presidente de los EE:UU., y ahora precandidato Donald Trump, en una facción dentro del Partido Republicano al servicio de sus aspiraciones políticas.
Allí viajó Milei, en calidad de invitado estelar. Y el sábado por la mañana fue parte de un público desbordante de luminarias derechistas (como el salvadoreño Nayib Bukele, el español Santiago Abascal, o el brasileño Eduardo Bolsonaro) que también se habían dado cita para escuchar el discurso de Donald Trump.
El líder republicano arrancó su locución de apertura del cónclave destacando la presencia de “muchos líderes internacionales” a quienes “quiero agradecerles por estar”, y se refirió entonces específicamente “al presidente de la Argentina, que tuvo mucha publicidad”. Y lo calificó: “Es un gran caballero, él es MAGA, Make Argentina Great Again. Puede hacerlo.” Y fue más allá: “Gracias Milei, muchas gracias, es un gran honor tenerte aquí.”
Inmediatamente después, en el back stage, Trump abrió sus brazos y el presidente Milei, emocionado y respondiendo al gesto efusivamente, también lo saludó, se declaró admirador del líder republicano y dijo: “Usted fue un gran presidente y espero que lo vuelva a ser”. Pero escaseaba el tiempo de Trump y los mutuos elogios podían devenir empalagosos.
De ahí que los animadores del encuentro se entregaran a la sesión de fotos y grabaciones, se abrazaran más o menos de perfil, Trump repitiera la vieja consigna adaptada al país del visitante (Make Argentina Great Again) y Milei, con lágrimas en los ojos, vociferara: ¡Viva la Libertad, carajo!
Afinidades y diferencias
La escena sorprendió a numerosos analistas porque resulta muy difícil, más allá de peinados extravagantes, comportamientos pintorescos y modalidades comunicacionales similares, hallar en Donald Trump algo que lo vincule, aunque lejanamente, a las ideas libertarias.
Dicho de otra manera: el presidente argentino se arrojó en brazos de un dirigente que está en las antípodas de su concepción del mundo, que ha sido considerado un típico populista, de derecha o de ultraderecha, pero populista al fin. Trump no ha sido lo que usualmente se considera un defensor del libre mercado, sino un presidente nacionalista e impulsor de políticas proteccionistas, al tiempo que intentó repatriar empresas en vez de mantenerlas tercerizadas en Asia, o presionar a la Reserva Federal para impedir el alza de las tasas de interés, como corresponde a cualquier industrialista.
Por la tarde del sábado, una vez repuesto de las emociones matutinas, Milei habló en la Conferencia, casi sin público. Dijo que “dado el impacto de la conferencia en Davos, en la que señalé que Occidente está en peligro debido al avance de las ideas estatistas y socialistas, haré foco en los fundamentos técnicos que sustentaban esas apreciaciones políticas de aquella conferencia”.
Entonces de nuevo criticó a la economía neoclásica de fallos de mercado por resultar “funcional al avance del estatismo”, insistió con la idea de que la justicia social “es violenta e injusta, es una aberración”, y aseguró que la democracia inicialmente fue diseñada para respetar el derecho de la más pequeña de las minorías, el individuo. Pero cuando ingresan las ideas socialistas y la idea de la democracia ilimitada, aparece el máximo riesgo, según su punto de vista, que no es otro que el socialismo.
Vuelta a la realidad
El viaje relámpago a los EE.UU. llegó a su fin, y en la Argentina le aguardaban conflictos a los que abordó con la aspereza de modales que lo caracteriza. El gobernador de la Provincia de Chubut, Ignacio Agustín Torres, intentaba resistir un ajuste intempestivo, y recibió el apoyo de casi todos los otros mandatarios provinciales. Hubo manifestaciones de enojo, insultos y largas catarsis de twitts y retwitts de parte del Presidente que, en un momento, se sinceró. Dijo que eran “discusiones de gente muy de cabotaje” y que él venía de jugar en las big leagues (en alusión a una reunión internacional muy importante, esto es, la ultraderechista Conferencia de Acción Política Conservadora) y que no estaba “para el chiquitaje”. Evidentemente, el fuerte abrazo con Trump, más allá de las diferencias ideológicas, lo había tonificado.