Milei entre el Ártico, la Antártida, el combate a la justicia social y la destrucción de las provincias

Mientras elogia el diseño geopolítico de Trump, el Presidente inventa enemigos que no existen para justificar la quita de derechos y un torniquete federal gigantesco, sobre todo contra la provincia de Buenos Aires. Los conservadores ingleses ya sueñan con los recursos de la Antártida. El Gobierno argentino mira para otro lado ante la sobremilitarización de las Malvinas.

Tal como lo subraya Roberto Barga en esta edición de Y ahora qué?, Su Excelencia reivindica la visión geopolítica de Donald Trump pero no dice cuál es la suya. ¿Secreto, inexistencia o simple seguidismo tras los pasos de la Casa Blanca? La mirada siempre atenta del experto en política internacional Juan Gabriel Tokatlian quizás conduzca a una respuesta. Detectó un artículo en The Telegraph de Londres con este título: “La bonanza del petróleo antártico que puede salvar a Gran Bretaña (pero tenemos que llegar allí antes que la Argentina)”.

La nota del periodista Tom Ough comienza por presentar como una muestra de tiempos peligrosos para Londres el caso de las islas Chagos, donde como se sabe el Reino Unido ya acordó ceder la soberanía que usurpó a sus habitantes. 

The Telegraph es un diario conservador inglés. El señor Ough hace una relación entre el interés de Donald Trump por Groenlandia y la importancia logística y económica (en recursos) del Ártico y de la Antártida. Mensaje implícito: “Ahora rige el Tratado Antártico y sólo se permite la investigación científica no invasiva, pero hay que prepararse para cuando se dé la señal de largada y empiece la carrera que evidentemente Trump alienta”.

Lo dice así Ough: “Esta era de regiones polares prístinas podría estar por clausurarse. Mientras el Gobierno británico cede territorios, la administración Trump quiere ganar nuevas tierras”. Luego se refiere al discurso de asunción de Trump del 20 de enero y a la frase “We wil drill, baby, drill”, un llamado a perforar en busca de más petróleo, y a la convocatoria a los habitantes de Groenlandia a independizarse de Dinamarca y acercarse a Washington en la búsqueda de gas, petróleo, oro y minerales raros.

El periodista cita a un profesor de Geopolítica, Klaus Dodds. Dice: “La saga de Groenlandia es un alerta según la cual tanto el Ártico como la Antártida ya no tienen la protección de la excepcionalidad”. Señala Dodds que Trump todavía no descubrió la Antártida, “pero podría hacerlo en este segundo mandato”. También allí hay recursos suculentos.

“Los ambientalistas deben aceptar una premisa”, escribe Ough. “Si la extracción de recursos puede hacerse en cualquier sitio, debería poder concretarse también” en la Antártida.

Si ésa es la tendencia, o si así lo será, la constatación es que Su Excelencia el Presidente Javier Milei sólo viene produciendo acciones que quitan títulos de soberanía a la Argentina en lugar de agregarlos. Por ejemplo, trató con amabilidad una visita del canciller inglés a las Malvinas, se comprometió a intercambiar información con el Reino Unido sobre depredación pesquera cuando la peor depredación se debe a las licencias de pesca de los isleños sobre todo a españoles y coreanos, hace silencio sobre la construcción de un puerto-fortaleza en las islas que agregará peligro militar y geopolítico al Atlántico Sur y, como corolario, se distancia de la mayoría de los países de Naciones Unidas, una mayoría clave para las votaciones sobre Malvinas. Este paquete se liga a la insistencia en mantener cortado el tráfico por agua fluvial y marítimo y darle carácter clave al puerto de Montevideo por sobre cualquier puerto argentino de aguas profundas.

No hubo geopolítica, y casi no hubo contenido económico, en el discurso de Su Excelencia en Davos. El cientista político Franco Castiglioni tiene una interpretación interesante sobre ese matiz presidencial: “En vez de hacer loas al librecambio, como el año pasado, este año Milei prefirió no mostrar sus diferencias en lo económico con el Trump proteccionista”. Agrega Castiglioni: “Se quedó en la diatriba antiwoke que une militantemente a la internacional reaccionaria”.

En rigor, también el discurso mantuvo incólume la decisión de Su Excelencia de inventar un enemigo caricaturesco para poder castigarlo con mayor facilidad. 

En la Argentina la práctica woke, es decir la forma más radical del feminismo y la militancia por las diversidades, es minoritaria. Su Excelencia la trató como si no lo fuera, y además relacionó la “nefasta ideología de género” con la pedofilia. Por un lado es una copia de la táctica utilizada por Jair Bolsonaro con los candidatos del Partido de los Trabajadores. A Fernando Haddad, candidato en 2018, hasta le inventaron un fake que incluía un kit para convertir en gay a cada niño de Brasil. Por otro lado es una forma de defenderse: quien usó metáforas cercanas a la pedofilia (“niños envaselinados”) fue Su Excelencia. 

El Presidente también ligó la idea de un “ambientalismo fanático” a “la agenda sanguinaria y asesina del aborto” como forma de “control poblacional”. 

Para quien piense por un momento que ése es el centro de la discusión, aquí va otra frase de Su Excelencia en Davos: “Reemplazaron libertad por liberación, utilizando el poder coercitivo del Estado para distribuir la riqueza creada por el capitalismo. Su justificación fue la siniestra injusta y aberrante idea de la justicia social”. 

Ahí está, en verdad, el origen de todos los males para Su Excelencia y para los intereses que representa o favorece: el negocio financiero de corto plazo y las multinacionales de la tecnología propiedad de un grupo de mil millonarios.

Los que, en la Argentina, todavía siguen confundidos elucubrando si el país tiene o no un Presidente con alteraciones de algún tipo debieran relacionar tanto discurso con una práctica que no se desvía en ningún momento ni de la desargentinización ni del empobrecimiento de la mayoría. 

Después de bajar las retenciones, el ministro de Economía Luis Toto Caputo insistió en un tema que es a la vez dogma y gran objetivo inmediato: inundar la Argentina con el mayor ajuste de la historia. Cuando los gobernadores Rogelio Frigerio, Martín Llaryora y Maximiliamo Pullaro le pidieron la baja de retenciones, replicó Caputo: “Estaría bueno que las exigencias empiecen a hacerse más a nivel de provincias y municipios”. 

El objetivo es general. Y tiene, en simultáneo, un blanco político: la provincia de Buenos Aires, a la que Su Excelencia le hurtó en su primer año de gobierno un cuarto del presupuesto.

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